Sus cabellos negros algo ondulados
estaban cortados de una forma que su rostro encajaba con encanto. Sus
ojos eran profundos océanos donde uno podía naufragar en su
sensual, extravagante y divertida persona. Deseaba ser distinta a los
demás familiares y desempolvar el apellido de viejas fiestas
familiares. Ella vivió los alocados años veinte, conoció a Julien
y lo quiso como todos lo quisieron, del mismo modo que siempre hubo
alguna sospecha que éste podía ser su padre así como lo era Belle,
su hermanastra.
Stella era una mujer vital con cierto
deseo de destacar olvidando quizás al “Hombre” que se cernía
sobre ella como una gárgola. Amó a Pierce, nadie dice que no lo
hiciese, y al hombre con quien estuvo siendo su amante y del cual se
desconoció siempre quién era realmente. Ella fue la hija que
incluso el alcohólico juez McIntyre adoró, pese a que siempre
recaía la sombra de sospecha de su paternidad. Carlotta, su hermana,
siempre fue demasiado rígida, y en cierto modo, parecida a su madre
pero sin su encanto. Lionel vivía a la sombra de Stella, de quien
también hubo dudas sobre la paternidad de la única hija de la
heredera de los Mayfair, y vivía por complacerla, por viajar con
ella, hasta que una noche, dice que influido quizás por Carlotta,
disparó contra su hermana en mitad de una fiesta donde ésta había
bailado con el jovencísimo Pierce frente a su pequeña hija Antha,
la cual también la vio morir de aquel certero disparo y poco después
como fue pisoteada por los invitados a la despampanante y trágica
fiesta.
Todos decían que era una bruja y que
compraba velas negras para sus sesiones espiritistas, también que no
le importaba los negocios que le fueron legados y que Mayfair Mayfair
así como Carlotta intentaban manejar para que no se hundieran.
Decidió tener una vida distinta a la que tuvo su madre, la cual
vivió más para otros que para sí misma, y que Julien.
Tengo en mi poder algunas pinturas que
la representan. Su sonrisa tan encantadora, atrayente y seductora
provoca escalofríos porque parece que se funde en un cuerpo que aún
vive y que pronto te va a lanzar un guiño. Murió muy joven, con tan
sólo 28 años, aunque Julien le dijo que viviría muchos años. Una
lástima porque ella dio la nota de color la historia familiar y que
a veces es olvidada gracias a los tentáculos de su hermana Carlotta
que hasta su muerte hizo lo indecible por parecer demasiado ocupada,
severa y concentrada en hablar de enfermedades congénitas ante la
visión de “El Hombre”.
Cuando murió, al igual que cuando
murieron sus antecesoras y sus descendientes, cayó una enorme
tormenta que agitó aún más a los que estaban en la vivienda.
Grandes relámpagos iluminaban todas las habitaciones mientras los
truenos resonaban y la lluvia incluso entraba en los rotos cristales
del salón de fiestas. Numerosos fueron los testigos que vieron a
Lionel empuñar el arma, pero nadie lo vio a él morir en aquella
residencia para personas mentalmente insanas. Él habló del hombre y
de como Stella le permitía estar junto a Antha, la pequeña que
también muy joven moriría dejando a su pequeña de tan sólo dos
meses llorando la muerte de su madre mientras se desataba su
tormenta.
El funeral fue descomunal y tal y como
Stella lo decidió a su tierna edad de once años. Parecía la
celebración de Mayo de New Orleans siendo ella la reina de Mayo
vestida de blanco. Cientos de velas se encendieron en la vivienda
para velar el cuerpo y la lluvia no cesó, aunque se concentraba en
las inmediaciones de donde ella se hallaba y no en el resto de la
ciudad.
Stella fue la primera bruja poderosa
tras varias generaciones, la cual se hizo notar. Cuando murió
llevaba la piedra en su cuello, la cual no solía usar su hija aunque
sí el día de su muerte el cual, posiblemente, originó la disputa
con Carlotta y su posterior muerte. Deirdre creció sin madre, pero
con un legado importante y muertes sospechosas originadas por el
mismo ser que la cuidó de ser sedada en varias ocasiones.
“El hombre”, “Impulsor” y
posteriormente “Lasher” apareció el día de la fiesta a uno de
nuestros hermanos que posteriormente, y sin posibilidades de conocer
a ciencia cierta si así fue, de un infarto rumbo a nuestra Sede en
Londres.
Y ésta es la historia de Stella
Mayfair, la cual hizo un guiño en varias ocasiones a la Orden de
Talamasca y que incluso rogó asilo como si supiese que sería
dañada.
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