Recuerda el dolor del pasado lamiendo
tu alma, anclado a tu piel y seduciendo tus sentidos. No podías
caminar sin sentir como este te perseguía clavándose en lo más
hondo de tu ser. Y se burlaba de ti, de tu futuro y también de esos
extraños sentimientos de paz que a veces parecían querer salir a
jugar.
Te encontré completamente lastimada,
como un ave que no puede volar, y decidí curar tus heridas con besos
y caricias indecentes. Te rogué amor y tú me lo brindaste sin
oponer resistencia. Tal vez quería saber que era amar de verdad
porque ya no querías a tu esposo, ya que sólo estabas con él por
gratitud.
Me convertí en un ladrón estúpido
que jugaba como un crío bajo tus faldas. Eras una mujer y yo aún no
me consideraba un hombre maduro pese a mis siglos. Tan imprudente,
tan descarado y a la vez tan necesitado de afecto y comprensión como
tú misma. Me necesitabas y aparecí en el momento indicado. No
precisé de trucos y tú tampoco. Dos almas libres condenándose a
darse el amor que no habían encontrado.
Tuve que irme porque no te sentí
preparada. Pero, a los pocos años regresé rogándote otra vez.
Había sido inútil el hacerte esperar. Te besé en el cuello,
acaricié tu cintura y pedí disculpas implorando como un niño.
Tú eres la mujer de mi vida, la misma
que arrulla mis noches y enloquece mis sentimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario