Había comenzado la época de lluvias
nuevamente en New Orleans. Era una ciudad hermosa cuando brillaba el
sol, pero cuando llovía tenía una nostalgia única que la hacía
cubrirse de un hermoso murmullo contra las viejas tejas de las
mansiones más antiguas, los muros de las nuevas viviendas que se
adaptaban a una ciudad bulliciosa y al asfalto empapado por el cual
se deslizaban a duras penas algunos automóviles. La mansión estaba
desierta pues había pedido que sólo los operarios, los cuales se
estaba encargando de cada detalle decorativo para la fiesta de
Halloween, se quedaran junto conmigo y David.
David a penas salía de la biblioteca
enfrascado en viejos escritos, recordando su pasado como si fuese un
viejo tullido, y observando la lamparilla metálica que iluminaba
lánguidamente sus manos sobre los documentos que no estaban
informatizados. Los grandes archivos de Talamasca estaban cayendo uno
a uno lejos del misterio y él los recordaba con cierta ansiedad.
Contactaba con Yuri haciéndole creer que era un secretario suyo y
que por añoranza deseaba recordar sus años en la orden.
Atreviéndose a desobedecer, y por amor aún a Aaron, había
entregado a David los archivos que ambos habían realizado cuando
eran jóvenes y todo parecía posible.
Cuando fui a buscarlo no se encontraba
ni en la biblioteca, la cual estaba siendo decorada con telarañas y
diversos artilugios de bromas macabras, ni en su despacho o salones
aledaños a su habitación. Al quedar frente a la gruesa puerta de su
alcoba llamé con los nudillos, pero nadie contestó, sin embargo
sentí su presencia tras la puerta y decidí girar el pomo.
Estaba empapado y recostado, con las
mismas ropas que había echado a perder bajo la turbulenta lluvia,
sus cabellos se encontraban pegados a su frente y sus manos se
hallaban sobre el colchón. Cualquiera creería que estaba muerto,
aunque vivo no es la palabra exacta que puede definirnos.
Me crucé de brazos apoyándome en el
marco de la puerta y le eché un vistazo rápido a su posición. Era
algo que había vivido en carnes propias. Convertirme en una estatua
de cera por la presión y el dolor, así como el miedo a lo
desconocido. Sin embargo, él conocía bien la la soledad y debía
encajar la derrota de alguna forma más heróica.
-Si te sirve de consuelo Mona tampoco
me habla-dije para romper el hielo-Intentó seducirme nuevamente
después de éste desagradable acontecimiento-realmente, habíamos
tenido más que palabras tiempo atrás cuando ellos eran pareja pero
jamás se consumó nada y cuando sucedía me arrepentía más por
Rowan que por David. Quizás era mi venganza por las noches en las
cuales le había escuchado retozar con quien creía mi único amante,
mi compañero, mi Louis y el suyo al fin de cuentas-Es una Mayfair.
Los Mayfairs son orgullosos-expliqué caminando hacia él echando mi
melena leonina hacia atrás con mi mano derecha, mientras la
izquierda deseaba desabrochar los escasos botones de mi chaqueta
turquesa en una tonalidad oscura- David, por favor...
-Vete- su voz sonaba ajada como si el
paso del tiempo la hubiese destrozado y nada de esa juventud aparente
quedara- Déjame solo.
-¿Para qué? ¿Para que te consumas
por una mujer?-pregunté agarrándome a una de las columnas del
dosel- Dime ¿para qué? Rowan es la mujer de mi vida, es cierto,
pero ¿es Mona la mujer de la tuya? Recuerda que sólo te obsesionas
pero ¿encuentras el amor real?
-Conocí el amor real con
ella-reprochó.
-Conociste la felicidad, pero no el
amor real. Ese amor entregado, ardiente, que te arranca cualquier
pensamiento y te hace cometer locuras. He cometido más locuras en
éstos años que en los siglos que he estado viviendo. La mayor de
todas fue casarme y mírame, lo hice. Sé que ir caminando por las
selvas, corriendo aventuras en mi descapotable y cantar la Traviata
en pleno Vaticano pudieron ser contadas como grandes locuras de éstos
años pero ¿no es mayor aventura el matrimonio?-interrogué
carraspeando- David, mi amigo.
-¿Cómo puedes llamarme amigo? ¿A
caso no estás siendo cínico?-se incorporó clavando sus codos en el
colchón.
-No-susurré negando con la cabeza
jugueteando con las cortinas.
-Olvida que existo ¿quieres?-se giró
hacia el lado contrario y se tapó la cabeza con la almohada.
-Se supone que el inmaduro soy
yo-comenté sentándome a su lado esperando alguna respuesta.
Sentí como la almohada me golpeaba la
espalda y él se incorporaba acomodándose elegantemente la corbata.
Se inclinó hacia delante apoyando los codos en las rodillas y así,
flexionado hacia delante, me miró girando su rostro y sonrió con
aire melancólico.
-He recordado a cada uno de mis
amantes. Algunos no los conociste. Me enamoré de un joven que Yuri
conoció en sus peores momentos, más bien ellos últimos. Nunca me
había enamorado así de ningún hombre o mujer, pero él murió tras
contraer una terrible enfermedad. Aaron me dio la noticia- paró
entrelazando sus manos dejándolas bajo su mentón mientras bajaba
sus párpados para volver a mirarme- Pocos meses después conocí a
Merrick. Te juro que jamás me sentí tan tentado ante una niña. Era
una niña y no una mujer, sin embargo su sutil silueta femenina me
excitaba. Me sentí culpable durante muchos años hasta que me
apoderé de ella cuando aún era joven y yo prácticamente un
anciano. Besé sus labios y terminé contaminado. En ese momento
conocí el verdadero significado de perder la cabeza por alguien.
Pero ya sabes como era de tortuosa la relación y decidí cortar por
lo sano. Al transformarme en vampiro la busqué y deseé como un
chiquillo y ella me concedió todo. Ya después de la muerte de
Aaron, el cual sabía mi amor por ella, y después que me dijera mil
veces que jamás me aproximaría a ella- guardó silencio y suspiró
para incorporarse caminando por la habitación.
-¿Y? ¿Mona qué ha sido?-pregunté
cruzando las piernas con gesto elegante para luego recostarme
levemente sobre el colchón, apoyando los codos sin importarme en
exceso el sentir la humedad de la colcha- ¿Qué fue?
-Un ángel. Un misterioso ángel lleno
de perversión, pasión y deseo. Me dejé guiar por la ilusión que
sus ojos verdes me transmitían y olvidé mi pasado. Olvidé todo lo
que era. No quise recordar a ninguno de mis amantes porque quise
amarla a ella sin comparaciones absurdas- se encogió de hombros y se
giró-Eso provocó que hoy se casara con Tarquin ¿lo sabías? Mi
divorcio ha sido más rápido que los preparativos para la boda.
Tardé un mes en darle una boda especial y ella en días se ha
casado, abandonado el lugar donde nos amamos y echado a la basura
cada recuerdo junto a mis esperanzas.
-Algunas mujeres son así de
vengativas. Aunque te diré algo que no te sorprenderá- dije
incorporándome del mismo modo que él para quedar de pie, frente a
frente, y con una sonrisa sincera en mi rostro-¿No lo adivinas?
-¿Qué debo de saber?
-Mona sólo se ama a sí misma. Ella
quiere que la amen mientras que no comprende el amor por todo lo
vivido. No sabe amar. Sólo sabe cuidarse a sí misma porque el mundo
no le dio oportunidad de sentir la calidez de una familia. Evelyn la
quería, es cierto, y ella pasaba horas hablando con ella pero ¿eso
era suficiente para una niña? Creo que quien más amor le dio en esa
casa de la calle Amelia fue su ordenador- la expresión de David
cambió de una hundida a otra mucho más calmada- Anímate. Ésta vez
no ha sido posible pero ¿quién dice que tú no conseguirás tu
amor? He tardado siglos, he vivido apasionadas historias de amor que
no me han traído nada bueno y ahora me encuentro vivo, con energías
para dar fiestas y hacer mil locuras. Igual te sucederá, pero sólo
tienes que remontar.
-Haré mi esfuerzo-confesó antes de
rodearme entre sus brazos mientras yo suspiraba- ¿Qué ocurre?
-Me debes mil dólares que es lo que
cuesta exactamente la ropa que acabas de estropearme.
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