Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 10 de noviembre de 2013

Prometo amarte de forma entregada

Bonsoir mes amis

Aquí les traigo un fanfic de Louis y Armand. También tiene cierta participación Marius y mi recuerdo como amante de Louis. 

Lestat de Lioncourt. 


Prometo amarte de forma entregada


El aburrimiento me había llegado a mi vida. Después de anotar mi último experimento quedé sin nada que hacer. Los mortales se divertían en el piso inferior con el resto de invitados. Podía escuchar los pasos alegres de las mujeres y otros más pausados, intentando llevar el ritmo de forma algo torpe, por algunos muchachos que no llegaban a la veintena.

Podía escuchar mortales incluso en el jardín, los mismos que llevaban horas allí padeciendo frío mientras intentaban llamar la atención de unos y otros. Observaba todo desde mi ventana apartando con sutileza la cortina para sorprenderme con sus bailes mal acompasados. Eran jóvenes que habían llegado a los treinta años, e incluso algunos prácticamente entraban en los cuarenta, decidieron tomar el jardín para observar al fin una noche despejada en New Orleans, los cuales bebían en vasos de plástico el fantástico licor de guindas y whisky que habían preparado los camareros contratados para la ocasión. Aquello según Lestat, y sus seguidores, era una fiesta increíble y alocada. A mí sin duda me parecía un grupo de patanes berreando en micrófono.

Se celebraba un concierto, como cada noche, mientras intentaban acceder a los rincones ocultos de la mansión. Nuestras habitaciones siempre estaban cerradas a cal y canto cuando no nos hallábamos en ellas, así como cuando sí lo hacíamos para no ser molestados. Sin embargo, las paredes no eran tan gruesas como uno podía desear. Encerrado en aquel lugar escuchando como otros se divertían con algo que sientes absurdo no es divertido.

Acomodé mis largos cabellos rojizos que caían sobre mis hombros y acariciaban mi cuello. Mi camisa apestaba a sangre, aunque ya estaba seca, sintiendo la imperiosa necesidad de quitarme la ropa y entrar en el baño que tenía reservado, el cual comunicaba directamente con mi habitación.

Muchos habían decidido tomar habitaciones austeras, pero no me agradaba sentirme preso en un cubículo. Mael, Avicus o David gozaban de habitaciones simples con una decoración aún más simple y superflua. Sin embargo, yo admiraba hermosos frescos que habían sido pintados por un joven imitando el estilo de Marius, tan realista y detallado, en mi enorme cama con sábanas de seda negra y rodeado de libros, esculturas y equipos electrónicos.

En mi habitación tenía una mesa bastante amplia donde se hallaban algunos inventos que habían desarrollado los mortales, los cuales había abierto para comprender su funcionamiento, y por supuesto mi ordenador portátil el cual había sido decorado recientemente por Benji con algunas pegatinas de llamativos colores. Siempre permitía que el pequeño hiciera aquello como muestra de cariño. Algunas de éstas habían sido realizadas en un programa que yo mismo había usado con anterioridad. También tenía un flexo y varias carpetas importantes donde guardaba datos de mis observaciones en mi sala de experimentación. La mesa era robusta y tenía partes de metal, lo cual le daba un aspecto actual aunque con detalles tallados muy hermosos como pequeños ángeles.

Pasando a otros detalles de la habitación, que no me gustaría pasar por alto debido a su belleza, eran las columnas que habían sido revestidas con esculturas que subían sus brazos y alas hasta el techo. El armario era bastante robusto y tenía hermosas vidrieras que simbolizaban el edén en plena noche.

Por supuesto el cuarto estaba lleno de pequeños retablos, cuadros inspirados en el renacimiento y pesados volúmenes en estanterías atestadas de recuerdos de mis múltiples viajes. También había un hermoso piano próximo a la terraza, la cual se abría al jardín, y un par de ventanas de menor tamaño vestidas con delicadas cortinas de terciopelo negro con cordones dorados.

El baño sin embargo, aunque era bastante grande y de mármol con grifos de oro, no contaba con la amplitud que yo hubiese deseado. El espejo que cubría un lateral de la pared mostraba mi aspecto desaliñado, las pecas que aún se podían apreciar en mi piel, mis cabellos sucios por algunos trozos de carne ya en descomposición y mis pies llenos de barro. Había corrido tras mi pesa y le había dado su merecido en mi laboratorio, mostrando la mayor crueldad que se puede ofrecer sin que muera de inmediato.

Llené la bañera y me sumergí en sus aguas cristalinas que pronto se convirtieron en borgoña. El champú empezó a limpiar mis cabellos y el gel corporal le dio a mi piel un aroma mucho más agradable. Mi mente se desconectó recordando los suaves labios de Marius recorriendo mi cuello, acariciando mis pezones y deslizando ambas manos hasta mis ingles para abrirlas buscando su codiciado tesoro. Sin embargo, un ataque de rabia se apoderó de mí recordando los últimos rumores que había escuchado sobre él y un triángulo amoroso con sus viejos compañeros de hacía milenios.

Acabé saliendo de la bañera secándome con una rabia que me motivaba a buscar un plan ideal para recordar a Marius cuanto podía echarme de menos. Él era mi maestro y por lo tanto me pertenecía del mismo modo que yo le pertenecía. Siempre estaba dispuesto a escucharlo y amarlo, aunque en ocasiones me preguntara si realmente me amaba como decía.

Sonreí mirándome al espejo observando mi figura menuda y sensual. Recordé que había alguien soltero y tal vez interesado en ser acariciado de forma indecente. Él era un viejo amante que había atado a mi cama para complacerme en multitud de ocasiones y le había ofrecido el paraíso mientras su corazón sangraba por Lestat. Louis de Pointe du Lac, que pese a su cinismo, era un ser atractivo con dos esmeraldas que podían provocar que te derritieras.

Me vestí de forma simple para pasar desapercibido. Sólo llevaba una sudadera azul oscuro y unos jeans junto con unas converse blancas y azul marino. Esa ropa tan simple e insignificante me dio pasaporte para salir de la mansión, tomar un taxi y pedir que me llevaran a la vivienda de Louis a varios kilómetros de allí.

El vehículo era estrecho y tenía el tapizado algo dañado, pero al menos no olía a cigarrillos sino un aroma fresco a menta. Observé los ojos del conductor de café intenso y sus labios sugerentes, el cual conducía con total tranquilidad por las diversas calles, avenidas y carreteras. Podía ver como los árboles quedaban atrás, como las altas farolas, los viejos edificios, los bares y lugares de vida nocturna, mientras nos adentrábamos en una zona más rural.

Cuando el vehículo entró en el campo de tierra el vehículo traqueteó provocando que me moviera en el asiento y se levantara algo de polvo. La mansión se veía imponente y me pregunté si no era demasiado espacio vital para un vampiro. Estaba acostumbrado a convivir con decenas de nuestros compañeros, por ello no me sentía incomodo en la vivienda de Lestat aunque sus fiestas me sacaban de quicio.

El mayordomo salió a recibirme, el cual intuyó que debía ser un asunto urgente nada más reconocerme. La vivienda de Louis estaba mucho mejor decorada que mi habitación. Cada lugar en el cual posabas los ojos veías arte, libros, artesanía y hermosas esculturas. Una vivienda que poseía el rico estilo de su época como mortal.

Había acudido en un par de ocasiones donde su recepción fue fría pero cordial. Él parecía haber encontrado en la nueva sangre de Lestat cierto soporte para mantenerse en pie pese a las apariciones de Claudia, la perdida del amor entre él y ese maldito egocéntrico que teníamos por supuesto “líder” y los diversos momentos tensos que todos habíamos padecido de una forma u otra.

La escalera de mármol estaba decorada con una alfombra en color vino tinto, igual que las cortinas, y poseía jarrones cargados de rosas blancas que resaltaban gracias al color rojo oscuro. Él bajó por la escalera con una camisa blanca, chaleco verde, pañuelo de seda al cuello del mismo tono que el chaleco y unos pantalones y zapatos negros. Se veía atractivo con el cabello suelto y ondulado cayendo sobre sus hombros y algo más allá de su espalda. Sin duda me estremecí y sentí deseos de poner en práctica aquel fantástico plan.

-Armand mon ami, vaya sorpresa la que me has dado al venir a visitarme -dijo al ver que realmente estaba allí al pie de la escalera, aproximándome a él para terminar apoyado en el barandal-Cuando el mayordomo me dio el aviso no podía creerlo y no dudé en venir a comprobar que fuera cierto -terminó de bajar las escaleras y me recibió con una encantadora sonrisa, un fuerte abrazo y un beso en ambas mejillas al puro estilo francés- ¿Qué te trae por aquí? Claro, si se puede saber.

-Deseaba saber que estabas haciendo aquí en este respiro espiritual sin ebrios cantando en el karaoke- respondí con una sonrisa simple que guardaba una estrategia de guerra-¿Podemos conversar recordando los viejos tiempos? A solas sin Lestat o el resto. Solos tú y yo.

-Ya veo -murmuró comprendiendo la razón aparente de mi visita- Me alegra escuchar eso- su tono de voz era aterciopelado como siempre, con un magnífico acento a pesar de sus siglos y poseía una encantadora mirada. Sin embargo, era el más despiadado de todos- Adelante, pasa y ponte cómodo. Cómo podrás ver, aquí en mi hogar sólo está el servicio, Marianne y los mellizos... que ahora han salido de paseo, así que poseemos toda la intimidad posible.

-Algo tarde ¿tal vez a una de tus modistas?-sabía que Louis era exclusivo con su ropa y muy delicado. Tenía la costumbre de mandar pedir toda su ropa y trabajaban para él a cualquier hora- Espero no haber molestado alguna de tus lecturas a Kafka- dije con total sinceridad.

Conocía los peculiares gustos literarios de Louis y su gran fervor a ciertos autores. Era un enamorado de la literatura y quedaba completamente embelesado. Había escuchado en más de una ocasión quejas por haber sido interrumpido e incluso atacó a un sirviente por ello. No era un remanso de paz y belleza como todos solían creer, pero ese era otro tema distinto.

-¿Podemos ir al salón de aquel encantador sofá Luis XV forrado en estampado negro? Me encantaba el piano de esa sala, sus hermosas repisas cargadas de libros y las gloriosas esculturas que yacían inmóviles sobre la chimenea- necesitaba una habitación algo pomposa y llena de belleza para liberar mi alma.

-Vaya, eso suena como si me tuvieras vigilado en todo lo que hago -bromeó acercándose un poco más a mí- ¿A caso serás mi nuevo acosador? -me dijo con una mirada coqueta mientras se daba media vuelta- Efectivamente, leía a Kafka pero si se trata de ti lo he dejado a un lado. No siempre recibo visitas de otros como yo así que está bien. Sígueme, iremos donde tu desees y hablaremos de todo lo que quieras -se adelantó en el camino llevándome hacia el salón mencionado.

En el camino se topó con uno de los mayordomos y le indicó que avisara a todos que no deseaba ser molestado, incluso si llegaba Marianne con los niños. Aquello me hizo sentir más cómodo. Si hubiese apostado a tener las cosas tan rodadas no lo creería.

Al llegar a la sala decidí sacarme la sudadera y quedarme en camiseta sin mangas de color negro. La chimenea estaba encendida y el ambiente era cálido. Me senté en el sofá mientras le miraba con inocencia fingida y cierta seducción, pues era una de esas miradas que ni siquiera él sabía apartar.

-¿Y si soy tu nuevo acosador? ¿Te importaría?-pregunté recostándome en el respaldo mientras lo miraba fijamente a los ojos- Responde Louis, por favor- dije con media sonrisa.

Me había seguido atentamente con su verde mirada, como si fuera un felino entretenido con una mota de polvo. Cada movimiento y cada gesto que hacía, aunque sin saber él bien por qué pero le resultaba bastante más atractivo que aquella primera vez en la cual se vieron y compartieron tiempo juntos. Mantuvo sus ojos en mí de forma serena y luego sonrió provocando que me estremeciera.

-¿De verdad quieres saber la respuesta? -entrecerró sus ojos mientras yo dejaba caer mis párpados retirando la mirada, como si me avergonzara de mis actos aunque más bien estaba deseoso de saber que ocurriría en aquella habitación- Sinceramente no, al contrario. Me resulta curioso y...-hizo un breve silencio paladeando la siguiente palabra como si le calentara- excitante -amplió más su sonrisa y caminó lentamente hacia el sofá deteniéndose justamente frente a mí.

Sus pasos eran cortos y elegantes. Tenía una figura muy atractiva con aquella ropa tan elegante y cuidada. Sabía que elegía concienzudamente cada prenda y sus diversos accesorios. Su cabello caía libre porque así lo había decidido pensando en que era lo mejor para la ropa y complementos que llevaba. Cuando estuvo frente a mí detenido pude sentir su fresca fragancia, la cual quise captar con desesperación oliendo sus dedos y cuello.

Louis se inclinó colocando sus manos en el respaldo del sofá dejando mi cabeza en medio de sus brazos. Su mirada parecía desafiarme aunque no era dura, sino que parecía jugar. Quizás eso hacía con todos. Tenía un poder de seducción superior al de Lestat, aunque decirle algo así a mi estúpido amigo le hundiría y prefería no escuchar su escándalo sobre porque debía retractarme.

-No soy tan tonto como parezco mon ami. Dices que vienes a charlar de viejos tiempos pero tu mirada me dice otra cosa, algo oscuro y perverso, oui... sobre todo perverso... -me habló entre murmullos sólo para provocarme con su voz.

Eché mis manos sobre sus hombros y con suaves caricias las deslicé a su cuello bajo su mentón. Tiré de él suavemente hacia mí mientras abría mis piernas y buscaba su boca. La rocé con mi aliento frío y con la punta de mi lengua. Tenía los labios más suaves que jamás había besado, incluso más suaves que los de Sybelle.

-¿Me dejas pervertir tus sentidos con mi oscuridad?-mascullé acabando por morder su labio inferior mientras me acomodaba en el asiento.

Cerró brevemente los ojos para poder disfrutar cada caricia recibida, ni siquiera puso resistencia cuando tiré de él para quedar demasiado cerca. Podía percibir su figura masculina inclinada sobre la mía para ofrecerme cierto nerviosismo.

-Oui... ahora soy un hombre libre y si bien no soy tan libertino como el idiota de Lestat, también poseo necesidades y... -soltó un gemido mezclado con una queja y le susurró al oído- Has llegado justo en el momento más indicado -se relamió los labios mientras me miraba con profundo deseo y se acomodaba entre mis piernas- Vamos a divertirnos esta noche -finalmente unió sus labios en un ansiado beso, profundo y apasionado.

No era la primera vez en la cual nos besábamos. Durante mis años con él disfruté su compañía en plenitud, sin embargo había mejorado en su papel de arrollador seductor y eso me hacía sentirme un ratón en las garras de un enorme gato.

Mis manos se movieron hábiles y rápidas por sus delicadas prendas deshaciéndome de sus botones. Primero cayó el chaleco y después la camisa para que así pudiera pasear mis uñas, arañando suavemente, por su piel de porcelana. Sentía mi lengua hundida en su boca y la suya devorándome salvajemente mientras no podía dejar de gemir sintiéndome nervioso y entregado. ¿Cuándo había sido la última vez que Marius me había besado así? Ni siquiera recordaba si lo había hecho en los últimos años.

En un movimiento rápido y preciso cambié las posiciones. Louis quedó sentado en el sofá y yo quedé sobre él con mis piernas abiertas, clavando las rodillas a ambos lados de sus costados y sobre el sofá, mientras sentía su entrepierna ir despertando bajo mis nalgas que se veían y sentían apretadas por los pantalones. Aquello provocó una reacción en cadena. Mi pelvis empezó a moverse y mis nalgas a rozarse sobre su bragueta mientras me quitaba la camiseta.

-Yo no soy libre pero no quiero que te detengas. Louis, por favor. Hazme tuyo sin piedad esta noche, provócame el placer que ya no recuerdo y haz que gima tu nombre como si fueran alabanzas en una iglesia-lo besé pegando mi torso desnudo contra el suyo y aquel roce de pieles me hizo jadear cerca de sus labios.

-¿Crees que voy a detenerme justo ahora? ¿Crees que temo a la ira de tu maestro? -me hizo aquellas preguntas mientras negaba- Oh no, no, mon cher -mordisqueó mi labio inferior con fiereza- Nada podrá detenerme ahora, has venido hasta mi casa a ofrecerme lo que necesito en estos momentos y ¿quién mejor que tu para saciar mis deseos? -acarició mi torso terminó por desvestirme arrancando los botones de mi pantalón al abrirlo con fuerza- Te daré lo que deseas mon petit ange... -movió sus caderas para que su miembro, el cual se encontraba a medio despertar, rozara mis nalgas y me hiciera gemir de deseo- Quiero hacerte mío, darte mi amor como nunca pude dártelo... -acarició mis pezones y lamió uno de ellos para luego mordisquearlo.

Mi pezón derecho estaba atrapado en su boca mientras mis manos se hundían en su espesa melena negra. Sólo había dos hombres cuyo cabello había envidiado por su sedoso y bello, uno era el de Louis y el otro el de Santino. Ambos poseían unas facciones muy masculinas, mucho más que las mías pues había quedado en una edad en la cual viajaba entre el hombre y el niño. Mis dedos temblaban enredados en sus mechones mientras mis caderas se movían insinuantes. Quería despertar en él la bestia que asechaba en la oscuridad, pues era como un terrible felino que espera su oportunidad para arrancarte el aliento y la vida.

-Amor...-balbuceé con mis labios enrojecidos por los besos y mordiscos- Un amor duro, masculino y fiero. Sí, un amor que tú me puedes dar-dije tomándolo del rostro con ambas manos para verlo frente a frente- Un amor que puede llenar el vacío que siento en mi pecho y... -tomé su mano izquierda con mi derecha y la coloqué en mi trasero- aquí-sonreí contemplándolo como lo haría un ángel de piedra. Esos ángeles que tanto me llamaban la atención y provocaban que quisiera aprender a esculpir con mis propios dedos para darles forma. Un ángel despiadado que quería las atenciones de un monstruo de ojos verdes y hermosos labios- Louis, quiero sentir mis piernas cansadas.

Me bajé de sus piernas quitándome la ropa con cierto descaro. Mis manos se paseaban por mi torso y lentamente bajaba mis pantalones, los mismos que quedaron en el suelo junto a mis deportivas. Al acercarme lamí sus labios y pasé mis manos por su torso hasta sus muslos. Abrí sus piernas mirándolo a los ojos y me incliné para lamer su ombligo, después bajé hasta su bragueta y mordisqueé su abultada entrepierna. Su mirada se mantenía fija en la mía mientras mi boca dejaba suaves besos sobre la tela.

-Deja que muestre mi gratitud-dije quitándole el cinturón para colocarlo en mi cuello, luego se la tendí y quedé como si fuera un perro encadenado a una correa.

Con cuidado saqué su miembro que ya había despertado, aunque aún el pellejo cubría su glande y con cuidado lamí este bajándolo hacia abajo para que terminara de endurecerse. Y ciertamente, Louis seguía siendo sensible a mis trucos. Pronto estaba completamente erecto con tan sólo unas lamidas, sin embargo yo no me detendría. Comencé a succionar con apetito, como si él pudiera calmar mi sed.

Miraba con profundo deseo y soltaba uno que otro gemido mientras hacia todo aquello para encenderlo. Mis palabras en sus oídos sonaban como la más bella melodía, de pronto enredó sus dedos entre mis rizos bermejos y tiró de ellos para levantar mi cabeza y apartarme de su miembro con brusquedad, se inclinó y besó mis labios devorándolos con fiereza.

-Ahh mon amour... -susurró contra mi boca mientras una de sus manos viajaba por mi espalda, acariciando mi blanca piel con las yemas de sus dedos hasta llegar a sus nalgas- Eres tan exquisito y hermoso... -me pegó una nalgada y luego apretó uno de mis glúteos- No sabes cuánto deseo que tu delicioso trasero sea mío... -coló un dedo entre mis nalgas y comenzó a acariciar la entrada- ¿Me quieres dentro?

Gemí al notar aquel dedo deseando sentir su miembro abriéndome y llenándome por completo, viajando en mi interior mientras sus testículos chocaran contra mi trasero. Sentía fuego quemándome por dentro y empecé a sudar ofreciéndole una imagen trémula e indecente. Quería ser su amante aquella noche, que me sacara de la soledad en la que Marius me había hundido y finalmente pudiera sentir el placer más mundano y delicioso que era sin duda el sexo.

Me aparté de él recostándome en el suelo con el pecho contra la alfombra abriendo mis piernas. Mi entrada se veía completamente apetitosa mientras mi miembro colgaba completamente duro. Alcé mi rostro y le miré con una mirada sumisa por encima de mis hombros. Allí estaba sentado con su miembro duro mostrándose con una pequeña corona de cabello negro y sus pantalones aún puestos.

-Louis... sin decoro ni miedos. Por favor, párteme en dos esta noche-gemí hundiendo mi rostro entre mis brazos, los cuales se veían diminutos y frágiles. Todo mi cuerpo en realidad se veía frágil.

Miró con profunda admiración y gozo la forma tan sumisa en la que me ofrecía y por supuesto que no dejaría escapar aquella oportunidad que se el antojaba demasiado deliciosa. Yo sabía que él me deseaba y sólo tenía que ver sus ojos fieros clavados en mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo imaginando que se debatía en su mente y finalmente supe que posiblemente se decía que no tenía que rendir cuentas a nadie, ni explicaciones y tampoco excusas. Él era libre y tan libre que era que podía hacer lo que él quisiera en cualquier momento y con quien él eligiera. Se bajó decidido el pantalón y la ropa interior, se descalzó y gateó hasta mí igual que una pantera a punto de devorar a su presa.

-Armand, mi bello y hermoso ángel de fuego... -llegó hasta mí con aquellas palabras que me hicieron retorcerme de sólo imaginarme todo lo que la noche me deparaba. Se puso de rodillas tomando mis caderas, masajeó mi miembro y colocó tan sólo el glande en mi trasero el cual se veía apetecible- ¡Se mío, mon amour! -clavó las uñas en mi piel en la zona de mis caderas y de una sola estocada me penetró- Ah, magnifique! Merveilleux! -se movía rápido y profundo, tan profundo que se escuchaba un delicioso golpeteo de sus testículos contra mis nalgas- Oh, mon amour! -se inclinó para tomar mi miembro y masturbarlo.

Me quedé sin aliento cuando pude sentir su miembro. Era de un tamaño inferior al de Marius, pero tenía un grosor maravilloso. Podía sentir sus testículos golpear mi trasero y sus manos, algo inquietas, sobre mi miembro. Quería gritar su nombre y finalmente lo hice. Gritaba su nombre completamente eufórico. Movía mis caderas de forma contraria mientras clavaba mis uñas en la alfombra. Estaba siendo completamente sumiso y complaciente, como si fuera un animal domesticado.

Mis cabellos caían sobre mis ojos y se pegaba a mi cuello. Aquella noche había decidido no cortar ni siquiera un mechón. Fue algo muy inteligente pues sabía que Louis prefería el cabello largo, quizás porque usualmente terminaba tomando a sus amantes de éste para darle órdenes. Y así lo hizo. Louis me agarró del cabello tirando de mi cabeza hacia atrás, de igual modo que tomó con la otra mano la correa provocando que sintiera cierto dolor y a la vez deseos de sumisión absoluta.

-Vamos mon amour-dijo en un gruñido que incluso a mí me sorprendió.

Tanto era mi deseo y tantas las emociones que acabé llegando a un profundo orgasmo sin poder gritarlo siquiera. Cuando llegué él me se retiró de mi interior, pero no soltó mi pelo. Tiró de mi cabello y me acercó a su miembro para enterrarlo, como si fuera una daga y yo un faquir, en mi boca. Allí me dejó pegado, sin poder separarme siquiera unos centímetros, mientras él me quitaba la correa del cuello.

Al apartarme me lamí los labios saboreando aún su delicioso sabor que cubría su sexo. Él se sentó en el sofá con el cinturón en sus manos y me miró severamente. Tuve miedo por unos segundos, pero era ese miedo delicioso que te impulsa a ser un condenado a los infiernos. Por ello me acerqué gateando y subí sobre sus piernas, él me giró recostándome en ellas para empezar a golpear mis nalgas con el cinturón doblado. El glúteo derecho empezó a sangrar antes que el izquierdo, pues pude notar la sangre correr libremente por mis muslos.

-Louis, por favor, vuelve dentro de mí- notaba su miembro duro rozar mi torso mientras él me azotaba- Louis, lo necesito-entonces noté como enterraba tres de sus dedos en mi entrada moviéndolos de una forma que me hacía gemir.

Me tiró al suelo dejándome como si fuera un ángel que había caído destrozado, sin alas y sin perdón alguno, por la lujuria que corría vibrando por toda su figura. Mis cabellos estaban empapados y pegados a mi frente, mis brazos estaban abiertos en cruz y mis piernas temblaban esperando que él me penetrara. Tenía una mirada llena de desesperación que me hizo llorar, pero él sonreía satisfecho lamiéndose los labios. Su boca era apetitosa y necesitaba devorarla.

Se incorporó caminando hacia mí, abriéndome para observar mi miembro nuevamente erecto. Negó con la cabeza inclinándose sobre mi pecho y lamió mis pezones. Rápidamente lo abracé moviendo mis caderas pensando que me liberaría del calor que sentía. Necesitaba sentir su esperma bañándome. Su lengua se paseó por mi torso dejando un ligero camino hasta mi vientre y después mordió mis muslos. Me giró realizando las mismas caricias por mi espalda, salvo que su lengua acabó dentro de mi ano.

Gemía sin poder decir nada. Mis brazos temblaban y acabé con el pecho completamente sobre la alfombra. Cuando apartó su lengua empezó a penetrar de forma rápida y violenta. Tras unas cuantas estocadas acabé derramando mi esperma de nuevo sobre la alfombra y él prosiguió moviéndose hasta correrse en mi interior. Después de aquello permanecimos abrazados sintiendo sus brazos rodeándome y sus manos acariciándome como lo haría un completo enamorado.

Mi amor por Louis había quedado en un estado irreparable, pero su compañía seguía siendo muy agradable y amena. Sabía que podía ser un maldito cínico y una bestia, pero su belleza me embelesaba de tal forma que olvidaba que nuestra relación era imposible. Decidí acompañarlo durante toda la noche y al atardecer siguiente pude sentir una presencia conocida, la cual no era Louis, en el dormitorio donde ambos compartíamos lecho.

-¡Despierta!-la voz de Marius reverberó subiendo por las paredes hasta la lámpara del techo, la cual explotó esparciendo entonces en la habitación diminutos trozos de cristal.

Louis se incorporó sin prestar demasiada atención a la molestia que tanto agitaba a mi maestro. Sin embargo, yo sólo lo miré tumbado con una sonrisa de enorme satisfacción.

-Marius ¿puedes marcharte?-interrogué recostándome mejor en la cama.

Vi como Louis se colocaba una de sus batas vedes y la ataba a su cintura. Pude apreciar como ambos se miraron. Louis completamente calmado como si aquello no fuera con él y Marius con una ira que le impulsaba prácticamente a matarlo. Sin embargo, no hizo nada y tuvo que marcharse conducido hasta la puerta por mi amante ocasional.

No sé que pudo decirle Louis pero cuando regresé a la mansión de Lestat, donde la mayoría estaba allí hospedados, se aproximó hasta mí con una agenda electrónica muy sofisticada y un cuaderno lleno de nuevos bocetos que había hecho pensando en mí.

-No, gracias-respondí alejándome de él.

-¡Eres mío!-exclamó furibundo.

-Eso lo decido yo-dije sin girarme para no sentirme tentado a ir a sus brazos-Y ahora decido que puedo ser de Louis si quiero.

Pude oír como la agenda electrónica se estrellaba en el suelo y el movimiento de su túnica cortando el aire. Él me abrazó rodeándome besando mis cabellos, mejilla, frente, labios y cuello mientras yo simplemente le miraba absorto. Parecía doblegarse ante mí, pero eso era una estupidez y bien sabía que pronto volvería a cometer el mismo pecado.

-Te amo querubín-murmuró ahogado en lágrimas.

-Yo también te amo maestro, pero necesito meditar si puedo volver a tu lado o no.


Mis palabras le hirieron, sin embargo mi dignidad y orgullo estaban primero. Debía plantearme seriamente el estar con él o buscar otros amantes que me dieran lo único que él podía ofrecerme, pues su corazón estaría por siempre dividido y jamás sería mío por completo.  

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Lestat de Lioncourt