Bonsoir mes amis
Aquí les traigo un fanfic de Louis y Armand. También tiene cierta participación Marius y mi recuerdo como amante de Louis.
Lestat de Lioncourt.
Prometo amarte de forma entregada
El aburrimiento me había llegado a mi
vida. Después de anotar mi último experimento quedé sin nada que
hacer. Los mortales se divertían en el piso inferior con el resto de
invitados. Podía escuchar los pasos alegres de las mujeres y otros
más pausados, intentando llevar el ritmo de forma algo torpe, por
algunos muchachos que no llegaban a la veintena.
Podía escuchar mortales incluso en el
jardín, los mismos que llevaban horas allí padeciendo frío
mientras intentaban llamar la atención de unos y otros. Observaba
todo desde mi ventana apartando con sutileza la cortina para
sorprenderme con sus bailes mal acompasados. Eran jóvenes que habían
llegado a los treinta años, e incluso algunos prácticamente
entraban en los cuarenta, decidieron tomar el jardín para observar
al fin una noche despejada en New Orleans, los cuales bebían en
vasos de plástico el fantástico licor de guindas y whisky que
habían preparado los camareros contratados para la ocasión. Aquello
según Lestat, y sus seguidores, era una fiesta increíble y alocada.
A mí sin duda me parecía un grupo de patanes berreando en
micrófono.
Se celebraba un concierto, como cada
noche, mientras intentaban acceder a los rincones ocultos de la
mansión. Nuestras habitaciones siempre estaban cerradas a cal y
canto cuando no nos hallábamos en ellas, así como cuando sí lo
hacíamos para no ser molestados. Sin embargo, las paredes no eran
tan gruesas como uno podía desear. Encerrado en aquel lugar
escuchando como otros se divertían con algo que sientes absurdo no
es divertido.
Acomodé mis largos cabellos rojizos
que caían sobre mis hombros y acariciaban mi cuello. Mi camisa
apestaba a sangre, aunque ya estaba seca, sintiendo la imperiosa
necesidad de quitarme la ropa y entrar en el baño que tenía
reservado, el cual comunicaba directamente con mi habitación.
Muchos habían decidido tomar
habitaciones austeras, pero no me agradaba sentirme preso en un
cubículo. Mael, Avicus o David gozaban de habitaciones simples con
una decoración aún más simple y superflua. Sin embargo, yo
admiraba hermosos frescos que habían sido pintados por un joven
imitando el estilo de Marius, tan realista y detallado, en mi enorme
cama con sábanas de seda negra y rodeado de libros, esculturas y
equipos electrónicos.
En mi habitación tenía una mesa
bastante amplia donde se hallaban algunos inventos que habían
desarrollado los mortales, los cuales había abierto para comprender
su funcionamiento, y por supuesto mi ordenador portátil el cual
había sido decorado recientemente por Benji con algunas pegatinas de
llamativos colores. Siempre permitía que el pequeño hiciera aquello
como muestra de cariño. Algunas de éstas habían sido realizadas en
un programa que yo mismo había usado con anterioridad. También
tenía un flexo y varias carpetas importantes donde guardaba datos de
mis observaciones en mi sala de experimentación. La mesa era robusta
y tenía partes de metal, lo cual le daba un aspecto actual aunque
con detalles tallados muy hermosos como pequeños ángeles.
Pasando a otros detalles de la
habitación, que no me gustaría pasar por alto debido a su belleza,
eran las columnas que habían sido revestidas con esculturas que
subían sus brazos y alas hasta el techo. El armario era bastante
robusto y tenía hermosas vidrieras que simbolizaban el edén en
plena noche.
Por supuesto el cuarto estaba lleno de
pequeños retablos, cuadros inspirados en el renacimiento y pesados
volúmenes en estanterías atestadas de recuerdos de mis múltiples
viajes. También había un hermoso piano próximo a la terraza, la
cual se abría al jardín, y un par de ventanas de menor tamaño
vestidas con delicadas cortinas de terciopelo negro con cordones
dorados.
El baño sin embargo, aunque era
bastante grande y de mármol con grifos de oro, no contaba con la
amplitud que yo hubiese deseado. El espejo que cubría un lateral de
la pared mostraba mi aspecto desaliñado, las pecas que aún se
podían apreciar en mi piel, mis cabellos sucios por algunos trozos
de carne ya en descomposición y mis pies llenos de barro. Había
corrido tras mi pesa y le había dado su merecido en mi laboratorio,
mostrando la mayor crueldad que se puede ofrecer sin que muera de
inmediato.
Llené la bañera y me sumergí en sus
aguas cristalinas que pronto se convirtieron en borgoña. El champú
empezó a limpiar mis cabellos y el gel corporal le dio a mi piel un
aroma mucho más agradable. Mi mente se desconectó recordando los
suaves labios de Marius recorriendo mi cuello, acariciando mis
pezones y deslizando ambas manos hasta mis ingles para abrirlas
buscando su codiciado tesoro. Sin embargo, un ataque de rabia se
apoderó de mí recordando los últimos rumores que había escuchado
sobre él y un triángulo amoroso con sus viejos compañeros de hacía
milenios.
Acabé saliendo de la bañera secándome
con una rabia que me motivaba a buscar un plan ideal para recordar a
Marius cuanto podía echarme de menos. Él era mi maestro y por lo
tanto me pertenecía del mismo modo que yo le pertenecía. Siempre
estaba dispuesto a escucharlo y amarlo, aunque en ocasiones me
preguntara si realmente me amaba como decía.
Sonreí mirándome al espejo observando
mi figura menuda y sensual. Recordé que había alguien soltero y tal
vez interesado en ser acariciado de forma indecente. Él era un viejo
amante que había atado a mi cama para complacerme en multitud de
ocasiones y le había ofrecido el paraíso mientras su corazón
sangraba por Lestat. Louis de Pointe du Lac, que pese a su cinismo,
era un ser atractivo con dos esmeraldas que podían provocar que te
derritieras.
Me vestí de forma simple para pasar
desapercibido. Sólo llevaba una sudadera azul oscuro y unos jeans
junto con unas converse blancas y azul marino. Esa ropa tan simple e
insignificante me dio pasaporte para salir de la mansión, tomar un
taxi y pedir que me llevaran a la vivienda de Louis a varios
kilómetros de allí.
El vehículo era estrecho y tenía el
tapizado algo dañado, pero al menos no olía a cigarrillos sino un
aroma fresco a menta. Observé los ojos del conductor de café
intenso y sus labios sugerentes, el cual conducía con total
tranquilidad por las diversas calles, avenidas y carreteras. Podía
ver como los árboles quedaban atrás, como las altas farolas, los
viejos edificios, los bares y lugares de vida nocturna, mientras nos
adentrábamos en una zona más rural.
Cuando el vehículo entró en el campo
de tierra el vehículo traqueteó provocando que me moviera en el
asiento y se levantara algo de polvo. La mansión se veía imponente
y me pregunté si no era demasiado espacio vital para un vampiro.
Estaba acostumbrado a convivir con decenas de nuestros compañeros,
por ello no me sentía incomodo en la vivienda de Lestat aunque sus
fiestas me sacaban de quicio.
El mayordomo salió a recibirme, el
cual intuyó que debía ser un asunto urgente nada más reconocerme.
La vivienda de Louis estaba mucho mejor decorada que mi habitación.
Cada lugar en el cual posabas los ojos veías arte, libros, artesanía
y hermosas esculturas. Una vivienda que poseía el rico estilo de su
época como mortal.
Había acudido en un par de ocasiones
donde su recepción fue fría pero cordial. Él parecía haber
encontrado en la nueva sangre de Lestat cierto soporte para
mantenerse en pie pese a las apariciones de Claudia, la perdida del
amor entre él y ese maldito egocéntrico que teníamos por supuesto
“líder” y los diversos momentos tensos que todos habíamos
padecido de una forma u otra.
La escalera de mármol estaba decorada
con una alfombra en color vino tinto, igual que las cortinas, y
poseía jarrones cargados de rosas blancas que resaltaban gracias al
color rojo oscuro. Él bajó por la escalera con una camisa blanca,
chaleco verde, pañuelo de seda al cuello del mismo tono que el
chaleco y unos pantalones y zapatos negros. Se veía atractivo con el
cabello suelto y ondulado cayendo sobre sus hombros y algo más allá
de su espalda. Sin duda me estremecí y sentí deseos de poner en
práctica aquel fantástico plan.
-Armand mon ami, vaya sorpresa la que
me has dado al venir a visitarme -dijo al ver que realmente estaba
allí al pie de la escalera, aproximándome a él para terminar
apoyado en el barandal-Cuando el mayordomo me dio el aviso no podía
creerlo y no dudé en venir a comprobar que fuera cierto -terminó de
bajar las escaleras y me recibió con una encantadora sonrisa, un
fuerte abrazo y un beso en ambas mejillas al puro estilo francés-
¿Qué te trae por aquí? Claro, si se puede saber.
-Deseaba saber que estabas haciendo
aquí en este respiro espiritual sin ebrios cantando en el karaoke-
respondí con una sonrisa simple que guardaba una estrategia de
guerra-¿Podemos conversar recordando los viejos tiempos? A solas sin
Lestat o el resto. Solos tú y yo.
-Ya veo -murmuró comprendiendo la
razón aparente de mi visita- Me alegra escuchar eso- su tono de voz
era aterciopelado como siempre, con un magnífico acento a pesar de
sus siglos y poseía una encantadora mirada. Sin embargo, era el más
despiadado de todos- Adelante, pasa y ponte cómodo. Cómo podrás
ver, aquí en mi hogar sólo está el servicio, Marianne y los
mellizos... que ahora han salido de paseo, así que poseemos toda la
intimidad posible.
-Algo tarde ¿tal vez a una de tus
modistas?-sabía que Louis era exclusivo con su ropa y muy delicado.
Tenía la costumbre de mandar pedir toda su ropa y trabajaban para él
a cualquier hora- Espero no haber molestado alguna de tus lecturas a
Kafka- dije con total sinceridad.
Conocía los peculiares gustos
literarios de Louis y su gran fervor a ciertos autores. Era un
enamorado de la literatura y quedaba completamente embelesado. Había
escuchado en más de una ocasión quejas por haber sido interrumpido
e incluso atacó a un sirviente por ello. No era un remanso de paz y
belleza como todos solían creer, pero ese era otro tema distinto.
-¿Podemos ir al salón de aquel
encantador sofá Luis XV forrado en estampado negro? Me encantaba el
piano de esa sala, sus hermosas repisas cargadas de libros y las
gloriosas esculturas que yacían inmóviles sobre la chimenea-
necesitaba una habitación algo pomposa y llena de belleza para
liberar mi alma.
-Vaya, eso suena como si me tuvieras
vigilado en todo lo que hago -bromeó acercándose un poco más a mí-
¿A caso serás mi nuevo acosador? -me dijo con una mirada coqueta
mientras se daba media vuelta- Efectivamente, leía a Kafka pero si
se trata de ti lo he dejado a un lado. No siempre recibo visitas de
otros como yo así que está bien. Sígueme, iremos donde tu desees y
hablaremos de todo lo que quieras -se adelantó en el camino
llevándome hacia el salón mencionado.
En el camino se topó con uno de los
mayordomos y le indicó que avisara a todos que no deseaba ser
molestado, incluso si llegaba Marianne con los niños. Aquello me
hizo sentir más cómodo. Si hubiese apostado a tener las cosas tan
rodadas no lo creería.
Al llegar a la sala decidí sacarme la
sudadera y quedarme en camiseta sin mangas de color negro. La
chimenea estaba encendida y el ambiente era cálido. Me senté en el
sofá mientras le miraba con inocencia fingida y cierta seducción,
pues era una de esas miradas que ni siquiera él sabía apartar.
-¿Y si soy tu nuevo acosador? ¿Te
importaría?-pregunté recostándome en el respaldo mientras lo
miraba fijamente a los ojos- Responde Louis, por favor- dije con
media sonrisa.
Me había seguido atentamente con su
verde mirada, como si fuera un felino entretenido con una mota de
polvo. Cada movimiento y cada gesto que hacía, aunque sin saber él
bien por qué pero le resultaba bastante más atractivo que aquella
primera vez en la cual se vieron y compartieron tiempo juntos.
Mantuvo sus ojos en mí de forma serena y luego sonrió provocando
que me estremeciera.
-¿De verdad quieres saber la
respuesta? -entrecerró sus ojos mientras yo dejaba caer mis párpados
retirando la mirada, como si me avergonzara de mis actos aunque más
bien estaba deseoso de saber que ocurriría en aquella habitación-
Sinceramente no, al contrario. Me resulta curioso y...-hizo un breve
silencio paladeando la siguiente palabra como si le calentara-
excitante -amplió más su sonrisa y caminó lentamente hacia el sofá
deteniéndose justamente frente a mí.
Sus pasos eran cortos y elegantes.
Tenía una figura muy atractiva con aquella ropa tan elegante y
cuidada. Sabía que elegía concienzudamente cada prenda y sus
diversos accesorios. Su cabello caía libre porque así lo había
decidido pensando en que era lo mejor para la ropa y complementos que
llevaba. Cuando estuvo frente a mí detenido pude sentir su fresca
fragancia, la cual quise captar con desesperación oliendo sus dedos
y cuello.
Louis se inclinó colocando sus manos
en el respaldo del sofá dejando mi cabeza en medio de sus brazos. Su
mirada parecía desafiarme aunque no era dura, sino que parecía
jugar. Quizás eso hacía con todos. Tenía un poder de seducción
superior al de Lestat, aunque decirle algo así a mi estúpido amigo
le hundiría y prefería no escuchar su escándalo sobre porque debía
retractarme.
-No soy tan tonto como parezco mon ami.
Dices que vienes a charlar de viejos tiempos pero tu mirada me dice
otra cosa, algo oscuro y perverso, oui... sobre todo perverso... -me
habló entre murmullos sólo para provocarme con su voz.
Eché mis manos sobre sus hombros y con
suaves caricias las deslicé a su cuello bajo su mentón. Tiré de él
suavemente hacia mí mientras abría mis piernas y buscaba su boca.
La rocé con mi aliento frío y con la punta de mi lengua. Tenía los
labios más suaves que jamás había besado, incluso más suaves que
los de Sybelle.
-¿Me dejas pervertir tus sentidos con
mi oscuridad?-mascullé acabando por morder su labio inferior
mientras me acomodaba en el asiento.
Cerró brevemente los ojos para poder
disfrutar cada caricia recibida, ni siquiera puso resistencia cuando
tiré de él para quedar demasiado cerca. Podía percibir su figura
masculina inclinada sobre la mía para ofrecerme cierto nerviosismo.
-Oui... ahora soy un hombre libre y si
bien no soy tan libertino como el idiota de Lestat, también poseo
necesidades y... -soltó un gemido mezclado con una queja y le
susurró al oído- Has llegado justo en el momento más indicado -se
relamió los labios mientras me miraba con profundo deseo y se
acomodaba entre mis piernas- Vamos a divertirnos esta noche
-finalmente unió sus labios en un ansiado beso, profundo y
apasionado.
No era la primera vez en la cual nos
besábamos. Durante mis años con él disfruté su compañía en
plenitud, sin embargo había mejorado en su papel de arrollador
seductor y eso me hacía sentirme un ratón en las garras de un
enorme gato.
Mis manos se movieron hábiles y
rápidas por sus delicadas prendas deshaciéndome de sus botones.
Primero cayó el chaleco y después la camisa para que así pudiera
pasear mis uñas, arañando suavemente, por su piel de porcelana.
Sentía mi lengua hundida en su boca y la suya devorándome
salvajemente mientras no podía dejar de gemir sintiéndome nervioso
y entregado. ¿Cuándo había sido la última vez que Marius me había
besado así? Ni siquiera recordaba si lo había hecho en los últimos
años.
En un movimiento rápido y preciso
cambié las posiciones. Louis quedó sentado en el sofá y yo quedé
sobre él con mis piernas abiertas, clavando las rodillas a ambos
lados de sus costados y sobre el sofá, mientras sentía su
entrepierna ir despertando bajo mis nalgas que se veían y sentían
apretadas por los pantalones. Aquello provocó una reacción en
cadena. Mi pelvis empezó a moverse y mis nalgas a rozarse sobre su
bragueta mientras me quitaba la camiseta.
-Yo no soy libre pero no quiero que te
detengas. Louis, por favor. Hazme tuyo sin piedad esta noche,
provócame el placer que ya no recuerdo y haz que gima tu nombre como
si fueran alabanzas en una iglesia-lo besé pegando mi torso desnudo
contra el suyo y aquel roce de pieles me hizo jadear cerca de sus
labios.
-¿Crees que voy a detenerme justo
ahora? ¿Crees que temo a la ira de tu maestro? -me hizo aquellas
preguntas mientras negaba- Oh no, no, mon cher -mordisqueó mi labio
inferior con fiereza- Nada podrá detenerme ahora, has venido hasta
mi casa a ofrecerme lo que necesito en estos momentos y ¿quién
mejor que tu para saciar mis deseos? -acarició mi torso terminó por
desvestirme arrancando los botones de mi pantalón al abrirlo con
fuerza- Te daré lo que deseas mon petit ange... -movió sus caderas
para que su miembro, el cual se encontraba a medio despertar, rozara
mis nalgas y me hiciera gemir de deseo- Quiero hacerte mío, darte mi
amor como nunca pude dártelo... -acarició mis pezones y lamió uno
de ellos para luego mordisquearlo.
Mi pezón derecho estaba atrapado en su
boca mientras mis manos se hundían en su espesa melena negra. Sólo
había dos hombres cuyo cabello había envidiado por su sedoso y
bello, uno era el de Louis y el otro el de Santino. Ambos poseían
unas facciones muy masculinas, mucho más que las mías pues había
quedado en una edad en la cual viajaba entre el hombre y el niño.
Mis dedos temblaban enredados en sus mechones mientras mis caderas se
movían insinuantes. Quería despertar en él la bestia que asechaba
en la oscuridad, pues era como un terrible felino que espera su
oportunidad para arrancarte el aliento y la vida.
-Amor...-balbuceé con mis labios
enrojecidos por los besos y mordiscos- Un amor duro, masculino y
fiero. Sí, un amor que tú me puedes dar-dije tomándolo del rostro
con ambas manos para verlo frente a frente- Un amor que puede llenar
el vacío que siento en mi pecho y... -tomé su mano izquierda con mi
derecha y la coloqué en mi trasero- aquí-sonreí contemplándolo
como lo haría un ángel de piedra. Esos ángeles que tanto me
llamaban la atención y provocaban que quisiera aprender a esculpir
con mis propios dedos para darles forma. Un ángel despiadado que
quería las atenciones de un monstruo de ojos verdes y hermosos
labios- Louis, quiero sentir mis piernas cansadas.
Me bajé de sus piernas quitándome la
ropa con cierto descaro. Mis manos se paseaban por mi torso y
lentamente bajaba mis pantalones, los mismos que quedaron en el suelo
junto a mis deportivas. Al acercarme lamí sus labios y pasé mis
manos por su torso hasta sus muslos. Abrí sus piernas mirándolo a
los ojos y me incliné para lamer su ombligo, después bajé hasta su
bragueta y mordisqueé su abultada entrepierna. Su mirada se mantenía
fija en la mía mientras mi boca dejaba suaves besos sobre la tela.
-Deja que muestre mi gratitud-dije
quitándole el cinturón para colocarlo en mi cuello, luego se la
tendí y quedé como si fuera un perro encadenado a una correa.
Con cuidado saqué su miembro que ya
había despertado, aunque aún el pellejo cubría su glande y con
cuidado lamí este bajándolo hacia abajo para que terminara de
endurecerse. Y ciertamente, Louis seguía siendo sensible a mis
trucos. Pronto estaba completamente erecto con tan sólo unas
lamidas, sin embargo yo no me detendría. Comencé a succionar con
apetito, como si él pudiera calmar mi sed.
Miraba con profundo deseo y soltaba uno
que otro gemido mientras hacia todo aquello para encenderlo. Mis
palabras en sus oídos sonaban como la más bella melodía, de pronto
enredó sus dedos entre mis rizos bermejos y tiró de ellos para
levantar mi cabeza y apartarme de su miembro con brusquedad, se
inclinó y besó mis labios devorándolos con fiereza.
-Ahh mon amour... -susurró contra mi
boca mientras una de sus manos viajaba por mi espalda, acariciando mi
blanca piel con las yemas de sus dedos hasta llegar a sus nalgas-
Eres tan exquisito y hermoso... -me pegó una nalgada y luego apretó
uno de mis glúteos- No sabes cuánto deseo que tu delicioso trasero
sea mío... -coló un dedo entre mis nalgas y comenzó a acariciar la
entrada- ¿Me quieres dentro?
Gemí al notar aquel dedo deseando
sentir su miembro abriéndome y llenándome por completo, viajando en
mi interior mientras sus testículos chocaran contra mi trasero.
Sentía fuego quemándome por dentro y empecé a sudar ofreciéndole
una imagen trémula e indecente. Quería ser su amante aquella noche,
que me sacara de la soledad en la que Marius me había hundido y
finalmente pudiera sentir el placer más mundano y delicioso que era
sin duda el sexo.
Me aparté de él recostándome en el
suelo con el pecho contra la alfombra abriendo mis piernas. Mi
entrada se veía completamente apetitosa mientras mi miembro colgaba
completamente duro. Alcé mi rostro y le miré con una mirada sumisa
por encima de mis hombros. Allí estaba sentado con su miembro duro
mostrándose con una pequeña corona de cabello negro y sus
pantalones aún puestos.
-Louis... sin decoro ni miedos. Por
favor, párteme en dos esta noche-gemí hundiendo mi rostro entre mis
brazos, los cuales se veían diminutos y frágiles. Todo mi cuerpo en
realidad se veía frágil.
Miró con profunda admiración y gozo
la forma tan sumisa en la que me ofrecía y por supuesto que no
dejaría escapar aquella oportunidad que se el antojaba demasiado
deliciosa. Yo sabía que él me deseaba y sólo tenía que ver sus
ojos fieros clavados en mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo
imaginando que se debatía en su mente y finalmente supe que
posiblemente se decía que no tenía que rendir cuentas a nadie, ni
explicaciones y tampoco excusas. Él era libre y tan libre que era
que podía hacer lo que él quisiera en cualquier momento y con quien
él eligiera. Se bajó decidido el pantalón y la ropa interior, se
descalzó y gateó hasta mí igual que una pantera a punto de devorar
a su presa.
-Armand, mi bello y hermoso ángel de
fuego... -llegó hasta mí con aquellas palabras que me hicieron
retorcerme de sólo imaginarme todo lo que la noche me deparaba. Se
puso de rodillas tomando mis caderas, masajeó mi miembro y colocó
tan sólo el glande en mi trasero el cual se veía apetecible- ¡Se
mío, mon amour! -clavó las uñas en mi piel en la zona de mis
caderas y de una sola estocada me penetró- Ah, magnifique!
Merveilleux! -se movía rápido y profundo, tan profundo que se
escuchaba un delicioso golpeteo de sus testículos contra mis nalgas-
Oh, mon amour! -se inclinó para tomar mi miembro y masturbarlo.
Me quedé sin aliento cuando pude
sentir su miembro. Era de un tamaño inferior al de Marius, pero
tenía un grosor maravilloso. Podía sentir sus testículos golpear
mi trasero y sus manos, algo inquietas, sobre mi miembro. Quería
gritar su nombre y finalmente lo hice. Gritaba su nombre
completamente eufórico. Movía mis caderas de forma contraria
mientras clavaba mis uñas en la alfombra. Estaba siendo
completamente sumiso y complaciente, como si fuera un animal
domesticado.
Mis cabellos caían sobre mis ojos y se
pegaba a mi cuello. Aquella noche había decidido no cortar ni
siquiera un mechón. Fue algo muy inteligente pues sabía que Louis
prefería el cabello largo, quizás porque usualmente terminaba
tomando a sus amantes de éste para darle órdenes. Y así lo hizo.
Louis me agarró del cabello tirando de mi cabeza hacia atrás, de
igual modo que tomó con la otra mano la correa provocando que
sintiera cierto dolor y a la vez deseos de sumisión absoluta.
-Vamos mon amour-dijo en un gruñido
que incluso a mí me sorprendió.
Tanto era mi deseo y tantas las
emociones que acabé llegando a un profundo orgasmo sin poder
gritarlo siquiera. Cuando llegué él me se retiró de mi interior,
pero no soltó mi pelo. Tiró de mi cabello y me acercó a su miembro
para enterrarlo, como si fuera una daga y yo un faquir, en mi boca.
Allí me dejó pegado, sin poder separarme siquiera unos centímetros,
mientras él me quitaba la correa del cuello.
Al apartarme me lamí los labios
saboreando aún su delicioso sabor que cubría su sexo. Él se sentó
en el sofá con el cinturón en sus manos y me miró severamente.
Tuve miedo por unos segundos, pero era ese miedo delicioso que te
impulsa a ser un condenado a los infiernos. Por ello me acerqué
gateando y subí sobre sus piernas, él me giró recostándome en
ellas para empezar a golpear mis nalgas con el cinturón doblado. El
glúteo derecho empezó a sangrar antes que el izquierdo, pues pude
notar la sangre correr libremente por mis muslos.
-Louis, por favor, vuelve dentro de mí-
notaba su miembro duro rozar mi torso mientras él me azotaba- Louis,
lo necesito-entonces noté como enterraba tres de sus dedos en mi
entrada moviéndolos de una forma que me hacía gemir.
Me tiró al suelo dejándome como si
fuera un ángel que había caído destrozado, sin alas y sin perdón
alguno, por la lujuria que corría vibrando por toda su figura. Mis
cabellos estaban empapados y pegados a mi frente, mis brazos estaban
abiertos en cruz y mis piernas temblaban esperando que él me
penetrara. Tenía una mirada llena de desesperación que me hizo
llorar, pero él sonreía satisfecho lamiéndose los labios. Su boca
era apetitosa y necesitaba devorarla.
Se incorporó caminando hacia mí,
abriéndome para observar mi miembro nuevamente erecto. Negó con la
cabeza inclinándose sobre mi pecho y lamió mis pezones. Rápidamente
lo abracé moviendo mis caderas pensando que me liberaría del calor
que sentía. Necesitaba sentir su esperma bañándome. Su lengua se
paseó por mi torso dejando un ligero camino hasta mi vientre y
después mordió mis muslos. Me giró realizando las mismas caricias
por mi espalda, salvo que su lengua acabó dentro de mi ano.
Gemía sin poder decir nada. Mis brazos
temblaban y acabé con el pecho completamente sobre la alfombra.
Cuando apartó su lengua empezó a penetrar de forma rápida y
violenta. Tras unas cuantas estocadas acabé derramando mi esperma de
nuevo sobre la alfombra y él prosiguió moviéndose hasta correrse
en mi interior. Después de aquello permanecimos abrazados sintiendo
sus brazos rodeándome y sus manos acariciándome como lo haría un
completo enamorado.
Mi amor por Louis había quedado en un
estado irreparable, pero su compañía seguía siendo muy agradable y
amena. Sabía que podía ser un maldito cínico y una bestia, pero su
belleza me embelesaba de tal forma que olvidaba que nuestra relación
era imposible. Decidí acompañarlo durante toda la noche y al
atardecer siguiente pude sentir una presencia conocida, la cual no
era Louis, en el dormitorio donde ambos compartíamos lecho.
-¡Despierta!-la voz de Marius
reverberó subiendo por las paredes hasta la lámpara del techo, la
cual explotó esparciendo entonces en la habitación diminutos trozos
de cristal.
Louis se incorporó sin prestar
demasiada atención a la molestia que tanto agitaba a mi maestro. Sin
embargo, yo sólo lo miré tumbado con una sonrisa de enorme
satisfacción.
-Marius ¿puedes marcharte?-interrogué
recostándome mejor en la cama.
Vi como Louis se colocaba una de sus
batas vedes y la ataba a su cintura. Pude apreciar como ambos se
miraron. Louis completamente calmado como si aquello no fuera con él
y Marius con una ira que le impulsaba prácticamente a matarlo. Sin
embargo, no hizo nada y tuvo que marcharse conducido hasta la puerta
por mi amante ocasional.
No sé que pudo decirle Louis pero
cuando regresé a la mansión de Lestat, donde la mayoría estaba
allí hospedados, se aproximó hasta mí con una agenda electrónica
muy sofisticada y un cuaderno lleno de nuevos bocetos que había
hecho pensando en mí.
-No, gracias-respondí alejándome de
él.
-¡Eres mío!-exclamó furibundo.
-Eso lo decido yo-dije sin girarme para
no sentirme tentado a ir a sus brazos-Y ahora decido que puedo ser de
Louis si quiero.
Pude oír como la agenda electrónica
se estrellaba en el suelo y el movimiento de su túnica cortando el
aire. Él me abrazó rodeándome besando mis cabellos, mejilla,
frente, labios y cuello mientras yo simplemente le miraba absorto.
Parecía doblegarse ante mí, pero eso era una estupidez y bien sabía
que pronto volvería a cometer el mismo pecado.
-Te amo querubín-murmuró ahogado en
lágrimas.
-Yo también te amo maestro, pero
necesito meditar si puedo volver a tu lado o no.
Mis palabras le hirieron, sin embargo
mi dignidad y orgullo estaban primero. Debía plantearme seriamente
el estar con él o buscar otros amantes que me dieran lo único que
él podía ofrecerme, pues su corazón estaría por siempre dividido
y jamás sería mío por completo.
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