Queridos lectores esta noche ha nacido una nueva criatura, o más bien ha regresado a la vida de entre los muertos pues estuvo a punto de desaparecer. Tommy, Thomas Blackwood, tío de Tarquin, hijo ilegítimo de Pops con una mujer con una vida infame debido a la pobreza y sus numerosos hijos, ha sido transformado en vampiro.
Lestat de Lioncourt
UNA NUEVA VIDA
Era una noche común, el
aire fresco corría por los pasillos. El invierno no era tan crudo
como en otras partes del mundo. El silencio predominaba por encima de
los sigilosos pasos que mis pies ofrecían por la galería, detrás
mía estaba Manfred caminando en el aire realizando ciertos bailes
poco apropiados para un clima ligeramente severo. No comprendía
porque tenía la ligera sospecha que Petronia tramaba algo. Y ese
algo, fuese lo que fuese, podría poner en peligro mi estabilidad y
nuestro hogar.
Las ventanas estaban
abiertas dejando que el aire cargado de aroma a mar se arrojara sobre
nosotros. Mi jersey de cuello de tortuga me protegía de las
temperaturas que comenzaban a descender debido a las corrientes.
-Hace frío ya ¿por qué
todo tan abierto? ¿A caso intentamos evitar el olor a
muerto?-preguntó rompiendo el silencio mientras quedaba a mi altura.
Sentí de nuevo esa
angustia agarrarse a mi garganta. Mis manos no temblaron, pero mis
piernas parecían flaquear. Algo estaba ocurriendo y yo podía
percibirlo. Me había quedado parado en medio del pasillo, mirando el
enorme portón que conducía hacia el gran salón de mármol donde
ocasionalmente Petronia instalaba unas jaulas donde mantenía presos
algunas de sus víctimas, las cuales podían sentir sus puños y su
terrible ira.
-¡Largo de mi camino
infelices! – fue su respuesta avanzando a lo largo del pasillo,
empujándome a un lado de éste, mientras Tarquín furioso arremetía
contra ella al avanzar- ¡Tú no sabes nada! Sólo eres un niño
mimado el cual al verse rebasado y sin posibilidad de llegar a algo
más sufres. Él tiene la posibilidad de ser algo. Déjalo.
-¡Estás loca de remate!
–gritó Quinn visiblemente sobresaltado y lleno furia- ¡No voy a
permitirte que lo hagas! ¡Una vez fue más que suficiente! ¿Pero
que pretendes una tercera? No te entiendo de verdad…
Manfred entonces echó a
temblar y comenzó a llorar visiblemente afectado. En pocos segundos
pasó de la calma a la furia incontrolable y un dolor en su corazón
que le impedía por completo arremeter contra ella. Temía su
reacción, pero también la fuerte sospecha que rompería su familia
nuevamente. Si bien, yo me contuve. Miré a Petronia a los ojos y la
detuve agarrándola por el brazo derecho con ambas manos, tirando de
ella para poder ver su mirada cargada de rabia y deseo. Ella estaba a
punto de hacerlo de nuevo.
-¿Qué pretendes
hacer?-pregunté visiblemente molesto- ¿Por qué nunca avisas de tus
juegos? ¿A caso no comprendes que es necesario que lo comuniques?
¡Soy tu creador! Merezco saber que pretendes hacer con los poderes
que yo te he otorgado.
-¡Deten a ésta loca!
¡Piensa crear a Tommy! ¡No le bastó con destrozarme la
vida!-arremetió agarrándome del brazo izquierdo mientras que
Manfred comenzaba a llorar muy afectado.
-¡Puedes hacerlo!
¡No!-sus arrugas se plegaban aún más dándole un aspecto de
máscara grotesca.
-¡Ustedes son unos
malditos maricas llorones!–respondió lanzándome una fuerte
bofetada con el dorso de su diestra, obligándome a soltarla- Se van
a la mierda los tres y ahora no me estén fastidiando. Haré lo que
me de la gana les guste o no.
Al termino de estás
palabras corrió hacia la habitación completamente excitada por la
emoción del momento. Nosotros fuimos tras ella y pudimos observar
como quedaba frente a él, contemplando a un joven caucásico,
visiblemente golpeado y muy posiblemente mal herido. Podía ver
incluso un pequeño hilo de sangre brotando de la comisura de sus
labios. Sus ojos eran los de un animal indefenso a punto de ser
ajusticiado para acabar su sufrimiento. Parecía gritar con cada una
de sus débiles respiraciones la muerte. Prácticamente estaba
muerto, aunque aún podía ver con enormes ojos la tragedia que caía
sobre sus espaldas. No había oportunidad alguna pues la suerte
estaba echada.
-¡Déjalo!-gritó
Manfred apenado.
-¡Cómo puedes hacer
eso! ¡No puedo permitir que lo hagas! ¡No en el nombre del recuerdo
de mi abuelo!-Quinn deseaba que se detuviera, pero con esas mañas no
lograría más que enfurecerla.
-¡Callaos ambos!-dije
alzando la voz mientras iba hacia ella para tomarla de los hombros-
Petronia, el muchacho necesita ir a un hospital y recuperarse. ¿No
te basta con nuestra compañía y las ocasionales visitas de Nash?
Deberías recapacitar que llenar de hijos el mundo no es algo
inteligente. Te guías por el impulso del momento, pero después
vuelves a sentirte igual de vacía. Por favor, detén el proceso y
permite que él pueda ser atendido por el servicio médico.
Mi tono de voz era suave
y firme. Deseaba que ella escuchara mis palabras y razonara. Sus
caprichos podían durar horas, días, pero no más de unas semanas.
Pronto se vería de nuevo afectada por la soledad que siempre nos
acompañaba a todos y cada uno.
-¡Bah! –respondió
ignorando sus suplicas dirigiéndose a Tommy, tomando a este
suavemente de la cabeza y atrayendo sus labios a los suyos, cosa que
irritó de sobremanera a Tarquín.
-¡Deja al tío Tommy!
–gritó lanzándose encima de esta, la cual detuvo el avance de
Tarquín solamente con el poder de su mente sin retirar sus labios de
su boca.
Mi sangre hirvió y las
pequeñas venas de mi frente se hincharon. Supongo que mis ojos se
volvieron más oscuros e intensos mientras mi tono de voz cambió de
sobremanera. Petronia era violenta cuando se molestaba, pero yo podía
ser mucho peor. Agarré al joven apartándola de ella y lo levanté
como si no pesara nada.
-¡Para! ¡Deja de
cometer otra nueva locura! ¡No vas a lograr nada! ¡Sólo quieres
enfurecernos! ¿A cambio de qué? ¿De qué? ¡Dímelo Petronia!-me
sentía culpable porque no podía dejar de llenarla de regalos y
hacer concesiones cuando pedía que me doblegara. La amaba demasiado
como para no ofrecerle todo lo que estaba a mi alcance, pero no
permitiría que siguiera con aquella estúpida idea en la cabeza- ¡Me
tienes a mí! ¡Tienes a Tarquin!
-¡Y a mí!-gritó
Manfred sollozando aún con grandes lágrimas sanguinolentas que
cubrían su rostro.
-¡Y a ese estúpido
anciano! ¡Nos tienes a los tres! ¡Además de Nash que siempre te
obedece y escucha! ¡Deja a éste joven en paz! ¡Deja a Tommy volver
a su casa! ¡Él es el heredero junto a Jerome!-intenté dejar en
brazos de Tarquin al muchacho, pero éste estaba muy débil y temía
balancearlo demasiado- ¡Petronia! ¡Clamo a tu juicio!
Una fuerte carcajada
brotó de sus labios clavando su fiera mirada en mí. Toda su
expresión era la de una mujer convencida, decidida, fuerte y
violenta que haría cualquier cosa por arrancarme al muchacho de mis
brazos. Sabía que estaba perdido si ella lo pedía. Manfred y
Tarquin podían temerla, pero yo la amaba demasiado como para no
doblegarme, clavar mi rodilla en el suelo y ofrecerle al muchacho.
Sin embargo, no lo hice y me mantuve firme aún así.
-Mi dulce maestro. ¿Son
celos acaso lo que mis ojos observan en tu semblante? –respondió
en un tono desafiante y a la vez triunfal, dibujando una sonrisa
malévola, volteándose hacia el menor.
Tarquin me miró
visiblemente molesto y apretó los puños caminando hacia nosotros.
Él mismo me quitaría a Tommy de mis manos y se lo llevaría, fuese
donde fuese, para hacerse cargo. Manfred no se movía, pues parecía
que el miedo y el dolor le paralizaba.
-¡Estás ofreciéndole
lo que quiere!-dijo furioso.
-¡Cállate! ¡Detendré
esto yo mismo!-se abalanzó sobre mí intentando coger al chico, pero
a penas le permití rozarlo con la punta de sus dedos.
-¡Igual que hiciste
conmigo! ¿No es así? ¡Se lo permitiste!-aquello era un reproche en
toda regla que no pude contraatacar.
-Está bien-dijo con un
tono de voz más apacible- Mejor hazlo tú.
Se marchó sin poder
decir nada. La sorpresa provocó que mi corazón se rompiera en mil
pedazos. Nunca me había pedido semejante capricho. Tarquin me miró
severo y Manfred lloró aún con mayor dolor. El joven estaba a punto
de dar su última bocanada de vida y convulsionaba en mis brazos,
rápidamente lo tumbé en el suelo y abrí una herida en mi muñeca.
Tarquin intentó impedirlo, pero Tommy ya agarraba con fuerza mi
brazo.
-¡Si no lo hago
muere!-grité intentando que recapacitara- ¿ Quieres que muera?
-No...- se echó hacia
atrás balbuceando y comenzando a llorar de igual modo que Manfred.
Tommy bebía con fuerza
mientras lo pegaba a mí. Una vez hecho aquello bebí de él y le
ofrecí de nuevo la sangre. Repedí aquello en un par de ocasiones
hasta que me senté en el suelo y miré a Tarquin.
-Hazlo, dale tu
sangre-susurré agotado-¡Hazlo para que sea fuerte! Deja que beba.
Aquel recién nacido
bebió de él, pues Tarquin finalmente no pudo resistirse. Ambos
quedaron después en un pesado silencio observándose mutuamente.
Tommy al fin comprendía el secreto que ocultaba su sobrino y él el
dolor que cargaba aún el muchacho. Manfred siguió llorando
recordando a Virginia en sus plegarias.
La noche había vuelto a
la calma mientras la presencia de Petronia seguía siendo fuerte y
airada. Tommy conversaba apaciblemente sentado a mi lado mientras
Tarquin me miraba enfurecido. Era cierto que lo había hecho, tal y
como quería Petronia, pero fue por salvar la vida de un chico que a
penas estaba comenzando a vivir. Manfred volvió a la calma, aunque
se encontraba aún alterado. Mis consejos volvieron a sonar
repetitivos mientras mi nuevo pupilo me observaba fascinado, así
como miraba a todos con una nueva motivación. De nuevo había hecho
lo que ella quería.
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