Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una nueva vida

Bonsouir

Queridos lectores esta noche ha nacido una nueva criatura, o más bien ha regresado a la vida de entre los muertos pues estuvo a punto de desaparecer. Tommy, Thomas Blackwood, tío de Tarquin, hijo ilegítimo de Pops con una mujer con una vida infame debido a la pobreza y sus numerosos hijos, ha sido transformado en vampiro. 

Lean el relato.

Lestat de Lioncourt




UNA NUEVA VIDA



Era una noche común, el aire fresco corría por los pasillos. El invierno no era tan crudo como en otras partes del mundo. El silencio predominaba por encima de los sigilosos pasos que mis pies ofrecían por la galería, detrás mía estaba Manfred caminando en el aire realizando ciertos bailes poco apropiados para un clima ligeramente severo. No comprendía porque tenía la ligera sospecha que Petronia tramaba algo. Y ese algo, fuese lo que fuese, podría poner en peligro mi estabilidad y nuestro hogar.

Las ventanas estaban abiertas dejando que el aire cargado de aroma a mar se arrojara sobre nosotros. Mi jersey de cuello de tortuga me protegía de las temperaturas que comenzaban a descender debido a las corrientes.

-Hace frío ya ¿por qué todo tan abierto? ¿A caso intentamos evitar el olor a muerto?-preguntó rompiendo el silencio mientras quedaba a mi altura.

Sentí de nuevo esa angustia agarrarse a mi garganta. Mis manos no temblaron, pero mis piernas parecían flaquear. Algo estaba ocurriendo y yo podía percibirlo. Me había quedado parado en medio del pasillo, mirando el enorme portón que conducía hacia el gran salón de mármol donde ocasionalmente Petronia instalaba unas jaulas donde mantenía presos algunas de sus víctimas, las cuales podían sentir sus puños y su terrible ira.

-¡Largo de mi camino infelices! – fue su respuesta avanzando a lo largo del pasillo, empujándome a un lado de éste, mientras Tarquín furioso arremetía contra ella al avanzar- ¡Tú no sabes nada! Sólo eres un niño mimado el cual al verse rebasado y sin posibilidad de llegar a algo más sufres. Él tiene la posibilidad de ser algo. Déjalo.

-¡Estás loca de remate! –gritó Quinn visiblemente sobresaltado y lleno furia- ¡No voy a permitirte que lo hagas! ¡Una vez fue más que suficiente! ¿Pero que pretendes una tercera? No te entiendo de verdad…

Manfred entonces echó a temblar y comenzó a llorar visiblemente afectado. En pocos segundos pasó de la calma a la furia incontrolable y un dolor en su corazón que le impedía por completo arremeter contra ella. Temía su reacción, pero también la fuerte sospecha que rompería su familia nuevamente. Si bien, yo me contuve. Miré a Petronia a los ojos y la detuve agarrándola por el brazo derecho con ambas manos, tirando de ella para poder ver su mirada cargada de rabia y deseo. Ella estaba a punto de hacerlo de nuevo.

-¿Qué pretendes hacer?-pregunté visiblemente molesto- ¿Por qué nunca avisas de tus juegos? ¿A caso no comprendes que es necesario que lo comuniques? ¡Soy tu creador! Merezco saber que pretendes hacer con los poderes que yo te he otorgado.

-¡Deten a ésta loca! ¡Piensa crear a Tommy! ¡No le bastó con destrozarme la vida!-arremetió agarrándome del brazo izquierdo mientras que Manfred comenzaba a llorar muy afectado.

-¡Puedes hacerlo! ¡No!-sus arrugas se plegaban aún más dándole un aspecto de máscara grotesca.

-¡Ustedes son unos malditos maricas llorones!–respondió lanzándome una fuerte bofetada con el dorso de su diestra, obligándome a soltarla- Se van a la mierda los tres y ahora no me estén fastidiando. Haré lo que me de la gana les guste o no.

Al termino de estás palabras corrió hacia la habitación completamente excitada por la emoción del momento. Nosotros fuimos tras ella y pudimos observar como quedaba frente a él, contemplando a un joven caucásico, visiblemente golpeado y muy posiblemente mal herido. Podía ver incluso un pequeño hilo de sangre brotando de la comisura de sus labios. Sus ojos eran los de un animal indefenso a punto de ser ajusticiado para acabar su sufrimiento. Parecía gritar con cada una de sus débiles respiraciones la muerte. Prácticamente estaba muerto, aunque aún podía ver con enormes ojos la tragedia que caía sobre sus espaldas. No había oportunidad alguna pues la suerte estaba echada.

-¡Déjalo!-gritó Manfred apenado.

-¡Cómo puedes hacer eso! ¡No puedo permitir que lo hagas! ¡No en el nombre del recuerdo de mi abuelo!-Quinn deseaba que se detuviera, pero con esas mañas no lograría más que enfurecerla.

-¡Callaos ambos!-dije alzando la voz mientras iba hacia ella para tomarla de los hombros- Petronia, el muchacho necesita ir a un hospital y recuperarse. ¿No te basta con nuestra compañía y las ocasionales visitas de Nash? Deberías recapacitar que llenar de hijos el mundo no es algo inteligente. Te guías por el impulso del momento, pero después vuelves a sentirte igual de vacía. Por favor, detén el proceso y permite que él pueda ser atendido por el servicio médico.

Mi tono de voz era suave y firme. Deseaba que ella escuchara mis palabras y razonara. Sus caprichos podían durar horas, días, pero no más de unas semanas. Pronto se vería de nuevo afectada por la soledad que siempre nos acompañaba a todos y cada uno.

-¡Bah! –respondió ignorando sus suplicas dirigiéndose a Tommy, tomando a este suavemente de la cabeza y atrayendo sus labios a los suyos, cosa que irritó de sobremanera a Tarquín.

-¡Deja al tío Tommy! –gritó lanzándose encima de esta, la cual detuvo el avance de Tarquín solamente con el poder de su mente sin retirar sus labios de su boca.

Mi sangre hirvió y las pequeñas venas de mi frente se hincharon. Supongo que mis ojos se volvieron más oscuros e intensos mientras mi tono de voz cambió de sobremanera. Petronia era violenta cuando se molestaba, pero yo podía ser mucho peor. Agarré al joven apartándola de ella y lo levanté como si no pesara nada.

-¡Para! ¡Deja de cometer otra nueva locura! ¡No vas a lograr nada! ¡Sólo quieres enfurecernos! ¿A cambio de qué? ¿De qué? ¡Dímelo Petronia!-me sentía culpable porque no podía dejar de llenarla de regalos y hacer concesiones cuando pedía que me doblegara. La amaba demasiado como para no ofrecerle todo lo que estaba a mi alcance, pero no permitiría que siguiera con aquella estúpida idea en la cabeza- ¡Me tienes a mí! ¡Tienes a Tarquin!

-¡Y a mí!-gritó Manfred sollozando aún con grandes lágrimas sanguinolentas que cubrían su rostro.

-¡Y a ese estúpido anciano! ¡Nos tienes a los tres! ¡Además de Nash que siempre te obedece y escucha! ¡Deja a éste joven en paz! ¡Deja a Tommy volver a su casa! ¡Él es el heredero junto a Jerome!-intenté dejar en brazos de Tarquin al muchacho, pero éste estaba muy débil y temía balancearlo demasiado- ¡Petronia! ¡Clamo a tu juicio!

Una fuerte carcajada brotó de sus labios clavando su fiera mirada en mí. Toda su expresión era la de una mujer convencida, decidida, fuerte y violenta que haría cualquier cosa por arrancarme al muchacho de mis brazos. Sabía que estaba perdido si ella lo pedía. Manfred y Tarquin podían temerla, pero yo la amaba demasiado como para no doblegarme, clavar mi rodilla en el suelo y ofrecerle al muchacho. Sin embargo, no lo hice y me mantuve firme aún así.

-Mi dulce maestro. ¿Son celos acaso lo que mis ojos observan en tu semblante? –respondió en un tono desafiante y a la vez triunfal, dibujando una sonrisa malévola, volteándose hacia el menor.

Tarquin me miró visiblemente molesto y apretó los puños caminando hacia nosotros. Él mismo me quitaría a Tommy de mis manos y se lo llevaría, fuese donde fuese, para hacerse cargo. Manfred no se movía, pues parecía que el miedo y el dolor le paralizaba.

-¡Estás ofreciéndole lo que quiere!-dijo furioso.

-¡Cállate! ¡Detendré esto yo mismo!-se abalanzó sobre mí intentando coger al chico, pero a penas le permití rozarlo con la punta de sus dedos.

-¡Igual que hiciste conmigo! ¿No es así? ¡Se lo permitiste!-aquello era un reproche en toda regla que no pude contraatacar.

-Está bien-dijo con un tono de voz más apacible- Mejor hazlo tú.

Se marchó sin poder decir nada. La sorpresa provocó que mi corazón se rompiera en mil pedazos. Nunca me había pedido semejante capricho. Tarquin me miró severo y Manfred lloró aún con mayor dolor. El joven estaba a punto de dar su última bocanada de vida y convulsionaba en mis brazos, rápidamente lo tumbé en el suelo y abrí una herida en mi muñeca. Tarquin intentó impedirlo, pero Tommy ya agarraba con fuerza mi brazo.

-¡Si no lo hago muere!-grité intentando que recapacitara- ¿ Quieres que muera?

-No...- se echó hacia atrás balbuceando y comenzando a llorar de igual modo que Manfred.

Tommy bebía con fuerza mientras lo pegaba a mí. Una vez hecho aquello bebí de él y le ofrecí de nuevo la sangre. Repedí aquello en un par de ocasiones hasta que me senté en el suelo y miré a Tarquin.

-Hazlo, dale tu sangre-susurré agotado-¡Hazlo para que sea fuerte! Deja que beba.

Aquel recién nacido bebió de él, pues Tarquin finalmente no pudo resistirse. Ambos quedaron después en un pesado silencio observándose mutuamente. Tommy al fin comprendía el secreto que ocultaba su sobrino y él el dolor que cargaba aún el muchacho. Manfred siguió llorando recordando a Virginia en sus plegarias.


La noche había vuelto a la calma mientras la presencia de Petronia seguía siendo fuerte y airada. Tommy conversaba apaciblemente sentado a mi lado mientras Tarquin me miraba enfurecido. Era cierto que lo había hecho, tal y como quería Petronia, pero fue por salvar la vida de un chico que a penas estaba comenzando a vivir. Manfred volvió a la calma, aunque se encontraba aún alterado. Mis consejos volvieron a sonar repetitivos mientras mi nuevo pupilo me observaba fascinado, así como miraba a todos con una nueva motivación. De nuevo había hecho lo que ella quería.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt