Bonsoir mes amis
Nash quiere compartir con nosotros un pensamiento. Espero que les agrade.
Lestat de Lioncourt
La querida estupidez.
Deseo detenerles cinco minutos de su
tiempo para que lean y profundicen mis palabras. Posiblemente les
parezca excesivo detenerse cinco minutos en un texto. Muchos creen
que el tiempo es oro, pero el oro hay que invertirlo y de nada sirve
acapararlo para no usarlo. El tiempo no se acumula y si no se toma en
cuenta lo perdemos mágicamente entre dramas y tragedias. Y bien,
dicho esto me detengo a preguntarles si alguna vez se han sentido
estúpidos.
Todos en esta vida nos hemos sentido
estúpidos. Posiblemente cuando hemos preguntado algo que todos
conocían nos hemos sentido ridículos, sobre todo por las risas que
pueden generarse a nuestro alrededor. Sin embargo, es mejor preguntar
a quedarte con la duda. No obstante no hablo de esa clase de
estupidez, sino la estupidez que muchos preceden a su hipocresía y
ceguera.
Muchas personas creen que tienen la
verdad y no comprenden que destrozan a otros juzgándolos. No todo es
blanco o negro y posiblemente tampoco exista un color para definirlo.
Para poder señalar a una persona hay que conocerla y ver en su
interior la capacidad que posee. Sin embargo, es mucho más fácil
juzgar sin conocer y amedrentar a una persona con complejos
moralistas. La mayoría de personas que atacan con juicios de corte
moral no desean ser señaladas del mismo modo.
La sociedad que nos rodea tiene clara
influencia en nosotros, tanto de las personas más cercanas como en
las que nos hablan a través de los medios de comunicación. La
cultura está mezclada con los sentimientos personales y grupales
como la religión o el estado económico-social en el cual se
encuentre una comunidad. Por lo tanto nuestro campo de visión es
limitado y sencillamente nos dejamos arrastrar por una imagen mental.
Ni siquiera estamos dispuestos a escuchar al prójimo cuando se desea
expresar, pues nuestra palabra es superior al resto y por lo tanto
nunca cambiaremos. Si bien, cuando se trata de uno mismo deseamos que
lo hagan rápidamente y después nos pidan todas las disculpas del
mundo.
Hay que liberarse de las pesadas
cadenas, tomar aire un momento y meditar que podrá sentir la otra
persona. Todos somos libres de sentir, pero a veces nos olvidamos que
siente aquel que nos escucha. También olvidamos el escuchar las
tragedias de otros porque creemos que la nuestra es mucho más
importante y dolorosa. Todos somos fruto de nuestros demonios.
Y ahora un poema propio.
Pretendes caminar con zapatos de papel
y dejas que naveguen en aguas
turbulentas.
Has visto lo que ocurrió con el vergel
cuando tú intentaste a las flores
echar cuentas.
Ellas te hablaban de tu ceguera,
muchacha.
Ellas abrieron sus pétalos y te
dijeron que esperaras.
Pero tú no las creíste, no sacudiste
la escarcha
y huiste en plena nevada completamente
indignada.
Ahora que cometes una locura terrible
no quieres seguir escuchando a nadie
y pretendes parecer madura y temible
cuando sólo eres una pelusa en una
almohada.
Mírate pequeña, eres estúpida e
inmadura
has caído en la lotería de la
tontería
y ahora crees que eres afortunada al
ver la luna.
Cuando las aguas te manchen llorarás.
Juzgaste mal a los que, según tú,
tanto amabas
y ahora no quieres ser enjuiciada y
señalada.
Sin embargo no te importó apuntar con
el revolver
disparando a un muchacho inocente
aquella noche.
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