Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 9 de enero de 2014

Un amor apasionado

Bonsoir mes amis

Un amor apasionado es un fic de Armand con nuestra Sybelle, la cual no tiene firma en el Jardín Salvaje. 

Lestat de Lioncourt

Podía escuchar de fondo el discurrir del agua. La noche había caído hacía más de dos horas y me hallaba en la misma posición desde hacía casi media hora. Mi salida nocturna fue rápida y precisa. Mi boca aún poseía cierto sabor metálico que provocaba que mis colmillos punzaran deseando un trago más, hundirse de nuevo en el blando cuello de algún poco precavido mortal y saborear al fin su vida mientras la muerte le recoge en mis brazos. Repentinamente el grifo se cortó y el tintineo de las salpicaduras sobre el mármol me sedujo. El murmullo de las aguas cálidas aceptando su cuerpo provocó que me incorporara.

Me hallaba en mi habitación con un libro abierto sobre mi pecho, el cual ni siquiera había prestado atención durante aquellos minutos, pero terminé encaminándome hacia el pasillo. Atrás dejé mi cómoda cama revuelta con ropas de satén negras, las hermosas esculturas de heraldos de mármol tallados para darles formas a las esquinas de mi habitación y las ricas alfombras que cubrían el piso. El balcón estaba cerrado, pero las cortinas estaban abiertas y mostraban la luna llena a lo lejos completamente seductora. Si bien, más seductora era la idea de contemplar su cuerpo desnudo.

Benji había salido a pasear a solas por las calles aledañas y posiblemente se hallaba observando por las ventanas del vecindario. Él no me preocupaba porque siempre fue un ladrón despierto y escurridizo. Con la sangre que Marius le había obsequiado era aún más rápido y con un poder superior al de cualquier neófito. Por lo tanto la casa era para los dos.

La puerta del baño cedió mientras la empujaba suavemente con mi mano derecha. Quedé atónito al contemplar tan hermosa mujer sumergida en sus pensamientos, con la espuma prácticamente sin lograr cubrir sus pechos y una leve sonrisa pintada en unos labios seductores, llenos y perfectos. Su cabello estaba recogido con moño alto dejando que su largo cuello de cisne se viese más tentador. Mis ojos café ardían en deseos y curiosidad, pero ella parecía sosegada como si no le importara que yo estuviese allí mismo.

Me apoyé en el marco de la puerta apoyando mi brazo izquierdo en él, dejando así que éste hiciese de puerta y quedase en mis espaldas el pasillo con la tenue iluminación que éste poseía. Quise besar sus labios de forma arrebatada, pero preferí observar como deslizaba la esponja por sus pechos hacia su vientre y como comenzaba a tararear bajo la Apassionata. Sus largos dedos exprimían aquel trozo suave, aunque rugoso, de aquella esponja enjabonándose y limpiándose con cierto esmero.

-Benji está robando la cubertería de plata de los vecinos.

-La repondré amor mío-dije como una plegaria mientras entraba finalmente en el baño, cerrando la puerta y aproximándome ansioso hasta la bañera- Repondré todo mi hermosa Sybelle. No te preocupes-susurré tomando la esponja para comenzar a lavarla con mesura.

Sus enormes ojos, tan profundos como inquisidores, provocaban que un escalofrío recorriera toda mi columna vertebral mientras me inclinaba, como si fuera un ángel benévolo, hasta su rostro para cubrirlo con besos aterciopelados. Mis labios eran suaves pero no tanto comos u piel, la cual lucía lechosa y seductora.

Ella sacó sus brazos estirándolos hacia mí, igual que si fueran hermosas alas de un ángel que logra al fin volar alrededor de Dios mismo, y me rodeó con cuidado el cuello apoyando estos en mis hombros. No me importó que mi camisa azul aciano se empapara o que mis cabellos rojizos se pegaran a mi nuca debido a la humedad. No importó nada. Nuestras miradas chocaron como la lucha de espadas en medio de un duelo y finalmente nos besamos fundiendo nuestras bocas. Pude notar su lengua atravesar mis labios y hundirse en mi boca buscando la mía. Y la mía buscaba la suya mientras mi mano derecha soltaba la esponja y deslizaba mis dedos por su vientre, rumbo a sus muslos para palpar así su monte de venus y enterrarme dentro de su vagina.

Con cuidado comencé a estimular su clítoris mientras ella intensificaba aquel beso secuestrando el sabor de mi boca. Deseaba ofrecerle parte de mi sangre, pero no quería cerrarla a mí y prefería sentir el calor delicioso que bullía entre ambos. Un intenso hormigueo recorría mi cuerpo de pies a cabeza, hundiéndome por completo en el seductor momento que vivíamos.

Su mano diestra se deslizó por mi pecho y comenzó a romper mis botones, abriendo así la camisa y dejando que sus dedos palparan mi torso. Sus dedos eran fríos, pero el agua los había entibiado. Sus uñas me provocaban ciertas cosquillas que contribuían a mi nerviosismo. La zurda se aferraba a la tela de mi prenda y la arrugaba tirando de ella. Cortó entonces su beso para emitir un largo y bajo gemido mientras abría mejor sus piernas dándome mayor acceso. Mi dedo seguía estimulado aquella zona tan erógena. El agua comenzaba a salpicar el suelo y mis pies, los cuales se hallaban descalzos desde que había llegado al hogar.

-Armand- logró decir mirándome a los ojos mientras dejaba mi torso para palpar mi mejilla izquierda -Armand- balbuceó cerrando suavemente sus párpados y mordiendo su labio inferior.

Sonreí eufórico al comprobar que ella seguía presa de mis impulsos y encanto. Sus hermosas pestañas parecían alas de mariposa que intentaban abrirse sobre una rosa blanca, tan blanca y lechosa como su hermosa piel. Eché un vistazo a su cuerpo en la bañera y pude ver sus redondos y hermosos pezones rosados. Aquellos pezones que parecían necesitar ser mordidos y succionados antes de seguir jugando. Sin embargo, mi dedo corazón e índice se hundieron en ella mientras el pulgar intentaba seguir palpando su clítoris.

Sin que ella lo esperara la levanté entre mis brazos permitiendo que todo su cuerpo surgiera de la bañera, igual que si fuera una sirena alzada por una red de pesca, y la llevé apresuradamente a mi habitación. Allí la arrojé sobre mi cama. No me importó que el suelo se cubierta de pequeñas gotitas de agua, mucho menos que el colchón se empapara por su figura húmeda sobre éste o que la espuma aún cubriera ligeramente su cuerpo. Lo único que me importó fue tenerla allí tumbada observándome con la mirada perdida y las piernas temblorosas.

Saqué del todo mi camisa y con esa misma prenda la sequé retirando gran parte de de la espuma. Con cuidado liberé sus cabellos que cayeron en cascada dorada sobre mis almohadas. Era un río de trigo en medio de la noche. Un río que olía a frutas y flores y que adornaban un rostro fino de mejillas suaves, labios apetecibles y perfectas cejas realizadas con pan de oro. Sybelle era una obra de arte encarnada, como si fuese hecha para ser adorada por cientos de artistas y por un vampiro centenario que olvidaba por completo cualquier atisbo de decoro al poder estar sobre ella.

Rápidamente me quité el resto de mis ropas y caí sobre ella besándola con ansiedad. Mis dedos dedos se enredaban en sus mechones dorados, los cuales caían sobre sus hombros y pechos, mientras mi boca se deslizaba por sus clavículas hasta sus pezones. Pude notar como estos estaban duros con la punta de mi lengua y después con mis propios dientes. Ella gemía temblando bajo mi cuerpo, aferrándose a las sábanas se prácticamente arrancaba del colchón. Siempre fue extremadamente sensible y tan tentadora que jamás podía pasar por alto aquella zona, así como su cuello que siempre al tocarlo la obligaba a suspirar.

Besé con cuidado la cruz de sus pechos mientras los abarcaba con mis manos, sintiendo en mis mejillas el suave roce de ambos, para luego viajar hasta su ombligo y morder su vientre liso. Sus piernas se abrieron un poco más invitándome. Ella quería que la poseyera, pero aún era temprano para ello. No, no permitiría que acabara todo tan rápido. Por ello, mi lengua comenzó a deslizarse por sus ingles y se hundió finalmente dentro de su cálida vagina. Abrí con mis dedos sus labios inferiores para poseer mayor acceso y seguí hundiendo mi lengua en ella.

Sus gemidos eran cada vez más elevados y el temblor de su cuerpo más visible. Había comenzado a sudar quedando perlada de pequeñas gotitas sanguinolentas, las cuales parecían perlas o gemas. Tan hermosa como una reina de un mundo de fantasía, un ángel o simplemente un cuadro erótico cubierto por detalles que ni siquiera el mejor de los artistas podría ofrecerle. Me sentía un animal a punto de cazar su presa, con la misma excitación que noche tras noche me hacía vibrar al correr tras mis víctimas, cuando aparté mi boca de ella y aspiré el aroma de su cuerpo desde su sexo hasta su cuello. Mi aliento cayó sobre ella y balbuceó mi nombre mientras me abrazaba.

Me rodeó al fin con sus delicados brazos y rápidamente, de una sola vez, me recogió entre sus piernas mientras éstas se alzaban abarcándome por mis caderas. Mis manos se aferraron a las almohadas que se hallaban bajo su cabeza, hundiendo levemente ambas, mientras ella intentaba verme a los ojos y no podía. Sus ojos estaban cerrados y su boca abierta mientras mis estocadas cada vez eran más violentas, certeras y necesitadas. Violentas por la misma necesidad que me quemaba y certeras porque conocía bien su cuerpo, y por lo tanto el epicentro de su placer. Y entonces, en cuestión de segundos, comenzamos a gemir ambos nuestros nombres al unísono.

Sus pechos se agitaban terriblemente y podía sentirlos contra mi torso. Ella enterró sus uñas en mi espalda arañándome como si buscara arrancar unas alas negras que ya no existían. Mis ojos se cerraron y mi boca buscó la suya. Nuestras lenguas volvieron a danzar con furia como si fuéramos dos enemigos encarnizados. Mi amor por ella crecía cada día y lo sabía. Hacía todo aquello porque ella lo deseaba, al igual que yo lo deseaba, pero si llegado un momento ella quería alejarme yo lo aceptaría. Mi amor era ciego hacia Sybelle y lo sigue siendo.

Mis movimientos aumentaron y ella los acompañó con su cadera. Ambos serpenteábamos en la cama mientras se movía suavemente hacia la pared. El sonido del cabezal golpeando contra la pared, las pequeñas columnas del dosel y las telas se habían vuelto la base de nuestro sexo. Ella llegó al orgasmo cerrando los dedos de sus pies, enterrando sus uñas aún más y dejando que sus músculos vaginales apretaran mi sexo provocando que llegara junto a ella.

Ambos quedamos atados, uno junto al otro, enredados en la cama. Mis labios besaban su cuello mientras ella suspiraba deslizando sus dedos por mis costados. Benji apareció en la puerta observándonos y comprendiendo que nuevamente había ocurrido. Dejó los candelabros, cuchillos y cucharas de plata en la mesilla próxima a nosotros y se marchó. Era como un gato que te honra con sus pequeñas presas, pues así era Benji.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt