Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de febrero de 2014

El misterio del templo

El misterio del templo es un pequeño escrito protagonizado por David, por lo cual es una de sus memorias. 

Lestat de Lioncourt

La lluvia caía por doquier y a penas veía más allá de mis narices. Mis piernas estaban cansadas y el sol había estado pegando durante horas en la mañana hasta que las nubes, oscuras y terribles, se aproximaron densificándose y descargando toda su furia. La maleza era cada vez más tupida, el sonido de las gotas golpeando nuestro equipaje, el riachuelo cercano y los charcos era mágico. Necesitábamos proveernos de algunas frutas de árboles que conocía bien y montar el campamento, pero aún no era el momento porque podía ser peligroso el lugar que estábamos pisando.

—Señor Talbot el lugar elegido para el campamento está a dos horas de camino—explicó uno de los guías que me seguía con varios rifles y algo de munición en varios sacos.

—¿Qué quiere decirme con eso?—pregunté sin tan siquiera mirarle.

—Que deberíamos descansar—dijo con dificultad intentando que no se le cayera el equipaje debido a lo impracticable del camino—. Cerca de aquí hay una gruta.

—El río viene crecido y por lo tanto peligroso. Seguiremos caminando—dije acomodándome la mochila mientras observaba el cielo. No podíamos detenernos. No era el momento.

—Mi compañero tiene razón, señor Talbot—explicó el segundo de mis guías, el cual estaba a varios pasos por delante de nosotros con otro rifle y una pesada maleta.

—Soy yo quien os paga así que no quiero discusiones.

Ambos se miraron y se encogieron de hombros. Sabía el motivo por el cual no querían moverse por aquel lugar. Allí había malas vibraciones, como ellos decían, y temían que algo nos atacara. Algo invisible, poderoso y cruel. Desde el inicio me hicieron pagar el doble que lo acostumbrado para ese tipo de distancias e incursiones, pero no me importó. Ellos habían cobrado ya la mitad y la mitad tendrían a mi regreso sano y salvo. Había dejado constancia en la orden que estaría fuera al menos diez días en busca de unas ruinas.

La lluvia se convirtió en tormenta y la tormenta empezó a agitar los árboles violentamente. Mis botas se hundían en la tierra que ya no absorbía más agua, a penas podíamos ver más de unos pasos y entonces ese ruido. Un ruido tremendo y ensordecedor como el rugido de un animal herido, pero mucho peor y más prolongado. Mis guías echaron a correr hacia el lado contrario y gritaban que habíamos ofendido al dios de aquel lugar.

—¡Vuelvan aquí!—grité sumamente molesto antes de percatarme que habíamos llegado.

No faltaban dos horas sino un par de minutos. Era el miedo lo que les había hecho mentirme. Ante mí había unas pequeñas piedras que poseían inscripciones casi borrosas. A lo lejos, como a cien metros, un templo y del templo surgía aquel sonido extraño.

—¡Venga usted con nosotros!—escuché cuando ya estaban lo suficientemente lejos—¡Morirá!

No dejé que nada ni nadie me dijera jamás que tenía que hacer. Tenía treinta años y un cuerpo robusto. No me achantaría por un misterio. La orden me tenía en alta estima y me sentía cualificado para aceptar cualquier reto.

—¡Nos volvemos al otro campamento con los demás!—había otro guía, el cual nos esperaba en el centro de un pequeño valle a unos diez kilómetros—¡Estaremos esperándole dos días por si sobrevive!

Casi no podía andar, pero me impulsé y corrí hacia dentro dejando la mochila atrás. Sólo llevé mi rifle y las municiones junto con una linterna. A penas podía ver bien debido a la densa oscuridad, pero pude apreciar un par de esculturas dentro del templo. Había pequeñas lámparas que no se habían encendido en siglos y todo estaba muy sucio. Sin embargo lo más espeluznante era la fila de esqueletos que allí se hallaban amontonados algunos, en posiciones terribles, con las cabezas desprendidas de lo que era ya prácticamente huesos. Unos llevaban ropa más modernas y otros ni siquiera tenían ya tela alguna que hubiese sobrevivido en tan húmedo y lúgubre templo.

No reconocí las esculturas. Recuerdo haberme quedado allí parado iluminándolas durante más de cinco minutos. Sentía el aire denso. Podía sentir las almas a mi alrededor. Sí, podía incluso escuchar sus gritos de terror. Todas y cada una danzaban rogándome auxilio y hablándome del terrible mal que allí nos rodeaba en la oscuridad. Sin embargo no veía nada. No podía apreciar nada. Entonces, como si hubiese venido a mi petición, unos terribles ojos rojos aparecieron por detrás de aquellas esculturas gritando de aquel modo.

Con decisión quise saber que era, aunque muriera, y lo iluminé. Era un ser dantesco. Juro que jamás he visto algo tan horrible. Tenía piel escamosa, el rostro era como el de un gorila pero tenía un morro similar al de un caimán y esa lengua que sacaba no era otra cosa que símbolo de ser un lagarto. Caminé un par de pasos hacia atrás notando como una de las calaveras crujía bajo mi peso y entonces eché a correr.

Aquella cosa se movió buscándome o buscando mi linterna. Corrí sintiendo su aliento cerca y cuando logré llegar al punto donde fui abandonado surgió. ¿Qué hice? Disparé. Era su vida o la mía. Aquel ser cayó herido, desangrándose bajo la lluvia. Decidí que debía volver al campamento y traerlos para poder llevarme al animal, o al menos restos de este para analizarlo, pero cuando logré llegar al campamento nadie me creyó y menos cuando regresamos y de aquel animal ya no quedaba nada, ni siquiera sus huellas.


Hace décadas de aquel encuentro y aún me perturba. Tenía algo de pelo, garras, una lengua similar a una serpiente y un cuerpo parecido a un gorila pero con el rostro de un enorme caimán. No sé que era y quiero averiguarlo. Mis colegas de la orden sí me creyeron, pero sin más datos no he podido hacer nada.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt