Lestat de Lioncourt
Me gustaría caminar por el sendero de
la guerra y mostrar la piedad en mis ojos. Me he bañado con la
sangre de mis víctimas y he aullado como el lobo ante su presa.
Corrí por los campos y bosques, destruí ciudades enteras y eché al
fuego los recuerdos de los inocentes. Lo hacía por mi pueblo. Yo
creía en sus leyes y palabras. Era la supervivencia del más fuerte
y yo lo era.
Ahora me arrepiento, aunque mi alma
está condenada de igual modo. Han pasado siglos y sigo siendo el
mismo. Guardo mis pensamientos, observo el mundo y sigo caminando
desafiando cualquier circunstancia. Sí, desafío. Son juegos simples
para mí cosas que cualquier otro la vería imposible. Juegos para un
ser que posee más de dos milenios.
El mundo antes parecía gigantesco,
pero ahora es sólo un grano de arena mal repartido. Siento
escalofríos al recordar como muchos morían merodeando lugares
llenos de encanto, magia y poder espiritual.
Los guerreros hoy no luchan por la
supervivencia sino por beneficios, se dejan arrojar desde pájaros de
metal para caer sobre inocentes aún más débiles y gobiernos
incompetentes, crueles y déspotas sólo porque no es el suyo. Siento
pánico cuando observo que no hay piedad y me pregunto si la escasa
piedad de un soldado siempre ha sido igual, y por supuesto si yo
alguna vez me escuché y vi tan estúpido.
Ya no hay guerras por honor y hambre,
sino por codicia y desprecio.
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