En mis recuerdos hay una imagen que no
puedo borrar, por mucho que lo intente y ruegue por ello. Es la
imagen de aquel día con tus lágrimas recorriendo tu rostro, tus
ojos desconcertados y cierta furia por no comprender que estaba
ocurriendo. Veías en ella un monstruo y en mí un ser extraño. No
sabías que estaba sucediendo a tu alrededor y eso te aterraba.
Decidí portarme como un gentil caballero y tomarte entre mis brazos.
Creo que me viste como si fuera un
ángel que desea tocarte con sus manos limpias, suaves y marmóreas.
Mis manos están manchadas de sangre aunque haya querido ser un
santo. Mis ojos puestos hacia ti, como si fueras mi única esperanza,
fueron los que te calmaron mientras mis labios quizás seductores,
pero un arma trágica para mis víctimas, susurraron sin disimulo que
te amaba. Te amaba porque desde que posé los ojos en ti no pude
apartarlos. Supe que mi amor sería absoluto, como la entrega de mis
sentimientos y cualquier pensamiento.
Cuando rememoro aquella situación
terrible se me hace un nudo en la garganta. Imaginarte con las
lágrimas derramadas por tus mejillas, tus manos temblorosas
rodeándome el cuello junto a tus delgados brazos, me derrota. Siento
que las fuerzas flaquean y que mi mundo se desmorona. Entonces corro
a buscarte rogando que no haya una pizca de tristeza en tus ojos
grises, los cuales me miran con todo detalle y caigo hechizado en tu
belleza.
Quiero ser ese idiota que se arrodilla
ante ti, coloca sus brazos sobre tus rodillas y ruega que le
acaricies el cabello mientras medito como no puedes ser tú el ángel.
Has sido mi Santo Grial porque tú me has salvado obrando el milagro.
Has convertido a este estúpido en un hombre nuevo que sólo desea
vivir nuevas aventuras pero a tu lado.
Deseo que tomes el girasol que yace
entre mis dedos. He descubierto que es una de esas flores que tanto
te gustan, tal vez porque en la noche somos como ellos pero girando
suavemente hacia lo más profundo y oscuro. O quizás porque
recuerdan a lo que ya no podemos saborear... no lo sé. Tómalo,
mírame y abrázame porque estoy de rodillas frente a ti rogando una
de tus caricias.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario