Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 11 de marzo de 2014

Así te conocí

Así te conocí es un texto de Nicolas de Lenfent donde narra como conoció la música y su pasión por ella. 

Lestat de Lioncourt


Recuerdo los inviernos fríos cuando la nieve se amontonaba en los caminos. El pequeño taller que regentaba mi padre, en el cual curtía y teñía el cuero, era cálido a pesar que pudiese parecer lo contrario. Él caminaba de un lugar a otro con las pieles de los animales que habían cazado recientemente, los cuales habían usado su carne para hacer fiestas antes de la cuaresma, y estas se aprovechaban para abrigos, capas o incluso el forro de las botas de cuero más resistentes de toda Francia. Al menos así rezaba en el cartel que él mismo había elaborado.

Mi madre había muerto cuando yo tan sólo era un bebé, casi inmediatamente después del parto, y él a veces me reprendía ese hecho. Sin embargo era el único hijo que poseía. Con su nueva esposa no había podido tener otro hijo y tampoco hembras. Yo era su esperanza y el amor comenzó a fluir cuando tenía doce años.

—Ven aquí Nicolas—dijo sentándose en un taburete mientras encendía una vela—. Hoy me han dicho que te han visto bailar en la taberna. ¿No eres muy joven para beber hasta desear mover tus pies?

—No bebí. Fue la música—respondí acercándome a él.

Era delgado, pero no espigado. Recuerdo que no era el chico más alto de mi pueblo, pues ese era Lestat, y mi aspecto era algo infantil inclusive para mis años. Mi padre me veía como un pequeño muñeco que había logrado crecer a pesar de los inconvenientes. Sus manos toscas acariciaban mis mejillas a veces, me pedía disculpas por los azotes y me recordaba que debía ser obediente.

—Te gusta la música. A tu madre también le gustaba—susurró con añoranza mientras me tomaba de las manos—. Quiero que seas algo más que el hijo del peletero.

—¿Y qué seré?—el futuro me aterraba. Ciertamente siempre sentí que no viviría demasiados años. Era una suerte que a pesar de lo enfermizo que podía llegar a ser, pues todos los inviernos me resfriaba y la tos se pegaba a mi garganta, era capaz de superar las fiebres.

—Tendrás una educación digna de un marqués o duque. Me encargaré de ello. Por eso no quiero que vayas a la taberna—sonaba sincero y preocupado. Su voz tomaba unos matices muy atractivos.

Muchas veces me he preguntado si me hubiese parecido a él, pero con rasgos más suaves muy cercanos a mi madre. Él no tenía los labios gruesos y sus ojos eran claros, pero sus pómulos eran los míos al igual que la nariz. Sin embargo él era grueso y de hombros anchos. Yo era la combinación de ambos, él lo sabía y por ello no podía odiarme. Veía en mí un reflejo de mi madre.

—Pero allí puedo escuchar el violín—susurré esperando que no me golpeara por ello, por eso cerré los ojos e intenté apartarme.

—¿Quieres uno para ti?—dijo agarrándome fuertemente de los hombros—. Yo te pondré un profesor para que te enseñe.

En la siguiente primavera comencé a tocar el violín. Era un arte muy complicado, pero sentía que mi alma fluía con las notas. Con quince años ya era bastante bueno, aunque había aprendido a tocar tarde y eso provocaría que jamás destacase como debía. Con esa edad me fui a París para mejorar mis estudios y con diecisiete volví a ver a Lestat. Juro que la música siempre fue mi mayor motivación, pero él me llevó por el mal camino. Me invitó a la taberna y esta vez bailé desnudo, ebrio y en la cama mientras él me hacía suyo.


Recuerdo poco de aquella noche y lo único que viene a mi mente es el pudor que sentí al descubrirme entre sus brazos. Quise morir de vergüenza y la oscuridad atenazó más mi corazón. No merecía vivir porque había torcido mi vida, lo sabía, y mi padre jamás me lo perdonaría. Pero él tan sólo sonreía buscando mi cuello y haciéndome sentir una puta parisina. Mi corazón se oscureció y comencé a vislumbrar que podía usarlo como él me había usado a mí.  

1 comentario:

Ella aqui. dijo...

simplemente maravilloso... como siempre

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt