David Talbot nos adentra nuevamente en un mundo de misterios inclasificables ¿quieres acompañarlo?
Lestat de Lioncourt
Hacía tan sólo unos días que aquel
archivo había llegado a él. Era una documentación poco elaborada,
aunque con ciertos datos escalofriantes. Sentado ante el escritorio,
con la tenue luz de la lámpara de escritorio, aquellas hojas tomaban
un matiz algo perverso y nauseabundo. Sus manos temblaron por unos
segundos recordando aquella voz, pues los archivos constaban de audio
y podía escucharse claramente a una pequeña cantar canciones
infantiles muy antiguas, pasadas de moda y que ningún niño
conocería. Junto a los archivos había una carta que había leído
mil veces.
“Estimado Mr. Talbot.
Disculpe la osadía de comunicarme con
alguien que ha decidido dejar la orden a un lado, apartada de su vida
y por ende de su mundo. Aún así me consta que tiene buenas
relaciones con diversos novicios y subordinados. Comprendo que no
pueda desvincularse sentimentalmente de un lugar que en su momento lo
fue todo para usted. Por ello mismo, porque es usted parte de la
orden a pesar que ya no esté con nosotros, me pongo en contacto con
un mero deseo, o más bien ruego, ante un suceso bastante peculiar y
escalofriante. Espero que tenga el suficiente impacto en usted como
lo ha tenido para nosotros.
Mi nombre es Stirling, Stirling
Olivier, y a pesar de no conocernos personalmente he podido leer su
trabajo y conozco a Lestat y Tarquin. Creo que posiblemente le han
hablado de mí o conoce mi respetable modo de vida. Lamento muchísimo
la muerte de Aaron hace aproximadamente dos décadas y le puedo
asegurar, con la mano en el corazón, que si hubiese podido hacer
algo por él lo hubiese hecho.
Hechas las presentaciones oportunas le
narraré el caso, aunque tiene más datos y ciertos detalles
escabrosos en el sobre. La copia sonora, como podrá comprobar, es de
gran calidad debido a filtros que he usado para poder escuchar su voz
con mayor detalle. Bien, le hablaré de la historia.
Este archivo llegó a mí después de
cruzar el océano. Había regresado a Londres para ciertas
investigaciones paranormales, Oak Heaven quedaba para que fuese lugar
de descanso de varios de nuestros compañeros. Sin embargo alguien
había enviado un paquete para mí, el cual me fue entregado semanas
después. No había remitente, pero sí unas instrucciones precisas
que son las siguientes:
Dentro del sobre hallará un teléfono
móvil del cual he decidido deshacerme. Podrá ver que es uno de
esos aparatos denominados como inteligentes. No es un regalo sino un
objeto que me trae pesadillas. Desde hace varias semanas cuando lo
he descubierto me tiembla la mano cuando escucho la melodía de un
mensaje entrante. ¡Tengo miedo y usted debería tenerlo!
Hace aproximadamente dos semanas
encendí mi teléfono móvil, el cual llevaba un par de días sin
batería ni carga alguna de saldo. Sin embargo cuando revisaba la
música, para poder pasar un rato agradable en el autobús, encontré
un archivo con el nombre “77890V”. Me resultó sospechoso pues
los archivos de voz, así como cualquier otro, que yo he llegado a
guardar tiene el nombre, fecha y lugar en el cual se ha hecho para
poder llevar cierto registro.
Pensé que podría ser un virus. Sin
embargo mi antivirus del móvil no detectó nada. Así que lo
reproduje. Quedé horrorizada. Mi rostro cambió por completo y
muchos pasajeros me miraron como si fuese una perturbada. La voz que
se escuchaba era la de una pequeña que cantaba canciones que mi
madre me había cantado a mí, canciones que hace décadas que no
escucho y desconocen mis sobrinas. No conocí la voz. Pero me
impactó. Sobre todo el impacto fue cuando revisé la fecha, lo cual
hice de inmediato, y vi que había entrado la noche pasada cuando mi
teléfono se encontraba apagado. ¡Se lo juro! Estaba apagado.
Además, es un archivo que ha sido
enviado por Internet pero ninguna conversación de chat tiene este
archivo y ningún amigo reconoce la voz. Nadie de mi familia conoce a
la pequeña. Todos han quedado un poco descolocados al ver que
insisto terriblemente en este hecho. Desde hace cuatro días alguien
me llama. Es un número oculto. Cuando he aceptado la llamada no se
escucha nada y el silencio es sobrecogedor hasta que se oye un
llanto.
No quiero ese teléfono. No quiero
nada que tenga que ver con él. Dentro del sobre hay más
información como la fecha de compra del aparato hace un mes,
diversas conversaciones de chat impresas y la transcripción de la
canción completa.
La canción que me ha presentado es “Mi
dulce sol” que al parecer era popular en ciertas zonas de
latinoamérica hace algunas décadas. No obstante es una canción
complicada de cantar para una niña, los cuales olvidan frases. He
descubierto que algunas estaban mal cantadas y la risa de fondo no
pertenece a la pequeña, sino a alguien con quien está. Es una risa
siniestra y poco halagüeña. Es posible que ese ser esté
retransmitiendo pedazos de historia, una siniestra.
No he logrado hallar los motivos o la
situación con la cual se inicia todo. También he colgado en los
archivos la voz infantil, muchos han descubierto que su acento no es
de México, lugar de donde proviene el archivo, sino es posible que
sea acento argentino o uruguayo. He peinado la zona buscando
información de niños desaparecidos pero no he encontrado nada. Nada
reciente.
Ayúdenos.
Stirling.”
David sí había logrado saber quien
era la pequeña. Había revisado archivos de niños desaparecidos en
los últimos cien años, algunos casos que ya estaban cerrados porque
no se halló al culpable de los terribles sucesos ni el cadáver del
pequeño o pequeña. Muchos quedaban inconclusos cuando los padres se
rendían tras más de tres décadas y la policía se veía
imposibilitada para malgastar más dinero en el caso.
En 1942 una pequeña de nombre María
desapareció de su casa en Buenos Aires, Argentina, vistiendo un
pequeño y bonito vestido blanco con lazos celestes. Sus cabellos
castaños tenían los mismos lazos y llevaba unos encantadores
zapatos negros de charol. La pequeña nunca apareció pero sí
algunos de sus lazos completamente ensangrentados cerca del lugar de
la desaparición. No se hallaron más datos.
Muchos habitantes de la zona decían
ver a la pequeña cantar en la calle, jugar con algo que no lograban
ver y finalmente desaparecer. Incluso la habían visto varios
turistas que espantados decidían dejar el barrio y dormir en hoteles
que estuvieran fuera del radio de la aparición.
Sin embargo era curioso que la joven a
la cual le llegó el mensaje, completamente desconocedora del caso,
jamás hubiese viajado a Argentina. Sin embargo uno de los últimos
procesos de fabricación del móvil se habían dado allí. Éste
había viajado hasta México y habría sido distribuido. El móvil no
tenía más de dos meses desde su adquisición y posiblemente no
llevaba con la joven más de unos días cuando el hecho aconteció.
El suceso es mórbido y brutal porque
se trata de una niña, la cual aparece y desaparece a su antojo.
Posiblemente ni siquiera es su alma sino la de ese otro ser invitando
a jugar a niños que también han desaparecido en zonas cercanas.
Posiblemente un demonio.
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