Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 17 de marzo de 2014

True love

Bonjour mes amis! 

Siempre que os saludo es para iniciar la jornada ¿verdad? ¡Oh sí! Bien, bien... ¿recuerdan a Avicus? Ya saben el grandullón del árbol. ¡Ese mismo! Ha traído esto para ustedes: TRUE LOVE.


Lestat de Lioncourt 


Recuerdo tu tierna sonrisa cubierta de preocupación y desasosiego. Temblabas en mis brazos la primera noche. No comprendo como pude sentir tanta ternura por una adolescente, casi una niña, tan rápido. Fue inesperado. El murmullo de los gruñidos de Mael se propagaba por toda la habitación; sin embargo casi eran imperceptibles para mí y tú podías notarlo. Tus manos me acariciaban el rostro perfilando cada marca. Un guerrero con un pequeño ser frágil y dulce. Tus enormes ojos brillaban en la oscuridad como los de un felino y tu aroma era el de un bosque.

—¡Mírate!—llegó a gruñir—. ¡Qué haremos con este incordio!

—¿Me dejarás? No puedo sobrevivir sola—tu pecho comenzó a moverse agitado, tus manos se perdieron en mi espalda al rodearme firmemente con un miedo atroz y el murmullo de tu llano me sobrecogió.

—¡Por favor! ¡Eres una mujer! ¡Por frágil y tonta que seas en apariencia eres mujer! ¡Las mujeres son más firmes y fieras que un hombre! ¡Instinto de supervivencia le llaman!—exclamaba con una furia incontenible.

—¡Mael!—llamé su atención, pero parecía inevitable que la discusión prosiguiese.

—¡No me calles Avicus! ¡No me calles!—explotó y escuché como se movía en su ataúd.

—No... no me dejes...—sollozaste intranquila esperando que respondiera a tu favor y lo hice. No podía dejarte. Sentía que me rompías el corazón con tu llanto.

—No te voy a dejar porque un celta odioso diga que debo hacerlo—te dije antes de cubrir tu rostro con besos y pude notar entonces la humedad de tus lágrimas.

—¡Te he escuchado! ¡Mañana mismo me largo! ¡Algún día te darás cuenta de tu maldito error!

Reconozco que fue un error dejar que se marchara. Jamás me perdoné su partida. Durante algunos días pensé que era un alivio, sin embargo me percaté que era imposible aceptar una vida sin él. Me aparté de su camino porque jamás me perdonaría del todo haber aceptado tu cercanía. Si bien tú te marchaste. Me has demostrado que sola puedes vivir perfectamente y aunque aún te amo, con todas mis fuerzas, he buscado a Mael para rogar perdón. A pesar del tiempo que hemos recuperado de alguna forma, pues siempre se logra recuperar una porción gracias a largas charlas y profundas miradas, nunca podrá soportar el hecho de haberlo dejado marchar.

Sin embargo tengo un sueño. Un sueño donde los tres convivimos. Tú eres la delicadeza y la fuerza, una dualidad hermosa, que intenta ser comprensiva conmigo en cada acto y él es la fuerza de un misterio, la cultura de la sabiduría cercana a lo natural, y parte de la profunda seriedad que aún inundan las viejas historias. Estoy hecho de trozos de ambos. Sois las astillas de mi corazón.


Ruego por volverte a ver danzando frente a mí descalza, con los brazos girando en círculos perfectos en el aire y con la gracia de una mariposa entre las flores. Rezo porque en tus cabellos aún cuelguen las flores recién cortadas y porque tus mejillas se iluminen como cerezas maduras. Clamo a los cielos nocturnos tu nombre y te busco sin poder hallarte. Desearía que nada malo te hubiese ocurrido porque eres parte de mí. Por favor, vuelve a nuestro camino.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt