Cuando conocí a Michael Curry comprendí porque Rowan lo amaba tanto, así como era tan querido por Mona y admirado, en parte, por Tarquin. Supongo que si yo no puedo cuidar a Rowan, si no puede estar conmigo ahora, al único que le permitiría estar a su lado es éste brujo Mayfair. Un hombre sensible pero masculino, inquieto mentalmente y hecho a sí mismo. Lean el siguiente texto porque está sacado de su corazón.
Lestat de Lioncourt
Pocas veces soy capaz de sentarme a
escribir y las pocas veces que lo he hecho ha sido para dejar mi
testimonio, sin adentrarme en mis sentimientos o divagar sobre el
pasado. Sólo he dejado contaminado el papel con cada una de las
frases que he escuchado, momentos que he visto pasar frente a mis
ojos y mis dudas sobre el futuro. Jamás he proyectado mis verdaderos
sentimientos sin tapujos, quizás es porque como muchos hombres
pienso que estos deben quedar sepultados.
Soy un hombre que se ha hecho a sí
mismo, del mismo modo que una casa se construye. Mis cimientos no son
los más firmes, pero sí son duros y casi inamovibles. Seguiré
siendo el descendiente de irlandeses arrojado al viejo canal, con una
casa con humedad en las paredes, una madre ebria en el sofá y un
padre con el cuerpo destrozado por tanto trabajar. Uno aprende que si
quiere prosperar en la vida tiene que hacerlo con trabajo duro y a
veces el más duro es el intelectual. Acepto que posiblemente pude
seguir los pasos de mi padre, si bien no soy capaz de salvar casas de
las llamas sino de reconstruir aquello que se cae a pedazos. El amor
por las estructuras que podían verse a lo largo y ancho de la
ciudad, así como del mundo, me tentaban enormemente como si fueran
cantos de sirena.
Mi sensación favorita era sentarme en
el suelo y deslizar mis dedos por la madera del parquet, hundir mi
imaginación en los pasos que alguien hubiese dado sobre ésta y
seducir cada línea con las yemas. Si bien, tuve que verme impedido
de mis manos tras aquel trágico accidente. Aún me pregunto cómo
pudo pasar aunque sé que tuvieron que ver tantas cosas... entre
ellas Julien y Lasher. No sé si fue una bendición, pero es lo más
emocionante e importante que ha pasado en mi vida.
Era un náufrago en mi vida, no sólo
en las aguas de las cuales me rescataste con el Dulce Cristina.
Estaba ciego y asfixiado por los problemas, proyectos que jamás
había llegado a hacer y el aborto de aquella mujer. Siempre quise
tener una familia para darles todo lo que yo no tuve, ofrecerles mi
seguridad y afecto... ofrecer lo mejor de mí. Tal vez suena estúpido
y tierno, pero es lo que yo deseaba. Encontrarte a ti fue mi
salvación mucho más allá que me regresaras a éste mundo.
Recuerdo los meses tumbado en la cama
bebiendo cerveza, los guantes de cuero y las viejas películas.
También recuerdo los libros de Dickens y mi tía intentando por
todos los medios que me animara. Me llamaban prodigio, si bien yo me
consideraba un terrible monstruo que sólo podía ver desgracias en
las vidas ajenas. Podía ver mediante mis dedos el pasado, las
huellas que habían dejado otros o simplemente pequeñas sensaciones
que me provocaban escalofríos desagradables. Pensé mucho en New
Orleans, lo admito, y en el hombre que se hallaba tras las rejas en
aquel jardín de árboles retorcidos. Creo que incluso podía oler el
dondiego y el azahar, así como sentir el ritmo de los tambores de
Mardi Gras. Un desastre.
Sólo sabía que quería conocer a la
persona que me había salvado, pues pensaba que en mis momentos de
incoherencia pude decir algo que me ayudara a recordar el mensaje.
Sí, porque me sentía un mensajero. Comprendía que todo aquello
tenía un significado especial y que sin duda debía transmitirlo. Si
no hubiese sido por mi empeño jamás te hubiese visto allí parada,
con tu aspecto firme como el de un hombre pero sensual como el de una
mujer, con los ojos grises tan profundos como el océano y esa voz
áspera soltando frases tan ridículamente encantadoras. Decías que
parecía enamorado de ti ¿y si me enamoré en ese momento? Tal vez
lo hice. O puede que me enamorara cuando casi me provocas un infarto
por como conducías. Demonios... jamás he visto un coche moverse así
por San Francisco.
Me llevaste a tu casa, me acogiste
entre tus brazos, hicimos el amor y te aplasté a preguntas mientras
llorabas. Nunca he visto una mujer tan hermosa y frágil cuando
llora, pues quizás es tu fortaleza exterior la que impide creer que
seas tan vulnerable. Puede que me enamorara de tus cigarrillos, tu
pose de mujer resuelta o tu cuerpo, casi de niña, ofreciéndose a mí
como si no importara nada. Te sacaba más de diez años y no te
importa, pero tampoco te interesó demasiado que pudiese estar loco y
obsesionado. Sí, estaba obsesionado con la vivienda que sería
nuestro hogar y perdición: First Street.
Hemos vivido aventuras muy peculiares,
he visto como nuestro amor se desgastaba hasta casi romperse, pero
aún estoy aquí con los brazos abiertos esperando que aceptes el
hueco que aún tienes en mi corazón y mi vida. Siempre estaré para
ti porque siempre voy a amarte. Estábamos destinados el uno para el
otro.
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