Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 27 de abril de 2014

Después de todo...

Cuando conocí a Michael Curry comprendí porque Rowan lo amaba tanto, así como era tan querido por Mona y admirado, en parte, por Tarquin. Supongo que si yo no puedo cuidar a Rowan, si no puede estar conmigo ahora, al único que le permitiría estar a su lado es éste brujo Mayfair. Un hombre sensible pero masculino, inquieto mentalmente y hecho a sí mismo. Lean el siguiente texto porque está sacado de su corazón.

Lestat de Lioncourt 


Pocas veces soy capaz de sentarme a escribir y las pocas veces que lo he hecho ha sido para dejar mi testimonio, sin adentrarme en mis sentimientos o divagar sobre el pasado. Sólo he dejado contaminado el papel con cada una de las frases que he escuchado, momentos que he visto pasar frente a mis ojos y mis dudas sobre el futuro. Jamás he proyectado mis verdaderos sentimientos sin tapujos, quizás es porque como muchos hombres pienso que estos deben quedar sepultados.

Soy un hombre que se ha hecho a sí mismo, del mismo modo que una casa se construye. Mis cimientos no son los más firmes, pero sí son duros y casi inamovibles. Seguiré siendo el descendiente de irlandeses arrojado al viejo canal, con una casa con humedad en las paredes, una madre ebria en el sofá y un padre con el cuerpo destrozado por tanto trabajar. Uno aprende que si quiere prosperar en la vida tiene que hacerlo con trabajo duro y a veces el más duro es el intelectual. Acepto que posiblemente pude seguir los pasos de mi padre, si bien no soy capaz de salvar casas de las llamas sino de reconstruir aquello que se cae a pedazos. El amor por las estructuras que podían verse a lo largo y ancho de la ciudad, así como del mundo, me tentaban enormemente como si fueran cantos de sirena.

Mi sensación favorita era sentarme en el suelo y deslizar mis dedos por la madera del parquet, hundir mi imaginación en los pasos que alguien hubiese dado sobre ésta y seducir cada línea con las yemas. Si bien, tuve que verme impedido de mis manos tras aquel trágico accidente. Aún me pregunto cómo pudo pasar aunque sé que tuvieron que ver tantas cosas... entre ellas Julien y Lasher. No sé si fue una bendición, pero es lo más emocionante e importante que ha pasado en mi vida.

Era un náufrago en mi vida, no sólo en las aguas de las cuales me rescataste con el Dulce Cristina. Estaba ciego y asfixiado por los problemas, proyectos que jamás había llegado a hacer y el aborto de aquella mujer. Siempre quise tener una familia para darles todo lo que yo no tuve, ofrecerles mi seguridad y afecto... ofrecer lo mejor de mí. Tal vez suena estúpido y tierno, pero es lo que yo deseaba. Encontrarte a ti fue mi salvación mucho más allá que me regresaras a éste mundo.

Recuerdo los meses tumbado en la cama bebiendo cerveza, los guantes de cuero y las viejas películas. También recuerdo los libros de Dickens y mi tía intentando por todos los medios que me animara. Me llamaban prodigio, si bien yo me consideraba un terrible monstruo que sólo podía ver desgracias en las vidas ajenas. Podía ver mediante mis dedos el pasado, las huellas que habían dejado otros o simplemente pequeñas sensaciones que me provocaban escalofríos desagradables. Pensé mucho en New Orleans, lo admito, y en el hombre que se hallaba tras las rejas en aquel jardín de árboles retorcidos. Creo que incluso podía oler el dondiego y el azahar, así como sentir el ritmo de los tambores de Mardi Gras. Un desastre.

Sólo sabía que quería conocer a la persona que me había salvado, pues pensaba que en mis momentos de incoherencia pude decir algo que me ayudara a recordar el mensaje. Sí, porque me sentía un mensajero. Comprendía que todo aquello tenía un significado especial y que sin duda debía transmitirlo. Si no hubiese sido por mi empeño jamás te hubiese visto allí parada, con tu aspecto firme como el de un hombre pero sensual como el de una mujer, con los ojos grises tan profundos como el océano y esa voz áspera soltando frases tan ridículamente encantadoras. Decías que parecía enamorado de ti ¿y si me enamoré en ese momento? Tal vez lo hice. O puede que me enamorara cuando casi me provocas un infarto por como conducías. Demonios... jamás he visto un coche moverse así por San Francisco.

Me llevaste a tu casa, me acogiste entre tus brazos, hicimos el amor y te aplasté a preguntas mientras llorabas. Nunca he visto una mujer tan hermosa y frágil cuando llora, pues quizás es tu fortaleza exterior la que impide creer que seas tan vulnerable. Puede que me enamorara de tus cigarrillos, tu pose de mujer resuelta o tu cuerpo, casi de niña, ofreciéndose a mí como si no importara nada. Te sacaba más de diez años y no te importa, pero tampoco te interesó demasiado que pudiese estar loco y obsesionado. Sí, estaba obsesionado con la vivienda que sería nuestro hogar y perdición: First Street.


Hemos vivido aventuras muy peculiares, he visto como nuestro amor se desgastaba hasta casi romperse, pero aún estoy aquí con los brazos abiertos esperando que aceptes el hueco que aún tienes en mi corazón y mi vida. Siempre estaré para ti porque siempre voy a amarte. Estábamos destinados el uno para el otro.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt