Arion quiere demostrar que el amor puede al odio. Además, la comprensión es inteligencia emocional.
Sobre Petronia ¿qué puedo decir? No es tan mala como Quinn la pintan.
Lestat de Lioncourt
La observaba completamente ensimismado.
Sus manos eran hábiles, pero no tenía prisa en grabar aquel retrato
tan fidedigno como hermoso. Petronia intentaba apegarse a la realidad
de viejas obras, leyendas y en ocasiones imágenes que podía
contemplar en plena oscuridad, en el silencio y abrigo de la noche.
La nocturnidad les ofrecía a todos ellos un punto terrible, mágico
y perfecto de un mundo misterioso y violento. Ella navegaba entre las
turbulentas aguas de sus sentimientos y en ocasiones, no siempre,
conseguía cierta inspiración que la doblegaba e impedía que
pensara en algo más que en terminar el proyecto.
Quería hablar, pero interrumpirla
sería despertar al dragón. Se aproximó a ella con cuidado y
observó el rostro de la joven que destacaba en el coral. Había
elegido coral blanco y oro para el marco que llevaría. Era una obra
difícil, pues quería marcar en ella cada milímetro de expresión
de aquella joven. Un camafeo de más de cinco centímetros que podría
ser algo pesado, pero sin duda merecería la pena llevarlo.
—La vi hace unos días—dijo sin
apartar la vista de la joya—. Aunque realmente no sé si es mujer.
—Sé quien es—había reconocido los
rasgos y aquello despertó la curiosidad en Petronia.
—¿Qué?—se giró hacia él y dejó
las herramientas, el coral y todo lo que estaba haciendo—. Habla
maldito inútil.
—Por como va vestido siempre parece
una mujer, realmente su alma pertenece a un lado femenino muy
intenso. ¿Tampoco te has atrevido a leer su mente? Es como si
desearas saber sus secretos, pero a la vez temes romper la magia—ella
le miraba con ciertos celos, pero la curiosidad no se iba de su
lado—. Vive a pocas calles del barrio más humilde de la ciudad
y...
—¿Te ves con ella?—dijo mirándolo
con cierta furia contenida.
—Me recuerda a ti y estuve a punto de
contarte que quizás podías darle cobijo. Juro que no me pondré
celoso ésta vez. Esa joven te necesita, Petronia. Vive tu mismo
calvario y sólo tiene veinte años—su voz era sedosa y sosegada.
Parecía querer calmarla, pero realmente sólo hablaba con la
confianza y el amor que siempre le mostró.
—¿En qué te recuerda a mí?—su
voz sonó quebrada, aunque no quiso mostrar sentimiento alguno.
—Tu dolor. Te llamaban monstruo por
tener ambos sexos y te humillaban llevándote a casas de citas, no
sin antes intentar matarte en el circo cuando eras tan solo una niña.
Sé que has sabido superar ese coraje y dolor, pues usas tu
apariencia de hombre para cubrir tu lado más frágil. Y no es porque
seas una mujer débil, sino porque sigues siendo sensible. Si no
fueras sensible y realmente sólo fueras un monstruo, cruel y
despreciable, tan sólo sabrías traer odio al mundo y nunca harías
nada tan hermoso como éstos camafeos. Petronia, veo en ella el mismo
dolor. Tómala como ayudante, enseña a ese corazón dolido que el
amor es posible y cuando lo hayas conseguido decide si quieres darle
una nueva vida. Pero al menos, por favor, ofrécele un trabajo que no
sea miserable—sus ojos oscuros se fundieron en los de ella y sintió
que el lazo de unión de ambos volvía a fortalecerse.
Ella quiso llorar, pero sólo sonrió y
giró su rostro hacia sus herramientas. Petronia ya lo había
decidido. Buscaría a la joven, la cual temía aceptar su verdadera
condición por miedo a represalias, y le daría un hueco en su vida.
Arion la comprendía mejor que cualquier otro ser, pero eso no se lo
diría. Él quedó a su lado examinando su trabajo y tarareando
viejos poemas como si fueran canciones.
Con el amor se llega lejos, pero con el
odio jamás se prospera. Aquellos que la despreciaron, humillaron o
simplemente se burlaron de sus palabras yacían muertos y enterrados
en cenizas. Ella, gracias al amor y la comprensión de su maestro,
había logrado superar dificultades. Quizás podría tener una nueva
empleada en su taller, sí... quizás sí.
“Y ella decidió ser mujer para él,
pero seguir ejerciendo su fuerza masculina en el taller. Se veía
hermosa incluso desaliñada, sucia y con las uñas destrozadas por
los útiles que a veces requerían las piezas más duras y hermosas.
Perlas, nácar, conchas, oro, diamantes, zafiros, plata o cobre... no
importaba, todo caía en sus manos y su imaginación volaba. Él la
buscaba, se hundía en su mente y la codiciaba. La vestía con ropas
elegantes, hacía que su cabello luciera como si fuese el de una
diosa y la veneraba con poemas románticos que jamás logró decir
antes. El amor lo puede todo. El odio sólo condena a las almas a
revolcarse por el Tártaro.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario