Memorias Mayfair y Crónicas vampíricas juntas.
¡Atención! El poder ciega, contamina el alma y te lleva a elecciones arriesgadas. El amor también.
En éstas memorias conoceremos el motivo por el cual Rowan Mayfair tuvo que dejarme, los planes que tiene Julien y los deseos de Mona.
Lestat de Lioncourt
PRIMERA PARTE: MEMORIAS DEL HORROR
Lunes 21 de Marzo del 2014, New
Orleans.
El golpeteo de sus zapatos de tacón
corto había sido el único ruido que se había escuchado en horas
por aquel pasillo, como si ella fuese un fantasma y decidiese que
aquel lugar laberíntico sería su última morada. Se ajustaba la
bata con elegancia mientras acomodaba sus suaves, ondulados y algo
largos cabellos de oro. Parecía una muñeca perfecta escapada de una
tienda de modas. Llevaba un traje sobrio de pantalón algo ajustado,
pero cómodo, y una camisa tan blanca, y pulcra, como su bata. En el
bolsillo derecho superior de la bata se hallaba una pluma, la misma
con la cual había firmado horas atrás un documento de Mayfair and
Mayfair, y su nombre en un placa simple, pero elegante, en la cual se
podía leer “Doctora Rowan Mayfair”.
Se encontraba atada de pies y manos,
pues la familia le había hecho elegir entre la destrucción de todo
lo que amaba o acceder a una burda triquiñuela. Todo había
comenzado meses antes cuando Oberon interrumpió en su despacho, algo
agitado, mientras que sus hermanas revisaban algunos documentos en la
planta superior de Mayfair Medics.
—Julien ha vuelto—dijo mirándola
con aquellos profundos ojos, de una profundidad similar a la de
Ashlar—. No estoy bromeando.
—Los fantasmas siempre
vuelven—susurró con frialdad abriendo uno de los archivos de su
dispositivo usb.
—¡No! ¡No entiendes!—entró en la
habitación sin siquiera pedir permiso, cerró de un portazo y se
precipitó sobre la mesa—. Carne y hueso.
Oberon era descendiente de Ashlar y
Morrigan. Rowan aún recordaba a ese enorme gigante de cabello negro,
canas en sus patillas y rostro bondadoso. Podía sentir aún sus
manos sobre las suyas, la mirada cándida al contemplar sus hermosas
muñecas y el dolor que podía apreciarse en sus palabras. Él sufría
en soledad mientras Morrigan se desarrollaba en el vientre de Mona.
Aquella mujer Taltos, tan idéntica a su madre, que había surgido de
una relación fogosa con su esposo Michael Curry. Contemplar a Oberon
era contemplar la inteligencia de Mona en un envase similar al de
aquel hombre atento, apuesto y desesperado por ocultar la tragedia de
su pueblo.
Julien había rogado destrozar a Lasher
y le había encomendado a Michael el trabajo, pero él era tan sólo
un fantasma. El mismo fantasma que reinaba en la propiedad principal
de los Mayfair, la casa de First Street, y que de vez en cuando se
paseaba por New Orleans como si siguiese vivo. Sin embargo, Oberon
decía que Julien estaba vivo y sin duda debía creerlo. Últimamente
los muertos parecían cobrar su fuerza.
—Explícate—dijo seria observándolo
con aquellos enormes ojos grises—. Habla.
—Viene hacia el despacho. Lo he visto
en el hall—comentó alejándose de la mesa para mirar las paredes,
los libros y las pinturas—. Hay peligro.
Oberon podía ser cínico, en ocasiones
cruel, pero sin duda era leal y había aceptado aprender de su mano.
Ella controlaba a las dos hembras, Lorkyn y Miravelle, así como a su
hermano Oberon. Ellos eran los únicos descendientes de Ashlar que
quedaban vivos.
En esos momentos aún sentía como su
cabeza daba vueltas. Desde hacía meses había ocultado a Lestat su
nueva dirección, olvidado todo lo que con él había vivido y
enterrado cualquier esperanza. Su pasado la había perseguido de
nuevo con la sonrisa gentil, abierta e inteligente de Julien. Julien
Mayfair había regresado gracias a un trato perverso con el demonio y
ella se encontraba allí, con sus peores miedos a flor de piel.
Durante toda la noche había deseado
huir del hospital y adentrarse en los pantanos. Quería ser libre,
pero Hazel necesitaba a su madre y sabía que la dañarían, al igual
que dañarían a Michael, si no colaboraba. Tenía sentimientos
encontrados pues aquello a lo cual asistiría era un milagro, pero
también una abominación. Pronto habría otro Taltos en el mundo
hijo genéticamente de Tarquin Blackwood y Mona Mayfair, pero nacido
de las entrañas fértiles y delicadas de una mujer Mayfair.
Liliana Mayfair siempre fue una niña
sana físicamente, pero sus facultades intelectuales estaban
mermadas. Contaba con veinte años, si bien no tenía más de unos
diez años mentales. Sus poderes la habían truncado convirtiéndola
en un ser tan bobo como Belle Mayfair. Era una bruja poderosa, pero
su cerebro no se desarrollaba. Sin duda era el conejillo de indias
perfecto para Julien. Él la había escogido.
—Rowan... Rowan... ¿qué demonios
estás haciendo?—se dijo mirando el reloj antes de entrar en el
paritorio.
Allí, en uno de los paritorios del
hospital que ella misma había decidido construir, se encontraba la
muchacha visiblemente nerviosa, asustada y adolorida. En la
ansiéptica habitación se hallaban tres reconocibles figuras. Julien
Mayfair, sentado en una silla de ejecutivo, Tarquin Blackwood y Mona
Mayfair.
—Querida, llegas justo a
tiempo—susurró con una sonrisa maliciosa, aunque sin duda
atractiva, mientras se acomodaba en la silla apoyando sus codos sobre
los apoyabrazos.
Julien llevaba un elegante traje
blanco, con una bonita corbata roja en tono burdeos y un magnífico
pañuelo del mismo tono en su ojal. Tenía el cabello cano bien
peinado, las arrugas de su rostro le daban un aspecto bondadoso y sus
ojos centellaban. No era humano, aunque nunca lo fue realmente, pero
tampoco podía considerarse un simple brujo. Memnoch le había
conferido nuevos poderes cuando le transmitió la nueva vida, pero no
era un demonio como se esperaba. Julien era en esos momentos, sin
duda alguna, uno de los brujos más importantes e imponentes.
Tarquin se encontraba a su lado
derecho, de pie, con un aspecto elegante pero visiblemente nervioso.
Sus cabellos negros y rizados caían sobre su frente. Tenía sus
hermosos ojos azules clavados en la camilla. Llevaba un elegante
traje de firma italiana, negro y sobrio, con una camisa blanca y una
corbata del mismo tono que su mirada. Mona estaba colgada de su
brazo, con su cabeza pegada a su pecho y de igual modo miraba a la
joven. Tenía sus ojos bien atentos, abiertos y desesperados porque
todo fuese bien.
Rowan estaba horrorizada. Sabía que
aquello era el inicio de un terrible problema. Los Mayfair tendrían
mayor control que nunca sobre ella; pero también tendrían dominio
sobre su hospital, el cual era uno de los más importantes de todo el
país, y su familia. Si bien, pronto la habitación se llenó de un
dulce aroma y pronto comprendió que no se hallaría sola
enfrentándose a un parto tan terrible.
Los cabellos rubios de Liliana estaban
pegados a su frente sudorosa, así como a su cuello y sus pechos.
Estaba desnuda, con sus piernas puestas en el potro del paritorio y
sus muñecas, así como sus tobillos, se encontraban atadas con
grilletes. Su vientre se movía pues el Taltos estaba a punto de
nacer.
—¿Quieres que te ayude?—preguntó
Miravelle con su dulce voz mientras se recogía el cabello rubio en
una coleta.
—¿A ti te ayudaron a nacer? No seas
boba—respondió Lorkyn con su despampanante mirada, su elegancia y
astucia, dejándose ver incluso en su forma de moverse. Aquella
pelirroja fuerte y deslumbrante parecía una réplica de Mona, aunque
mucho más alta y con algunos rasgos de Ashlar.
—Esto me recuerda al círculo de
piedras que decía Ashlar—Oberon alzó sus cejas oscuras y se
aproximó a la muchacha justo en el momento que el Taltos salía.
Sus pequeñas manos aparecieron
ayudándose a él mismo en el parto. Aquel bebé comenzaría a
caminar y hablar en breves minutos. Tarquin miraba aquello atónito,
casi a punto de desmayarse, mientras que Mona recordaba, casi entre
lágrimas, el parto que tuvo en aquella destartalada donde Dolly Jean
llamó a la criatura “bebé que anda y camina”. Los gritos de
Liliana eran terribles, casi igual que terrible que la cara de
fascinación de Julien. Él había pedido que destrozaran a Lasher,
pero ahora estaba empeñado en hacer más fuerte y extensa la
familia.
La muchacha cedió al dolor y el
desgaste quedando exhausta, perdida en el mundo de los sueños,
mientras aquel horripilante ser se enganchaba a sus senos y bebía su
leche. Mona se apartó de su noble Abelardo, el cual aún temblaba,
para acariciar suavemente sus cabellos negros. Aquel ser sería sin
duda alguna el heredero legítimo de su sangre. Sus nietos la
observaban confusos pero alegres, pues era el nacimiento de un nuevo
ser como ellos. Tarquin aún temblaba y prácticamente se apoyaba en
algunas máquinas que eran parte del material médico.
Rowan sentía que se iba a desplomar.
Quería gritar, pero sólo podía abrir los labios y contemplar aquel
horror. Recordó a su pobre hija, una mujer alta y hermosa que jamás
hizo daño a nadie, naciendo de ese modo mientras recordaba que debía
buscar a Michael. Aquello la destrozó de nuevo. El fantasma de
Emaleth se precipitó sobre ella, sobre todo cuando Miravelle la tomó
del brazo. Su cabello rubio, abundante y hermoso, con aquellos ojos
deslumbrantes y su piel infantil suave rozándola. Casi estuvo a
punto de chillar, pero volvió a controlarse recobrando la
compostura. Aquella mujer ya había cumplido más de una década a su
lado, era la dulce Miravelle y estaba preocupada.
—Déjala o terminará gritando—dijo
Lorkyn agitando sus cabellos pelirrojos mientras miraba como si nada
al nuevo Taltos.
—Padre no estaría de acuerdo—susurró
provocando que inclusive Julien la mirara—. Pero... no tengo voz ni
voto en ésto.
—Es mejor que guardes silencio—dijo
Oberon—. Me pregunto si me dejará tomar algo de leche...
—Oberon la leche es para él—respondió
Lorkyn acercándose a él para apartarlo.
Los tres comenzaron a cantar
aceleradamente y sólo se escuchaba un silbido extraño. Lasher
también lo hacía, cantaba así para la hija que esperaba. Rowan se
llevó las manos a la cabeza y dio dos pasos hacia atrás, sin
embargo chocó con una imponente figura. Era un ser alto, hermoso y
para nada humano pero tampoco un Taltos. Rápidamente se alejó al
recordar como Lestat, a quien pertenecía gran parte de su corazón y
pensamientos, había descrito en un millón de ocasiones a uno de sus
más terribles enemigos.
—Oh, Memnoch—susurró Julien antes
de dejar escapar una carcajada—. Mon fils, acércate y disfruta del
espectáculo.
—Precisamente vengo a celebrar tu
victoria, Julien—su voz era varonil, oscura y claramente maliciosa.
¿Dónde estaba Michael para
sostenerla? ¿Por qué no se encontraba allí? Al menos él
mantendría la calma y la obligaría a no volverse loca. No había
escapatoria. La pesadilla había regresado. El mundo conocería un
nuevo Taltos hijo de Mona Mayfair y Tarquin Blackwood. ¡Y ella había
colaborado! ¡Qué desastre!
Martes 22 de Marzo del 2014, New
Orleans
Escogió el nombre de Alvar Mayfair y
una ropa muy elegante para hacer su presentación. Se encontraba
frenético, alegre y elocuente. Decía recordar cada calle como si ya
la hubiese pisado. Su padre lo observaba entre aterrado, fascinado y
orgulloso. Mona, su madre, simplemente apretaba suavemente el brazo
de Tarquin esperando que comprendiera que no era sólo un capricho.
Ver muerta a Morrigan fue terrible y aún más terrible saber toda la
epopeya que ella había sufrido. Pudo vivir un milenio, incluso dos,
pero el mundo la había sepultado en hielo fruto de terribles
encuentros con el narcotráfico y sus propios hijos.
—¿Podre conocer a Lestat?—preguntó
provocando que Julien se girara en la limusina para verlo— ¡Seguro
que es tan divertido y heroico como dice papá!
—Es sólo un payaso. Un charlatán
más—dijo el líder de los Mayfair visiblemente molesto.
—Pero...
—Tesoro no es momento de molestar al
tío Julien—susurró Mona con tono condescendiente—. ¿Quieres un
vaso de leche fresca? Tenemos varios botellines en la nevera.
—Sí, tengo sed.
Alvar tenía la belleza de Tarquin y
Mona, una elegancia arrolladora y una caballerosidad que sólo podía
señalarse como típicamente Blackwood. También era muy emocional y
terriblemente seductor. Justo esa noche había intentado coquetear
con varias mujeres que se habían interpuesto en su camino, también
con un muchacho que a penas tendría los veinte años. Disfrutaba
siendo elegante, caminando igual que Tarquin sin parecer desgarbado y
acomodándose la chaqueta como lo hacía Julien.
Viajaban hacia Mayfair and Mayfair para
solicitar que él entrara en los planes Mayfair. Pronto desarrollaría
ideas, haría negocio en la ciudad y se convertiría en uno de los
jóvenes más brillantes de la familia. No, Julien no desaprovecharía
la oportunidad. Ese Taltos no se pudriría en un hospital llevando
informes, atendiendo pacientes y sonriendo mecánicamente. No. La
medicina no era para él. Aquel brujo había visto en aquel muchacho
un diamante en bruto.
—Memnoch hará un preciado regalo a
todos los Mayfair. Serán mortales, pero rejuvenecerán y tendrán
mayores poderes. Claro está, sólo los brujos y brujas—aquella
confesión provocó que ambos vampiros lo miraran sorprendido—.
Ahora está de nuestra parte.
Hazel había cambiado de nombre, Rowan
había marchado junto a Michael nuevamente hacia San Francisco, y los
Mayfair de New Orleans vivirían una época dorada que jamás
creyeron conocer. Pronto el mundo sabría que era ser un Mayfair. Un
nuevo monopolio empresarial comenzaría.
Las oficinas Mayfair and Mayfair se
hallaban completamente iluminadas. No solían trabajar hasta tan
tarde, pero había sido una petición expresa de Mona y de Julien.
Nadie podía creer en la familia que un milagro como aquel ocurriera,
pero inclusive Pierce no había tenido reparos de comentarlo en más
de una ocasión con su futura esposa. La limusina aparcó en la cera
contigua y todos los ocupantes descendieron.
Mona tomó a Alvar de la mano, como si
fuera un niño, e intentó que no se dejara llevar por las luces
eléctricas de los locales de comida cercanos al edificio. La música
jazz, soul y r&b sonaba sin cesar junto a un rock ciertamente
atractivo. Para un Taltos la música es vida y él se echó a reír
mientras ella lo contenía. Tarquin vestía igual de elegante que su
joven prodigio, pero Mona había decidido ser más desenfadada y
enfundarse en un traje rojo despampanante y llevar unos tacones de
infarto. Julien seguía llevando un traje blanco, aunque con un corte
más clásico que la noche anterior, junto con unos lustrosos
mocasines del mismo color. Todos parecían dispuestos a entrar en la
firma de abogados e imponer sus deseos.
El primero en acercarse a ellos,
saliendo de las oficinas, fue Ryan que había recobrado el color de
sus cabellos y ya no lucían tan blancos. Tenía menos arrugas,
estaba algo más delgado y parecía un maniquí en aquel traje azul
marino, camisa de algodón blanco y corbata carmesí. Sin duda alguna
Julien había hecho un pacto terrible y la familia volvía a estar
maldita, aunque de una forma distinta.
—Bienvenidos, el contrato está
listo.
—¿Qué contrato?—preguntó Alvar
con aquella voz seductora, casi idéntica a la de Tarquin—. Papá
¿qué contrato? ¿De qué habla?
—Hijo, pronto tendrás parte de mi
fortuna y la fortuna de tu madre. Nunca te faltará de nada. Además,
Julien hará que aprendas a dirigir ciertos negocios— lo miraba con
orgullo y amor, como un padre mira a su hijo, y en parte comprendió
porque Mona deseaba tener un pequeño propio. Él ya había sido
padre con Jerome, un chico que ya era espigado y listo, pero ella
había perdido a su hija y esto era algo más que un capricho. Alvar
era inteligente y educado, cosa que le enorgullecía, y que pronto
daría sus frutos.
—Así es—dijo Julien antes de echar
a caminar hacia el interior.
Los documentos pronto se firmaron,
Alvar quedó inscrito como Mayfair, y Julien, una vez más, se salió
con la suya.
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