Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 24 de abril de 2014

No nacimos humanos, nacimos Mayfair

Memorias Mayfair y Crónicas vampíricas juntas. 

¡Atención! El poder ciega, contamina el alma y te lleva a elecciones arriesgadas. El amor también. 

En éstas memorias conoceremos el motivo por el cual Rowan Mayfair tuvo que dejarme, los planes que tiene Julien y los deseos de Mona. 

Lestat de Lioncourt 

PRIMERA PARTE: MEMORIAS DEL HORROR 



Lunes 21 de Marzo del 2014, New Orleans.

El golpeteo de sus zapatos de tacón corto había sido el único ruido que se había escuchado en horas por aquel pasillo, como si ella fuese un fantasma y decidiese que aquel lugar laberíntico sería su última morada. Se ajustaba la bata con elegancia mientras acomodaba sus suaves, ondulados y algo largos cabellos de oro. Parecía una muñeca perfecta escapada de una tienda de modas. Llevaba un traje sobrio de pantalón algo ajustado, pero cómodo, y una camisa tan blanca, y pulcra, como su bata. En el bolsillo derecho superior de la bata se hallaba una pluma, la misma con la cual había firmado horas atrás un documento de Mayfair and Mayfair, y su nombre en un placa simple, pero elegante, en la cual se podía leer “Doctora Rowan Mayfair”.

Se encontraba atada de pies y manos, pues la familia le había hecho elegir entre la destrucción de todo lo que amaba o acceder a una burda triquiñuela. Todo había comenzado meses antes cuando Oberon interrumpió en su despacho, algo agitado, mientras que sus hermanas revisaban algunos documentos en la planta superior de Mayfair Medics.

—Julien ha vuelto—dijo mirándola con aquellos profundos ojos, de una profundidad similar a la de Ashlar—. No estoy bromeando.

—Los fantasmas siempre vuelven—susurró con frialdad abriendo uno de los archivos de su dispositivo usb.

—¡No! ¡No entiendes!—entró en la habitación sin siquiera pedir permiso, cerró de un portazo y se precipitó sobre la mesa—. Carne y hueso.

Oberon era descendiente de Ashlar y Morrigan. Rowan aún recordaba a ese enorme gigante de cabello negro, canas en sus patillas y rostro bondadoso. Podía sentir aún sus manos sobre las suyas, la mirada cándida al contemplar sus hermosas muñecas y el dolor que podía apreciarse en sus palabras. Él sufría en soledad mientras Morrigan se desarrollaba en el vientre de Mona. Aquella mujer Taltos, tan idéntica a su madre, que había surgido de una relación fogosa con su esposo Michael Curry. Contemplar a Oberon era contemplar la inteligencia de Mona en un envase similar al de aquel hombre atento, apuesto y desesperado por ocultar la tragedia de su pueblo.

Julien había rogado destrozar a Lasher y le había encomendado a Michael el trabajo, pero él era tan sólo un fantasma. El mismo fantasma que reinaba en la propiedad principal de los Mayfair, la casa de First Street, y que de vez en cuando se paseaba por New Orleans como si siguiese vivo. Sin embargo, Oberon decía que Julien estaba vivo y sin duda debía creerlo. Últimamente los muertos parecían cobrar su fuerza.

—Explícate—dijo seria observándolo con aquellos enormes ojos grises—. Habla.

—Viene hacia el despacho. Lo he visto en el hall—comentó alejándose de la mesa para mirar las paredes, los libros y las pinturas—. Hay peligro.

Oberon podía ser cínico, en ocasiones cruel, pero sin duda era leal y había aceptado aprender de su mano. Ella controlaba a las dos hembras, Lorkyn y Miravelle, así como a su hermano Oberon. Ellos eran los únicos descendientes de Ashlar que quedaban vivos.

En esos momentos aún sentía como su cabeza daba vueltas. Desde hacía meses había ocultado a Lestat su nueva dirección, olvidado todo lo que con él había vivido y enterrado cualquier esperanza. Su pasado la había perseguido de nuevo con la sonrisa gentil, abierta e inteligente de Julien. Julien Mayfair había regresado gracias a un trato perverso con el demonio y ella se encontraba allí, con sus peores miedos a flor de piel.

Durante toda la noche había deseado huir del hospital y adentrarse en los pantanos. Quería ser libre, pero Hazel necesitaba a su madre y sabía que la dañarían, al igual que dañarían a Michael, si no colaboraba. Tenía sentimientos encontrados pues aquello a lo cual asistiría era un milagro, pero también una abominación. Pronto habría otro Taltos en el mundo hijo genéticamente de Tarquin Blackwood y Mona Mayfair, pero nacido de las entrañas fértiles y delicadas de una mujer Mayfair.

Liliana Mayfair siempre fue una niña sana físicamente, pero sus facultades intelectuales estaban mermadas. Contaba con veinte años, si bien no tenía más de unos diez años mentales. Sus poderes la habían truncado convirtiéndola en un ser tan bobo como Belle Mayfair. Era una bruja poderosa, pero su cerebro no se desarrollaba. Sin duda era el conejillo de indias perfecto para Julien. Él la había escogido.

—Rowan... Rowan... ¿qué demonios estás haciendo?—se dijo mirando el reloj antes de entrar en el paritorio.

Allí, en uno de los paritorios del hospital que ella misma había decidido construir, se encontraba la muchacha visiblemente nerviosa, asustada y adolorida. En la ansiéptica habitación se hallaban tres reconocibles figuras. Julien Mayfair, sentado en una silla de ejecutivo, Tarquin Blackwood y Mona Mayfair.

—Querida, llegas justo a tiempo—susurró con una sonrisa maliciosa, aunque sin duda atractiva, mientras se acomodaba en la silla apoyando sus codos sobre los apoyabrazos.

Julien llevaba un elegante traje blanco, con una bonita corbata roja en tono burdeos y un magnífico pañuelo del mismo tono en su ojal. Tenía el cabello cano bien peinado, las arrugas de su rostro le daban un aspecto bondadoso y sus ojos centellaban. No era humano, aunque nunca lo fue realmente, pero tampoco podía considerarse un simple brujo. Memnoch le había conferido nuevos poderes cuando le transmitió la nueva vida, pero no era un demonio como se esperaba. Julien era en esos momentos, sin duda alguna, uno de los brujos más importantes e imponentes.

Tarquin se encontraba a su lado derecho, de pie, con un aspecto elegante pero visiblemente nervioso. Sus cabellos negros y rizados caían sobre su frente. Tenía sus hermosos ojos azules clavados en la camilla. Llevaba un elegante traje de firma italiana, negro y sobrio, con una camisa blanca y una corbata del mismo tono que su mirada. Mona estaba colgada de su brazo, con su cabeza pegada a su pecho y de igual modo miraba a la joven. Tenía sus ojos bien atentos, abiertos y desesperados porque todo fuese bien.

Rowan estaba horrorizada. Sabía que aquello era el inicio de un terrible problema. Los Mayfair tendrían mayor control que nunca sobre ella; pero también tendrían dominio sobre su hospital, el cual era uno de los más importantes de todo el país, y su familia. Si bien, pronto la habitación se llenó de un dulce aroma y pronto comprendió que no se hallaría sola enfrentándose a un parto tan terrible.

Los cabellos rubios de Liliana estaban pegados a su frente sudorosa, así como a su cuello y sus pechos. Estaba desnuda, con sus piernas puestas en el potro del paritorio y sus muñecas, así como sus tobillos, se encontraban atadas con grilletes. Su vientre se movía pues el Taltos estaba a punto de nacer.

—¿Quieres que te ayude?—preguntó Miravelle con su dulce voz mientras se recogía el cabello rubio en una coleta.

—¿A ti te ayudaron a nacer? No seas boba—respondió Lorkyn con su despampanante mirada, su elegancia y astucia, dejándose ver incluso en su forma de moverse. Aquella pelirroja fuerte y deslumbrante parecía una réplica de Mona, aunque mucho más alta y con algunos rasgos de Ashlar.

—Esto me recuerda al círculo de piedras que decía Ashlar—Oberon alzó sus cejas oscuras y se aproximó a la muchacha justo en el momento que el Taltos salía.

Sus pequeñas manos aparecieron ayudándose a él mismo en el parto. Aquel bebé comenzaría a caminar y hablar en breves minutos. Tarquin miraba aquello atónito, casi a punto de desmayarse, mientras que Mona recordaba, casi entre lágrimas, el parto que tuvo en aquella destartalada donde Dolly Jean llamó a la criatura “bebé que anda y camina”. Los gritos de Liliana eran terribles, casi igual que terrible que la cara de fascinación de Julien. Él había pedido que destrozaran a Lasher, pero ahora estaba empeñado en hacer más fuerte y extensa la familia.

La muchacha cedió al dolor y el desgaste quedando exhausta, perdida en el mundo de los sueños, mientras aquel horripilante ser se enganchaba a sus senos y bebía su leche. Mona se apartó de su noble Abelardo, el cual aún temblaba, para acariciar suavemente sus cabellos negros. Aquel ser sería sin duda alguna el heredero legítimo de su sangre. Sus nietos la observaban confusos pero alegres, pues era el nacimiento de un nuevo ser como ellos. Tarquin aún temblaba y prácticamente se apoyaba en algunas máquinas que eran parte del material médico.

Rowan sentía que se iba a desplomar. Quería gritar, pero sólo podía abrir los labios y contemplar aquel horror. Recordó a su pobre hija, una mujer alta y hermosa que jamás hizo daño a nadie, naciendo de ese modo mientras recordaba que debía buscar a Michael. Aquello la destrozó de nuevo. El fantasma de Emaleth se precipitó sobre ella, sobre todo cuando Miravelle la tomó del brazo. Su cabello rubio, abundante y hermoso, con aquellos ojos deslumbrantes y su piel infantil suave rozándola. Casi estuvo a punto de chillar, pero volvió a controlarse recobrando la compostura. Aquella mujer ya había cumplido más de una década a su lado, era la dulce Miravelle y estaba preocupada.

—Déjala o terminará gritando—dijo Lorkyn agitando sus cabellos pelirrojos mientras miraba como si nada al nuevo Taltos.

—Padre no estaría de acuerdo—susurró provocando que inclusive Julien la mirara—. Pero... no tengo voz ni voto en ésto.

—Es mejor que guardes silencio—dijo Oberon—. Me pregunto si me dejará tomar algo de leche...

—Oberon la leche es para él—respondió Lorkyn acercándose a él para apartarlo.

Los tres comenzaron a cantar aceleradamente y sólo se escuchaba un silbido extraño. Lasher también lo hacía, cantaba así para la hija que esperaba. Rowan se llevó las manos a la cabeza y dio dos pasos hacia atrás, sin embargo chocó con una imponente figura. Era un ser alto, hermoso y para nada humano pero tampoco un Taltos. Rápidamente se alejó al recordar como Lestat, a quien pertenecía gran parte de su corazón y pensamientos, había descrito en un millón de ocasiones a uno de sus más terribles enemigos.

—Oh, Memnoch—susurró Julien antes de dejar escapar una carcajada—. Mon fils, acércate y disfruta del espectáculo.

—Precisamente vengo a celebrar tu victoria, Julien—su voz era varonil, oscura y claramente maliciosa.

¿Dónde estaba Michael para sostenerla? ¿Por qué no se encontraba allí? Al menos él mantendría la calma y la obligaría a no volverse loca. No había escapatoria. La pesadilla había regresado. El mundo conocería un nuevo Taltos hijo de Mona Mayfair y Tarquin Blackwood. ¡Y ella había colaborado! ¡Qué desastre!


Martes 22 de Marzo del 2014, New Orleans

Escogió el nombre de Alvar Mayfair y una ropa muy elegante para hacer su presentación. Se encontraba frenético, alegre y elocuente. Decía recordar cada calle como si ya la hubiese pisado. Su padre lo observaba entre aterrado, fascinado y orgulloso. Mona, su madre, simplemente apretaba suavemente el brazo de Tarquin esperando que comprendiera que no era sólo un capricho. Ver muerta a Morrigan fue terrible y aún más terrible saber toda la epopeya que ella había sufrido. Pudo vivir un milenio, incluso dos, pero el mundo la había sepultado en hielo fruto de terribles encuentros con el narcotráfico y sus propios hijos.

—¿Podre conocer a Lestat?—preguntó provocando que Julien se girara en la limusina para verlo— ¡Seguro que es tan divertido y heroico como dice papá!

—Es sólo un payaso. Un charlatán más—dijo el líder de los Mayfair visiblemente molesto.

—Pero...

—Tesoro no es momento de molestar al tío Julien—susurró Mona con tono condescendiente—. ¿Quieres un vaso de leche fresca? Tenemos varios botellines en la nevera.

—Sí, tengo sed.

Alvar tenía la belleza de Tarquin y Mona, una elegancia arrolladora y una caballerosidad que sólo podía señalarse como típicamente Blackwood. También era muy emocional y terriblemente seductor. Justo esa noche había intentado coquetear con varias mujeres que se habían interpuesto en su camino, también con un muchacho que a penas tendría los veinte años. Disfrutaba siendo elegante, caminando igual que Tarquin sin parecer desgarbado y acomodándose la chaqueta como lo hacía Julien.

Viajaban hacia Mayfair and Mayfair para solicitar que él entrara en los planes Mayfair. Pronto desarrollaría ideas, haría negocio en la ciudad y se convertiría en uno de los jóvenes más brillantes de la familia. No, Julien no desaprovecharía la oportunidad. Ese Taltos no se pudriría en un hospital llevando informes, atendiendo pacientes y sonriendo mecánicamente. No. La medicina no era para él. Aquel brujo había visto en aquel muchacho un diamante en bruto.

—Memnoch hará un preciado regalo a todos los Mayfair. Serán mortales, pero rejuvenecerán y tendrán mayores poderes. Claro está, sólo los brujos y brujas—aquella confesión provocó que ambos vampiros lo miraran sorprendido—. Ahora está de nuestra parte.

Hazel había cambiado de nombre, Rowan había marchado junto a Michael nuevamente hacia San Francisco, y los Mayfair de New Orleans vivirían una época dorada que jamás creyeron conocer. Pronto el mundo sabría que era ser un Mayfair. Un nuevo monopolio empresarial comenzaría.

Las oficinas Mayfair and Mayfair se hallaban completamente iluminadas. No solían trabajar hasta tan tarde, pero había sido una petición expresa de Mona y de Julien. Nadie podía creer en la familia que un milagro como aquel ocurriera, pero inclusive Pierce no había tenido reparos de comentarlo en más de una ocasión con su futura esposa. La limusina aparcó en la cera contigua y todos los ocupantes descendieron.

Mona tomó a Alvar de la mano, como si fuera un niño, e intentó que no se dejara llevar por las luces eléctricas de los locales de comida cercanos al edificio. La música jazz, soul y r&b sonaba sin cesar junto a un rock ciertamente atractivo. Para un Taltos la música es vida y él se echó a reír mientras ella lo contenía. Tarquin vestía igual de elegante que su joven prodigio, pero Mona había decidido ser más desenfadada y enfundarse en un traje rojo despampanante y llevar unos tacones de infarto. Julien seguía llevando un traje blanco, aunque con un corte más clásico que la noche anterior, junto con unos lustrosos mocasines del mismo color. Todos parecían dispuestos a entrar en la firma de abogados e imponer sus deseos.

El primero en acercarse a ellos, saliendo de las oficinas, fue Ryan que había recobrado el color de sus cabellos y ya no lucían tan blancos. Tenía menos arrugas, estaba algo más delgado y parecía un maniquí en aquel traje azul marino, camisa de algodón blanco y corbata carmesí. Sin duda alguna Julien había hecho un pacto terrible y la familia volvía a estar maldita, aunque de una forma distinta.

—Bienvenidos, el contrato está listo.

—¿Qué contrato?—preguntó Alvar con aquella voz seductora, casi idéntica a la de Tarquin—. Papá ¿qué contrato? ¿De qué habla?

—Hijo, pronto tendrás parte de mi fortuna y la fortuna de tu madre. Nunca te faltará de nada. Además, Julien hará que aprendas a dirigir ciertos negocios— lo miraba con orgullo y amor, como un padre mira a su hijo, y en parte comprendió porque Mona deseaba tener un pequeño propio. Él ya había sido padre con Jerome, un chico que ya era espigado y listo, pero ella había perdido a su hija y esto era algo más que un capricho. Alvar era inteligente y educado, cosa que le enorgullecía, y que pronto daría sus frutos.

—Así es—dijo Julien antes de echar a caminar hacia el interior.

Los documentos pronto se firmaron, Alvar quedó inscrito como Mayfair, y Julien, una vez más, se salió con la suya.


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Lestat de Lioncourt