Lestat de Lioncourt
Ayer confesé mi amor por ti ante
todos, sin miedo y con calma. La serenidad del momento fue extraña,
pues tras decir las palabras apropiadas quise llorar mientras te
besaba. Estabas tan hermosa como el primer día en el cual te conocí.
Parecías un lirio blanco cubierto de la pureza de tu corazón. Jamás
he visto una mujer tan hermosa el día de su boda, jamás. El párroco
parece encantado con la ceremonia religiosa que ofrecimos y nuestros
invitados con el pequeño festín que les proporcionamos. No obstante
yo estoy dichoso por haber bailado contigo durante horas.
Si esto es un sueño, por favor Virgnia
no me levantes. No quiero mover ni un músculo. Permite que duerma
por siempre en nuestro lecho, con la sonrisa de un niño pintada en
la cara y los brazos entrelazados con los tuyos. No quiero despertar
con tu aroma y sin ti. Así que si es un sueño no me despiertes,
pero si es la realidad por favor no me dejes dormir ni un segundo.
Quiero sentir tu risa cerca de mí, el
sonido de tus pisadas por el mármol de la casa y tus manos tomándome
del rostro mientras me lanzas tu mejor sonrisa. No puedo dejar de
pensar en lo maravillosa que estarás cuando envejezcas a mi lado,
dejando que tu cabello se tiña de gris y tu rostro se arrugue. El
amor que nos profesamos seguirá por siempre latiendo en nuestros
corazones.
Mi amor por ti es lo único seguro que
tengo en éste mundo.
New Orleans 1920
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