Este maldito hijo de puta de Armand me las pagará, pero de momento os dejo lo que he logrado quitarle de su libreta.
Lestat de Lioncourt
Experimento Número: 036
Nuevos tipos de tortura psicológica y
su eficacia.
Fecha: 28/5/2014
Lugar: New Orleans
Sujeto en estudio: Lestat de Lioncourt
Descripción:
Someter al sujeto de estudio a
numerosas fuentes de sufrimiento psíquico y medir la intensidad de
su respuesta en furia, depresión, terror o dolor. Las pruebas se
harán en un recinto cerrado, sin que el sujeto en cuestión conozca
los motivos y siempre con carácter científico.
Para el estudio se requiere alguien
voluble, que se caracterice por mostrar sus sentimientos y que no le
importe arriesgar su vida. Como no se ha podido encontrar a un
estúpido que tenga el mismo nivel intelectual que una patata, ya que
es casi imposible, he decidido emprender una labor de investigación
científica usando a un viejo conocido. Sé que entraña riesgos de
ser descubierto, pero eso es lo más excitante.
Objetos a usar:
Libros, poster promocionales, audio y
merchandaising de las obras más abominables de la literatura actual:
Crepúsculo, 50 Sombras de Gray y Dios vuelve en una Harley.
Informe:
La noche del 26 de Mayo del presente
año decidí que era el momento oportuno. El servicio habitual de la
mansión, en su totalidad por supuesto, se encontraba de vacaciones
debido a deseos explícitos de Lestat. Sólo una persona se
encontraba en el hogar y ese era el chofer de la limusina, el mismo
que yo pedí que se regresara a su hogar después de una cuantiosa
suma de dinero. Cabe destacar que el chico pensaba que le daría una
“grata” sorpresa a Lestat, así que no ha roto su vínculo de
lealtad aunque, tan sólo es una suposición por supuesto, mi viejo
amigo no lo verá de ese modo.
Entré en la vivienda acompañado de
Benjamín, mi habitual ayudante, y dos compañeros mortales.
Decidimos distribuir por toda la vivienda los diferentes objetos y
cambiar los libros favoritos de Lestat por los ofensivos hacia su
persona —están en la lista de “Objetos a Usar”— y que
personalmente escogí porque sacaría de sus casillas a cualquiera
con dos dedos de frente. Dato: las adolescentes sin demasiada
cultura, con problemas de lectura y de escaso nivel intelectual no
cuentan en “dos dedos frente”. También cambiamos la música
clásica y los discos de rock por la banda sonora de la película
Crepúsculo, audiolibros y diverso material sonoro; en su sala de
arte, la cual para él es un templo de meditación y regocijo, he
dispuesto imágenes y distinto merchandaising de las distintas obras
añadiendo algunas otras, aunque no muchas, de otros libros que
también detesta como “El ocho” y novelas de Cohelo.
Pasada la media noche escuché sus
pasos acercándose por el camino de gravilla. Venía en compañía de
su más fiel amigo —Mojo— que uno de mis acompañantes distrajo
mostrándole unos sabrosos chuletones. El pobre perro no tenía
porque visualizar ciertos horrores, pues con el sufrimiento de
nosotros cuatro al colocarlos y conseguirlos había suficiente dolor,
así que decidimos quitarlo de la ecuación.
Lestat fue directamente a la biblioteca
tarareando una canción de Judas Priest, concretamente Breaking The
Law, meneando la cabeza y quitándose la chaqueta para correr al
escritorio y sacar un cuaderno. Después de unos minutos escribiendo
una carta, posiblemente alguna lista estúpida sobre cosas que
desearía hacer en los próximos días o cualquier poema de tres al
cuarto, decidió relajar su cerebro con un poco de música. Tomó el
CD que supuestamente era de “Megadeth” pero se llevó una
asombrosa sorpresa, era un audiolibro de Crepúsculo.
Con decisión tomé la libreta y anoté
el gesto horrible de su rostro. Quitó aquel CD y puso otro, otro y
luego otro. Cuando creyó volverse loco corrió a sus libros
favoritos, esos que le causaban diversas emociones y ratos de placer,
pero se encontró con la trágica situación inicial que con la
música. Noté como me buscaba, pues sentía mi presencia, pero no
lograba dar conmigo. Me encontraba tras una pared falsa, uno de esos
pasadizos que aún no había logrado encontrar y que yo había dado
con ellos; pues el aburrimiento, y mi alto coeficiente intelectual
obran milagros.
—¡Dónde estás! ¡Devuélveme la
música y los libros! ¡Ven aquí sucia rata de alcantarilla! ¡Te
juro que cuando te agarre maldito enano voy a destrozarte! ¿Recuerdas
esa vez? ¿Esa primera pelea? ¡Sí! ¡La pelea en París en la que
terminaste herido, sin sangre y con la cara destrozada! ¡Así vas a
quedar maldito engendro!—anoté, por supuesto, que veía furia y
desesperación en sus palabras, así como odio profundo y ganas de
venganza.
Se giró buscándome por toda la sala,
pero no me halló. Decidí desplazarme para que me sintiera y así
poder guiarle hasta la sala de arte.
—¡Qué!—gritó tras abrir la
puerta y encontrarse con aquello. No estaban sus magníficos cuadros,
ni sus maravillosos jarrones chinos o sus interesantes esculturas.
Nada, no había nada. Bueno, sí había y no era de su agrado—.
¡Dónde están mis cosas! ¡Esto parece la habitación de una
retrasada!—exclamó—. ¡Por dios! ¡Amos y mazmorras! ¡Qué
asco! ¡Eso ni es erótico! ¡Por el amor de Dios! ¡Maldito
cretino!—cayó en la desesperación y comenzó a llorar.
Pero había algo con lo cual no había
contado, una presencia especial. Louis apareció en mi campo
sensitivo y también en el de Lestat. Mi viejo amigo se acercó a la
cristalera y vio como éste quemaba sus preciados libros, destrozaba
los cds y vinilos originales, pisoteaba uno de sus cuadros y rompía
uno de los caros jarrones. Sentí entonces como Benjamín me tomaba
del puño de mi camisa y me miraba con ojos tristes.
—Dybbuk, me los ha quitado. Estaba
leyendo y me los ha quitado con una risa muy fea—murmuró
sollozando.
No tuve otro remedio que abrazarlo
pegándolo bien a mí, acariciando sus rizos negros y suspirando. Ese
maldito loco lo estaba estropeando todo, pero Lestat pasó a llorar
amargamente y correr al jardín. La pelea se inició y nosotros
salimos precipitadamente de allí.
Conclusión:
Es divertido molestar a Lestat, pero
definitivamente quien mejor lo hace es Louis.
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