Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 25 de julio de 2014

Me porté como Dios contigo

El siguiente texto es un lamento de Armand, aunque siempre se lamenta, sobre la situación con Daniel. Espero que lo comprendan y les agrade.

Lestat de Lioncourt 


Siento las manos cansadas, igual que mi espíritu. A veces, cuando toco mis anotaciones percibo la fuerza que ya no tengo. Me he convertido en un joven eterno con ojos de anciano. He visto tanto, he sentido demasiado y finalmente me he dejado arrastrar por la corriente. Sin embargo, cuando lo miro noto algo cálido en mi corazón. Creo que vuelve a latir firme y desafiante. Él es un misterio más profundo de todo lo inimaginable. Ni sé cuantas veces lo he negado, como se niega a Dios cuando la soledad te ataca y no quieres pensar que otro, que sabes que padeces, tan sólo contempla tu desgracia.

—Daniel, ¿podemos hablar hoy?—pregunté nada más llegar, sin siquiera atreverme a quitarme la chaqueta—. Daniel, querido, he traído a Benji para que puedas explicarle lo maravillosa que es tu nueva maqueta.

—¿Sigue loco?—susurró apretándome la mano derecha con las suyas—. Dybbuk, me da escalofríos.

—No está loco, mi amor, sólo evade su atormentada mente de éste plano—respondí—. ¿Por qué no vas al dormitorio y me traes unas cómodas zapatillas? Tengo los pies cansados a causa de éstos mocasines—solté mi mano de las suyas, lo tomé del rostro con ambas y besé su frente inclinándome suavemente hacia él. Si había un ángel ese era él, no yo. Un ángel de rizos negros, pestañas pobladas y ojos llenos de pureza. Mi ángel bizantino.

—Sí...—murmuró con tristeza, pues sabe que la esperanza aún está conmigo.

Me aproximé a Daniel con cuidado, quedando a sus espaldas y observando que sus manos se movían elegantes en la mesa. Construía una pequeña casa, de esas que suelen dibujar los niños con un sol a un lado y un enorme jardín. Techo de tejas rojas, fachada encalada de blanco y ventanas de madera. Era un pequeño pueblo de casas blancas, perfectas, como si un milagro las hubiese puesto sobre la ladera de una montaña.

—Daniel—dije alzando mis manos—. Yo...—balbuceé rozando el cuello de su camisa, justo antes de apretar sus hombros con mis dedos—. Yo aún te amo—rompí a llorar sintiendo como él se levantaba, me apartaba y me miraba angustiado—. Daniel, por el amor del Señor, háblame sin miedo ni tapujos. Por favor.

—Te desprecio—su voz sonó ronca, quizás por la sed de los días de ayuno. Sus ojos violetas se clavaron en los míos y me atravesaron el alma—. Vienes aquí esperando que te ame, buscando un amor que nunca me quisiste dar, y te atreves a traer a ese engendro tuyo. Largo de mi vista. No te quiero aquí. No te necesito.

Un mecanismo en mí se activó, me acerqué a él y lo abofeteé provocando que cayera al suelo. Benji apareció correteando al escuchar el golpe seco contra las losas, al verlo a él allí arrojado se acercó a mí y me abrazó.

—Vámonos, Benji, hice mal en venir. Aquí sólo hay un loco que se merece nuestras burlas, no nuestra compasión—susurré lleno de cólera, pero no era cierta ni una de mis palabras.

Ahora, en el confort de mi cama, mientras me rodea Benji con sus pequeños bracitos, esos que a veces son los únicos que desean abrazarme, pienso en él. Pienso en todas las cosas maravillosas que pude haberle mostrado. Me equivoqué. No debí hacerlo, pero a la vez soy incapaz de prenderle fuego. El Armand de otros tiempos, aquel de la Asamblea de París, no lo hubiese pensado ni un segundo. Daniel ardería como una antorcha si mis sentimientos no fueran puros y sinceros.


—No hay criatura más parecida a Dios que todos nosotros... podemos despreciar y amar al mismo tiempo, ocultando nuestros planes y dejando que nuestras manos construyan proyectos fallidos.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt