Si hay algo que aún conmueve a Louis es Claudia. Hemos pasado por muchas cosas, el tiempo borra parte del dolor y lo enjaula en nuevas satisfacciones, pero su dolor sigue quemando. Creo que nunca lo superará.
Lestat de Lioncourt
Te he buscado mil veces en cientos de
calles. No he permitido a mi corazón desvanecer cada uno de sus
sentimientos, pues quería sentir el amor que siento por ti a pesar
de lo doloroso que es. Tengo cerca de mi pecho tu vieja fotografía,
la cual guardo como un pequeño tesoro que no permito tocar a nadie.
A veces te imagino caminando a mi lado, tomando mi mano y
preguntándome por la luz de la luna que incide sobre cada una de las
caras de la ciudad. Desearía poder estrechar tu pequeño cuerpo,
aspirar el aroma de tus cabellos y jurarte mil veces, mirándote a
los ojos, que no te dejaré ir jamás.
Creí que ambos buscábamos lo mismo y
que siempre sería tu padre. A veces quiero morirme cuando recuerdo
que me odias. Ese odio alimenta la parte más grotesca de mi ser,
pequeña mía. Desearía quemar todo lo que siento, olvidarme de mi
dolor, y adentrarme en los jardines paradisíacos de la frialdad más
cruda. Sin embargo, siempre que recuerdo tus rizos dorados mi corazón
se enternece, siento como las lágrimas vuelven a recorrer mis
mejillas y mis manos tiemblan.
Siempre seré tu abnegado padre. Nunca
podré dejar de pensar en tus brazos rodeando mi cuello, el peso de
éste en mis brazos y el sonido de tu voz mientras te confesaba que
eras todo lo que necesitaba. Eras mi hija, mi pequeña, mi damita, mi
tierna criatura y lo único que importaba en mi vida. Cuando
desapareciste algo en mí se quebró. Me convertí en un monstruo
cuando supe que en tu corazón sólo podía anidar el odio, siendo
tan intenso como el brillo de un diamante. Sin embargo, no puedo
reprocharte nada. Ni siquiera puedo pedir explicaciones al aire, pues
entiendo tu dolor ya que es parte de mí.
Mi niña, siempre tendré la huella de
tu amor en mi corazón. Jamás podré olvidar la belleza de tu voz
alzándose por los viejos callejones de New Orleans, ni la gracia de
tu risa recorriendo la noche mientras tus brazos se movían en el
aire. Cariño, jamás dejarás de ser el amor más puro e infinito
que he sentido. Nunca se deja de amar a una hija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario