Esta carta llegó a mí hace unas horas, es de Armand y es un comunicado para uno de nuestros amigos. Dice que yo podría hacérsela llegar... demonios... ¿tengo que ser ahora su mensajero?
Lestat de Lioncourt
Te he observado durante tanto tiempo
que he perdido la constancia de los días. He aprendido a contar mi
historia del mismo modo que tú la cuentas. Quizás suene extraño,
pero los dos sabemos que es cierto. Puedo sentirte cerca a pesar de
lo distante que podemos llegar a ser ambos. Somos como dos planetas
que se observan mutuamente en mitad de una guerra de los mundos, con
los ojos fijos en la esperanza y el corazón palpitando fe. Hemos
visto tanto y a la vez tan poco, como si tuviésemos miedo de
tocarnos y deshacer el encanto. Te he observado y he amado tus
facciones, la forma masculina que tienes de apoyarte en el escritorio
y la inocencia que exhalas cuando ves un nuevo misterio ante tus
narices. ¿Y qué soy yo? Soy un misterio más que observas como si
fueses un niño y yo una mariposa. Quizás lo soy, ¿no es así?
¿Quién dice que no lo sea?
Preciso que escuches mis palabras, como
Dios mismo escucha las plegarias de aquellos que realmente lo
merecen, para regresar a mí. Te imploro, como imploran los monjes
frente a los altares llenos de viejas reliquias, que me acompañes
una vez más.
He buscado tu mirada bondadosa y
excitante cada vez que me he sentido fatigado. En el abrigo de tus
brazos he encontrado al fin la paz, aunque no la calma absoluta. El
sonido de tu voz es un buen aliciente para sentirme en otro mundo.
Mis labios han rozado los tuyos en más de una ocasión, no me has
rechazado y me has recibido igual que Dios recibe a sus hijos en su
misericordioso reino. Tus besos son salvajes encantos que terminan
estimulando mi fantasía y mis manos desnudan tu cuerpo buscando tu
piel. Esos ojos cafés que poseen me quitan el sueño, como si
tuvieran un efecto psicotrópico. Deliro cuando tocas con la punta de
tus dedos mis mejillas y hundes tu nariz en mis cabellos.
Quiero ser el fuego en tus noches más
frías, la escultura del ángel que llora en tus brazos mientras me
haces el amor. Búscame de nuevo. Te lo estoy rogando. He narrado mi
historia para ti y tú me has abierto las puertas del cielo. Ámame,
deséame, pero no lo hagas como todos. Tú eres diferente. Sabes amar
sin dar nada a cambio; pero a la vez, entregas tanta pasión que me
arrancas cientos de lágrimas, una por cada una de las plumas de mis
ocultas alas.
Necesito que vengas a mí de nuevo, que
me busques aunque no tengas excusas suficientes, porque te deseo.
Átame entre tus brazos, enreda tus dedos en mi cabello ambarino y
déjate seducir por mis labios llenos. Te daré de mi sangre si así
lo deseas, te ofreceré mi cuerpo en un ritual sagrado si eso quieres
y abriré mi alma para si por si quieres robarla. Sólo ven. Quiero
sentir tu bondad de nuevo tocando los hilos oscuros de la sinfonía
de mi corazón.
¿No extrañas mi cuerpo en tu cama
dejando húmedas tus sábanas? ¿No echas de menos mi cuerpo desnudo
y agitado? ¿Has olvidado lo delicioso y excitante que puede ser
poseerme? Ven, azótame si lo deseas, y hazme tuyo. Abre mis piernas
y entra con la fuerza viril que tanto contienes. David, enséñame
cual es tu verdadero poder místico. Eres el misterio del placer
mismo y yo quiero saborearlo una vez más entre mis labios. Quiero
hacer serpentear mi lengua por tu vientre y arrancarte gemidos
indecentes, jadeos incontrolables y gruñidos propios de una bestia.
¿No lo entiendes? Me excitas tanto que no puedo contener mis deseos.
Ven aquí, te necesito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario