Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 31 de julio de 2014

Longino en palabras

Estas breves memorias protagonizadas por Memnoch y por mí son sólo un adelanto de lo que está por venir. 

Lestat de Lioncourt 


—Todas las posibilidades son acertadas y a la vez incorrectas—dijo mirándole a los ojos con sosiego. Parecía tan calmado, como si todo hubiese ocurrido ya y sólo se narrara. Su aspecto era inmaculado, además el traje que había elegido se ajustaba a su cuerpo como un guante. Tenía el cabello peinado hacia atrás, con las puntas acariciando la cintura y algunos mechones sueltos cayendo cerca de sus mejillas—. Si abres una puerta encontrarás otra—prosiguió—. Soy un reto para comprender y conocer, pero a la vez soy el gran misterio que ya has descifrado y aún no lo sabes. Me pareo ante ti con la elegancia de un hombre moderno, el cuidado de un explorador y la curiosidad de un niño. He venido a por ti nuevamente con un único deseo y es apoderarme de tus sentimientos. Lamento todo lo que estoy haciendo, pero el fin justifica mis medios poco prácticos y crueles—esbozó una sonrisa acercándose a su víctima, su interlocutor, y le besó suavemente en los labios—. Soy el principio y el fin, la noche y la oscuridad, siempre ha sido así. Soy la luz en las tinieblas y ésta te está apuntando directamente, Lestat.

Aquellos ojos azules, tan intensos y vivos como una mañana despejada de verano, se habían fundido con él hasta hacerlo enloquecer. Tenía una boca carnosa, como la suya, y se movía suavemente cerca de sus labios. Sintió deseos de besarlo, hundiendo sus dedos largos y finos en aquel pelo tan suave y permitir al fin que le robase cualquier conciencia sobre sí mismo y el mundo. Quería arrojarse a la locura de lo imposible por una vez, pero se contuvo.

—Deja que me vaya—murmuró con la voz quebrada.

—Tengo ante mí al príncipe de los vampiros, el líder del Gran Aquelarre—susurró acariciando sus pómulos marcados, la comisura de su boca grande pero hermosa, dejando que sus palmas contuvieran su mentón y finalmente se movieran por su cuello—. Tengo ante mí al hombre que deseo y sin embargo sigues pidiendo irte. Junto a mí conseguirías tanto poder...

—No me interesa—respondió.

—¿Te has planteado por qué hago esto?—preguntó sin apartar la mirada, pues ni pestañeaba.

—Porque eres el demonio y te gusta jugar—aquella frase le hizo retroceder y apartarse.

El demonio se sintió herido, tal y como siempre ocurría. Era como si la lanza de Longino se hubiese enterrado en su corazón, atravesándolo como atravesó el costado de Jesús en la cruz, dejándolo sin aliento ni oportunidades. Miró sus manos, tan blancas y suaves, recordando el tacto frío y duro de las mejillas del vampiro. Amaba a Lestat más de lo que podía soportar, pero éste sólo veía los juegos y las intimidaciones. Estaba volviéndose loco. Todo a su alrededor se quebraba. El mundo se paralizaba. Decidió huir antes que desenmascararse, pero pronto sabría la verdad cuando llegase el tiempo, el momento adecuado, donde Lestat al fin viera claro su camino.


—Un día tendrás que tragarte tus palabras—comentó antes de evaporarse en medio del callejón.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt