Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 23 de julio de 2014

Su corazón

Aquí podemos ver a Louis roto de dolor y a Armand a su lado. Espero que comprendan que el dolor era mutuo, pero eso él no lo sabía.

Lestat de Lioncourt


El traqueteo del carruaje era el único sonido que lograba romper el silencio solemne entre ambos. París parecía tan coqueta desde la ventanilla que lo dejó atónito. Jamás había visto la ciudad desde esa perspectiva, pues la envidiable compañía de Claudia siempre le robó belleza a otras cosas. Su corazón estaba roto, como el viejo mecanismo de un reloj que se queda parado para siempre en una hora determinada. Sus ojos verdes, antes llenos de melancolía pero cargados de esperanza, brillaban con un dolor terrible. Estaba a punto de echarse a llorar nuevamente, cuando observó aquella pequeña mano enguatada sobre la suya.

—Oh, Louis—murmuró—. Todo acabó pronto.

—Él la delató—fue lo único que logró decir—. ¿Cómo pudo hacerlo ese miserable? ¿Cómo? Espero que esté ardiendo en el infierno.

—No, no—dijo inclinándose hacia delante—. Louis, por favor, no—arrugó la nariz y frunció el ceño. Sus hermosas cejas pelirrojas se juntaron ligeramente y su boca parecía más carnosa que en otras ocasiones. Era un niño, pues aún no podía considerarse un hombre, con unos hermosos ojos llenos de misterio y recuerdos.

—Armand, guarda silencio—contestó girándose hacia él—. No quiero siquiera escuchar el eco de tu voz... No me detuviste, pero tampoco los detuviste a ellos. Mi hija murió hace unas noches, estoy de duelo.

Armand se recostó en el asiento y miró hacia el frente. El tapizado borgoña del carruaje lo había elegido él, igual que los pequeños detalles en color dorado y la pintura negra del exterior. Era un carruaje sofisticado, muy hermoso, que transportaba varias de sus pertenencias. No era el único vehículo en la vía, tras ellos había dos ataúdes en un carruaje más imple. El color rojo le recordaba a él, a Marius.

Louis no dejaba de pensar en aquellos hermosos rizos dorados cayendo sobre sus hombros, rozando sus mejillas llenas y rosadas, con esa boca carnosa y pequeña y esos ojos centelleantes de vida. Aún podía escuchar su voz recitando poemas, sentir sus pequeños dedos jugando con los ondulados mechones de su pelo negro o simplemente el eco de sus zapatos correteando por la sala. ¡Oh, Dios! Podía oler su perfume y notar el borde de su falda rozar el suelo creando una canción distinta a otras. Su pequeña, su niña, su hija... su damita. La amó como hija y también la amó como amiga. Había desaparecido como una estrella fugaz.

—Si dejas que el dolor te consuma terminarás siendo un monstruo—sentenció Armand—. Lo sé, porque yo lo he vivido. He llegado a ser un monstruo.

—Dejé escapar a un ángel, para caminar con el demonio...—susurró cerrando los ojos para llorar amargamente.


No dijeron nada más aquella noche, ni las tres siguientes. Todo era demasiado doloroso. París quedó atrás, Francia quedó atrás, y aún así Louis seguía llorando la pérdida de su corazón.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt