Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 31 de agosto de 2014

La verdad

Arjun, el sirviente de Pandora, ha hablado. Marius, tus mentiras son cada vez peores. 

Lestat de Lioncourt 


Afortunadamente no soy como muchos creen. No soy el villano de una tragedia griega. Ni siquiera sabía que debía ser la bestia negra que se oculta tras una sonrisa encantadora. Tan sólo hacía mi trabajo, que es servir a mi señora y hacer cuanto sea posible para que su felicidad perdure. Mi único deseo en éste mundo, mi misión, era permanecer a su lado y obedecer. Aún no comprendo como llegué a ser el demonio que dicen que soy.

Nací en la India, en un lugar donde la pobreza y el mundo salvaje se mezclan con hermosas piedras preciosas y ciudades colapsadas por el tráfico más ruidoso. Ya era un enjambre de almas cuando tan sólo era un niño, hace siglos, y ahora es aún mucho peor. Las calles están atestadas de personas que se creen distintas sólo por su casta. El lugar de nacimiento es importante. Naces y mueres siendo quien eres, no puedes cambiar tu destino y estás obligado a sufrir eternamente por ello. Es una ciudad estamentada, rígida y oscura que posee una cultura rica en otros aspectos. Los gobernantes siempre estuvieron ciegos y fueron crueles con el pueblo más miserable. No nací rico. Ni siquiera pedí hacerlo. Cuando ella llegó a mi vida sentí vientos de cambio. Pude ser yo, apreciar el mundo de distinto modo y observar la fuerza de la vida con otro ángulo.

Los colores cambiaron, mis sentidos se convirtieron en los de un Dios y pronto la riqueza llenaría mis bolsillos. Me convertí en un hombre rico e inmortal. Tan sólo tenía que seguirla allá donde iba, ayudarla en todo lo que deseara y amarla. No podía dejar de amarla. Mis ojos oscuros eran intensos como los suyos y nos entendimos. Queríamos luchar contra las cadenas, la opresión cotidiana y lo típico.

Una noche conocí al hombre del cual me había hablado tanto. Era rubio, de ojos claros, piel de mármol, labios finos y unas ideas extrañas sobre mí que aún sigue afirmando que son ciertas. Ante mí tenía un hombre sin escrúpulos que deseaba dominar a una mujer libre, la cual ya había sido dominada por la pasión y un amor nocivo. Pero, ¿quién era yo para negar nada? Tan sólo era un sirviente. Conducirlo hasta ella era mi misión aquella noche. Cuando la reunión finalizó vino hasta mí con una carta.

—Señora, ¿qué desea?—pregunté con la carta entre mis manos—. Ya vio su impertinencia y actitud, ¿aún le ama?

—Ni yo misma lo sé, pero ¿no puedo intentarlo?—respondió con la voz quebrada—. Sólo una vez más, un último intento. Necesito hablar con él como hace tiempo que no lo hacemos, sin horarios ni reproches. Quizás...

—No va a cambiar a un hombre que ha vivido tanto—dije serio mientras acariciaba el sobre lacrado—. Si desea reunirse con él debe hacerlo, pero recuerde que siempre estaré esperándola y si lo desea puedo acompañarlos.

—Lo sé—dijo abrazándome unos segundos, permitiendo que oliera su encantador perfume de flores silvestres, para luego sentir sus labios oprimiendo mi mejilla derecha—. Llévaselo.

Sabía que tenía el orgullo herido al saber que otra mujer ocupaba su lugar. Una mujer que era distinta a ella, con una mirada ambiciosa y cruel cuando él no la miraba. Al llevar la carta ella me la arrebató, esa tal Bianca, y ya no supe nada más. A la noche siguiente mi señora, Pandora, esperaba que Marius llegara al punto acordado. Había hecho las maletas con mi ayuda, estaba dispuesta a viajar junto a él, y no apareció. La ira fue creciendo en su pecho y me pidió que jamás habláramos sobre ello.


No soy el monstruo que él dice que soy. Sólo soy un sirviente, un mayordomo, custodiando una gema de gran valor.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt