Texto de reproches al canto. ¡Armand ha vuelto! Bueno, a ser sinceros jamás se fue por desgracia.
Lestat de Lioncourt
El dolor a veces tiene un agradable
sabor, como si fuese un veneno dulce que te anima a beberlo hasta la
última gota. La cicuta de la vida, o mejor dicho la sensación de
beberla, mientras caes apaciblemente en el vacío tiene tu nombre, tu
rostro y esa mirada de hielo que cargas cuando quiero sentirme
acogido entre tus brazos. Me hablas de amor, pero no veo eso en tus
manos. Tus caricias son ásperas, medidas y tan dolorosas que he
empezado a creer que me crees poco inteligente. Hace tiempo que
aprendí que de ti no puedo esperar nada bueno, ni siquiera unas
palabras sinceras o unas disculpas provenientes de algún recóndito
lugar de tu corazón.
Me pregunto cuál es el pecado que
cometí o si cometí alguno. Ya no recuerdo el motivo de tu desprecio
y de mi llanto. En mis jóvenes recuerdos, aquellos que fueron
terriblemente arrebatados y enviados al purgatorio donde arden sin
control, tu amor hacia mí era incondicional y pleno. Recuerdo unos
ojos llenos de una pasión incontenible, con un brillo mágico y
sincero, que se desbordaba en cada encuentro. Ahora sólo veo una
gélida sensación de reproches y frialdad.
Fuiste tú quien permitió que nos
separaran. Tú quien emitió un juicio precipitado sobre mí. Jamás
dejé de amarte y necesitarte, sufrí terriblemente, y para colmo
afirmas que nuestra separación nos fortaleció. Sólo tú te
beneficiaste de estar lejos de mí, del mismo modo que saboreaste
cada instante en el cual me juraste amor eterno. Es tan fácil jurar
algo tan imposible a un muchacho lleno de carencias, el cual se
alimentaba lamiendo tu mano. Te quejas ahora de mi dolor, del odio
que a veces muestro en mis ojos y de la forma en la cual me he negado
a complacer todos y cada uno de tus caprichos. Eres un cínico con
rostro de Dios.
Por tu culpa este ángel se ha
convertido en piedra, su corazón es mármol y sus lágrimas son
gotas de lluvia ácida. No intentes pedir perdón ahora. Tus actos
son torpes y falsos. No hay amor, sino capricho. Desconoces realmente
que es esa palabra salvo que la dirijas a tu arte y a ti mismo. Eres
egoísta y estúpido, aunque te crees un mecenas lleno de sabiduría.
Sin embargo, te amo. A pesar de todo lo cruel que puedes ser conmigo,
arrancándome pluma a pluma mis tupidas alas, caigo presa del
desconsuelo de saber que te amo demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario