Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 12 de septiembre de 2014

Au revoir

Una oda trágica a MI teatro de parte de Armand. Parece que a ese capullo enano se le olvida que ese lugar era mío. 

Lestat de Lioncourt 


Furia es lo que puede quedar tras los actos de venganza. Una furia que se palpa en el ambiente y te consume como una vela. He visto frente a mí desatados actos de crueldad, los cuales he sentido en mi propia piel abriendo mis carnes y hundiéndose más allá del dolor soportable. Sin embargo, hasta esa noche no vi algo tan apasionado como aquello. Me refiero a la noche en la cual el Teatro de los Vampiros fue reducido a cenizas, vigas destrozadas y palcos derruidos.

Observé como el teatro se cubría de llamas y humo. El griterío era insoportable. Escuchaba cientos de almas retorcerse en un segundo, subir hacia los cielos y bajar al infierno más oscuro y terrible. La noche se llenó de dolor cubriéndolo todo. Las calles aledañas eran un revuelo y los humanos parecían una bandada de pájaros. Corrían buscando los pozos, formaban filas humanas y echaban agua para refrescar los edificios adyacentes. París ardía.

La noche se iluminó con el fuego de la venganza. La ira subía por las paredes y consumía el hermoso decorado del jardín de las delicias. Todo lo que una vez tuve en mis manos se convertía en una mancha negra. Los carruajes corrían transportando mujeres y niños fuera del peligro. Muchos hablaban de tragedia y otros rezaban por las almas de los actores. Las campanas de la iglesia repicaban una y otra vez, tañido a tañido, como si fueran ángeles los que lloraban por monstruos con encantadoras máscaras.

Me quedé a un costado de la calle, cubierto bien por mi capa y chistera. Mis manos enguatadas evitaban el frío. Las llamas se agitaban como lenguas de serpiente cuando lo vi salir. Entre la multitud, el humo y el caos. Era Louis. Cubierto de cenizas, de olor a muerte y sufrimiento. Sus ojos verdes recorrieron a los presentes con frialdad y luego desapareció. No volví a verlo hasta noches después.

Ellos no me dolían. No eran mis amigos. Sólo eran un grupo de vampiros que creían que todo lo podían. Me aburrían. Estaba cansado de sus bromas y sus risas. Me ahogaba entre ellos. Yo quería conocer un nuevo mundo, las maravillas modernas. Con ellos sólo veía el pasado repetirse frente a mí. Podía escuchar la desenfrenada música de Nicolas como si fuera el fantasma que habita un caserón vacío. Louis era la escapatoria. Sabía que cometería su gran pecado y yo sería el sacerdote que escuchara su confesión, en una calle cualquiera de la ciudad y a horas tardías.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt