Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 9 de septiembre de 2014

Una gran aventura

Bueno, al fin alguien me da las gracias por algo. ¿Debería sentirme mal porque es al que más molesto? Debería... pero no puedo. David Talbot amigos, David Talbot.

Lestat de Lioncourt


Mi vida hubiese llegado a su fin hace más de una década. Habría acabado con todos mis sueños llenos de polvo y telarañas. Posiblemente, los riesgos más deliciosos, los destinados a los jóvenes, jamás habrían vuelto a descubrirse frente a mí. Tal vez, las malas decisiones y momentos cruciales tendrían otro significado. Aprecio la vida tal como es, con el destino final que tuve, gracias a la juventud que refleja mi rostro cada noche.

Aún tengo las viejas costumbres muy arraigadas. Me siento frente a un enorme despacho cargado de documentación, reviso los informes que han ido llegando a cuentagotas durante las horas diurnas y después salgo a pasear buscando la explicación a las millones de dudas que acuden a mí. Puedo ver fantasmas repitiendo sus últimos actos, seres vaporosos rogando ayuda e implorando perdón, y secretos esparcidos como las estrellas en el firmamento.

Percibo la noche como parte de mí. Es un trozo de mi alma. El destino me puso en manos los dados y los lancé, tuve la fortuna de ser elegido como si fuera un prodigio. Sin embargo, lo más importante es haber conocido a un ser excepcional. Jamás creí poder conocer en persona a un monstruo tan elegante y cautivador como él. Había escuchado su nombre en más de una ocasión y disfrutado con la chachara de aquellos que decían haber visto alguna de sus hazañas.

Lestat apareció en mi vida como un rayo. Dividió en dos la cotidianidad y revolvió cada una de mis creencias como si fuera un huracán. Sus largos cabellos dorados, sus profundos ojos claros y su mágica sonrisa se convirtieron en una agradable compañía mientras me hablaba de la vida eterna, los sueños y decepciones que acumulaba y por supuesto, para nada extraño, el poder que emanaba del interior de aquel cuerpo que parecía cincelado en mármol. Los ecos de su concierto aún perduraban, el dolor machacaba a varios de los inmortales que habían padecido aquella historia, pero él parecía fresco.

—Si necesitas ayuda no dudes en contactar conmigo—dije con mi habitual acento británico. Era un hombre delgado, con las arrugas marcadas, el cabello blanco bien peinado y una bata de seda en mitad de un despacho. Un hombre que fumaba aún en pipa, bebía un trago de whisky a escondidas y no faltaba a su cita habitual del té. Yo era el director de Talamasca, organización que había mantenido el contacto con otros inmortales y que Marius le había dicho que dejase en paz. Creo que tenía miedo de ver a Lestat con el poder de la sabiduría, de un saber colosal, más que ver desvelados todos los secretos de los inmortales—. Tienes un amigo aquí.

—Oui, mon cher—respondió carcajeándose—. Me advirtieron que no viniera y lo hice, pero sólo he encontrado un lugar al que puedo regresar. No veo enemigos, ni monstruosos mortales intentando saber qué soy. Sólo un hombre en bata, con un acento agradable y una educación de primera. Gracias por escucharme, señor Talbot. ¿Puedo decirte David? David es más informal. Si somos amigos debo llamarte David.

—David está bien, Lestat—comenté.

—Bien, David, vendré todas las noches pueda. Quiero que me cuentes cosas de las junglas y selvas, rituales mágicos y todo eso que guardas ahí a salvo de mi curiosidad—me fascinaba ver como se movía por entre los libros, las diversas esculturas y las pinturas que yo mismo había mandado a comprar. Un lugar acogedor mi despacho, el despacho del director—. Nos vemos pronto.

—Buenas noches.

—¡Buenas noches!—dijo antes de precipitarse por la ventana y alzar el vuelo.


Juro que jamás en toda mi vida me sentí tan emocionado. Era como ver a una versión vampírica de Peter Pan jurándome que el País de Nunca Jamás existe y estaba en New Orleans. Acepté aquello como si fuera un caramelo, aunque estuviese envenenado, porque sin duda era lo más emocionante que podría hacer en final de mis años. Pero no morí. Terminé renaciendo. Me convertí en una pieza fundamental de su gran puzle. Siempre que me necesite me tendrá, aunque ya no me hallará en una habitación en Londres, pero sí probablemente en una pequeña mansión sureña.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt