Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 18 de septiembre de 2014

Viejo soñador

Y de la nada Louis me hace esto. No sé si quiere ser amable o hundirme más.

Lestat de Lioncourt 


Recuerdo su mirada. Aquellos ojos claros que me perturbaron durante años. Sus facciones parecían esculpidas en mármol. Poseía un encanto irresistible y un carácter demasiado tentador. Allá donde iba conseguía deslumbrar, pero también hacía enemigos fuertes. He visto su elegante forma de quitar hierro a cualquier asunto, sobre todo cuando el asunto era demasiado terrible. No recuerdo cuántos años hacía que no nos veíamos. Creo que quizás más de cinco décadas, tal vez más. Un suspiro para un inmortal, pero sin duda alguna toda una vida humana desperdiciada. Seguía siendo el mismo. No había cambiado en absoluto.

Debí gritar piedad. Tal vez rogar disculpas. Sin embargo, cuando uno llega a ese punto sin retorno no sabe que puede decir. A veces, un silencio está bien. Callar es respetuoso y oportuno. Dejé que él hablara. Yo había dicho demasiado. Muchas mentiras, mucho dolor y demasiado rencor. Todo eso, todo lo que dije, quedó convertido en polvo. Él lo hizo cenizas con un único gesto. Corrí hacia él, lo abracé y empecé a llorar. Muchas lágrimas ni siquiera brotaron de mis ojos, pero sí de mi alma. Era él de nuevo. Se había alzado triunfante.

Aún no sé cuales fueron los motivos por los cuales me acerqué a aquel joven periodista. Pero, reconozco una oportunidad cuando la veo. No quise desperdiciarla. Me acerqué a él, acepté que conociera mi dolor y mi tragedia, disponiendo cada palabra en un lugar adecuado. Soy calculador cuando lo preciso, dejé escapar todo lo que sentía con la pasión con la cual viví aquellos años. Quizás mentí en ciertos aspectos, tal vez cambié momentos para mi oportuna venganza, pero cuando me alejé del muchacho lo supe. Él regresaría en cuanto leyera mis memorias. Volvería a mí.

Quería condenarme de nuevo. Debí marcharme con él de París antes que atraparan a Claudia, ¿pero cómo hacerlo? No podía hacerlo. No pude hacer nada. Sólo vengarme con fuego y observar como todo ardía. Un fuego que purificó mi alma, pero no reemplazó el dolor y la rabia que sentía. He permanecido desde entonces a su lado, de alguna forma, y he visto su último debacle. Ambos nos convertimos en extraños y al vernos a los ojos nos hicimos daño.

Ya no soy el buen chico que todos amaban. No soy misericordioso. Ya no me comporto como un beato. No rezo. Dios ya no es mi consuelo. La sangre calma mi dolor, cierra momentáneamente mis heridas y me da placer. Camino entre las tumbas vacías del cementerio, me pierdo por las calles y me dirijo a los pantanos para observar como los caimanes se comen los cuerpos de mis víctimas. Mis fechorías están a salvo. El silencio me acompaña. Pero él, él nunca se calla. Siempre habla. Nunca deja atrás sus pensamientos y sonríe canalla como si el dolor no existiera. Somos polos opuestos condenados mutuamente a encontrarse.

¿Debería decir que estoy feliz por su dolor? No. Si bien, creo que merece una lección. La vida da lecciones preciosas y preciadas, él las tomará así. Yo, por mi parte, sigo mi camino. Hoy he matado a una mujer. He sacado su corazón para acabarme las últimas gotas. Mis dedos han sentido los últimos latidos que ha querido ofrecerle al mundo, regalándomelos a mí, mientras mis ojos verdes veían como su cuerpo se desplomaba sin vida. Trágico, ¿verdad? A mí sólo me parece una historia más.


Él vende imposibles. Yo vendo muerte.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt