Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 5 de octubre de 2014

Ladrones nocturnos

Armand y Benji, Benji y Armand... vaya par. Son el dúo más extraño de todos los vampiros. Parecen adolescentes, pero no son más que vampiros deseosos de vivir eternamente, como todos nosotros, cargando con el peso de sus víctimas.

Lestat de Lioncourt 


El reloj marcaba las doce en punto de la noche. La ancestral hora de las brujas para muchos ya había comenzado. Las manecillas se movían pesadamente mientras el péndulo hacía su cometido. El salón estaba a oscuras. Parecía que la vivienda estaba deshabitada desde hacía días, pero no era así. Tan sólo hacía unas horas que sus dueños se habían marchado unos días fuera de la ciudad, lejos del ruido del tráfico matutino y los insidiosos vecinos. El viento mecía las ramas de los árboles del jardín, los cuales estaban empezando a perder sus hojas. En el piso superior había una figura menuda, algo bajita, que se movía con rapidez de un lado a otro.

Suspiró pesadamente al descubrir que no estaba confundido. Él había ido allí. Estaba revisando las pertenencias de toda la familia. Su botín sería espléndido, pero él lo impediría. Debía aprender. No podía hacer aquello porque ya no era necesario. Tenían todo lo que querían, ¿por qué seguir robando arriesgándose a ser descubierto? Ese muchacho no comprendía nada. Ni siquiera se detenía a ver la preocupación en su rostro. Estaba tan ensimismado que ni había notado su presencia.

Subió por las escaleras sin hacer ruido alguno, abrió de golpe la puerta y encendió la luz. Entonces Benji se giró completamente asustado, como un ratón a punto de ser engullido por un enorme gato, y él sonrió con malicia. Lo había agarrado con las manos en la masa.

—¿Qué te he dicho?—preguntó cruzando sus brazos a mitad de su pecho.

—¡Dybbuk! ¡Me asustas!—gritó como respuesta.

—Benjamín, se supone que irías a la librería para conseguir un par de libros—dijo entrando en la habitación.

Era una habitación infantil. Poseía varias consolas, un ordenador portátil, un equipo increíble de música y diversos juguetes tecnológicos que Benji aún miraba con fascinación pese a sus años. El muchacho no tendría más de su edad a la hora de ser transformado. Un chico en plena pubertad, con sus mismas inquietudes y ciertos gustos similares. Su pequeño diablillo sostenía el mando de una de las videoconsolas como si fuera un tesoro.

—Puedo comprarte todo lo que ves aquí. Incluso puedo comprarte cosas mejores—explicó quitándole el mando, para luego acariciar su rostro. Acto seguido, con un amor inmenso, besó sus mejillas y despejó algunos mechones de su frente—. Amor mío, te daré todo lo que quieras si te portas bien.

—Soy un hombre adulto, que mi apariencia no te confunda—explicó.

—Y te comportas como el ladronzuelo que eras. Muy maduro de tu parte—dijo apartándose—. No tengo diecisiete años, joven, que mi apariencia no te confunda.

—Yo quiero esto. Esta vida.

—Tienes una mejor, una eterna. ¿Ahora quieres ser mortal? Tú lo elegiste y Marius te lo concedió—dijo con algo de preocupación.

—No. No te confundas—respondió abrazándolo—. Me gusta robar, la sensación de robar. Me hace sentir vivo.

Armand se aproximó a él mirándolo con aquellos inmensos ojos castaños, acarició el pelo negro y espeso de Benji y dejó un suave beso en sus tiernos labios. Después, con sumo cuidado, le tomó de la mano e hizo que bajara con él hasta la planta baja, cruzara la puerta y salieran al jardín. La casa de nuevo quedó deshabitada y ellos permanecieron a cierta distancia.

—Puedes sentirte vivo de otra forma—dijo entrelazando sus dedos con los de su pequeño compañero—. Me costó entenderlo, pero lo logré. El amor que tú me profesas, así como el amor de Sybelle, me han hecho sentir vivo. El amor es lo que te hace sentir vivo. No esas diabluras.

—Si me dejaras ayudarte más en tus experimentos...—murmuró.

—Si eso deseas te lo concederé, pero deja las casas de los mortales—tiraba suavemente de él, llevándolo por la calle hacia una de las avenidas.


Era su pupilo y el ladrón de corazones más hermoso que jamás había visto. Un adulto con ojos de niño y cuerpo menudo, como el suyo. Dos pequeños perdidos en un mundo de adultos, aunque sus conciencias eran antiguas y serían aún más antiguas cuanto más tiempo pasaran entre los mortales, los cuales se convertirían a su paso en flores marchitas. Un edén inmenso, salvaje, como decía Lestat, convertido en un hermoso parque de diversiones.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt