Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 6 de octubre de 2014

Sol en la noche

Avicus ha redactado el siguiente texto sobre el momento exacto en el cual salieron ardiendo todos.

Lestat de Lioncourt


Las noches eran eternos calvarios de sed y llanto. Ya no quedaban lágrimas, sólo quejidos en aquel tronco hueco. Las manos, igual que garras, intentaban arañar la corteza mientras la esperanza seguía latiendo en su pecho. Había sentido el sol en su piel y ni siquiera había amanecido. Sus ojos hablaban de dolor. El mundo entero gemía retorciéndose pues los hermanos disgregados morían por doquier. Todos los Hijos de la Sangre perecían. No importaban los años que ya marcaban en su calendario, en sus siglos, sino la fuerza con la cual habían sido creados. Algunos se redujeron a cenizas, los más afortunados, otros padecían terribles heridas que les torturaba.

Él se encontraba en el mundo de las pesadillas. Las más terribles. Pesadillas rojas. Sangre bañando su cuerpo, llenando su boca, enterrándolo en la demencia y en el sonido de los tambores que a lo lejos llamaban a la calma. Los celtas corrían entre los árboles, pues algunos comenzaban a combustionar igual que los seres que se hallaban en su interior, mientras que el poblado despertaba con el despuntar del alma. Muchos de sus “Dioses” eran humo y cenizas, otros caían en las terribles alas de sueños insoportables.

Al otro lado del mundo, en las cálidas arenas de Egipto, ellos eran expuestos frente al sol. Colocados como dos simples estatuas, mostrando al mundo su tez marmórea. Igual que dos colosos puestos allí para ser adorados. Tan sólo bronceaban su piel, calentaban sus mejillas y masacraba a cientos de sus hijos. La sangre hervía, quemaba, mataba...

El mundo clamaba. Se alzaban gritos de lamento. Los aullidos de otros eran insoportables. Él despertaría casi consumido, ennegrecido y temeroso como un insecto a punto de ser pisado. Algo terrible había sucedido. No había nada que hacer, sólo orar porque el final llegase pronto.



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Lestat de Lioncourt