Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de octubre de 2014

Volver a casa

Michael y Rowan, para mí dos grandes amores. Muchos creen que sólo la amo a ella, pero no es cierto. A él también lo amo a mi modo. Jamás permitiría que le hicieran daño a Michael, pues tiene un corazón puro lleno de amor. Ella es para mí una de mis grandes pasiones, la mujer que me dio una última oportunidad para ser bueno. 

Lestat de Lioncourt 


Estaba apostado en el marco de la puerta de su despacho, mirando hacia la mesa donde ella se encontraba. La había visto inmersa mil veces en sus documentos, en cientos de libros de medicina y revistas sobre avances científicos. Ella era rigurosa, jamás perdía detalle alguno. Siempre centrada en su trabajo, pues era su mayor pasión y su legado al mundo. Habían ocurrido demasiadas desgracias en las últimas semanas, todas ellas envolviéndola con ataduras que dejaron cicatrices y él lo sabía. Podía ver cada marca en su alma con tan sólo mirarle a los ojos. Se sentía impotente. Deseaba que la felicidad de nuevo regresara a su vida, la cual había sido arrancada de su lado desde hacía muchos años.

—¿Puedo entrar?—preguntó al fin.

—Es tu despacho, no el mío. Lamento ocupar tu lugar de trabajo, pero estos días están siendo demasiado...

—Crueles—terminó él la frase y ella sonrió amargamente—. ¿Era eso?

—Iba a decir extraños, pero crueles también es válido en estas circunstancias—dijo.

Aquellos profundos ojos grises parecían batirse en duelo perpetuamente. No quería llorar. Mostrarse vulnerable para ella era una derrota mucho mayor que el propio sufrimiento. Deseaba mantenerse entera, mostrarse firme y consolar al resto a pesar que era ella quien tenía la mayor herida. Julien había sido muy cruel con ella, aunque era porque ambicionaba demasiado. Aquel fantasma honesto, el que la ayudó hacía algo más de una década, se había convertido en un cretino que manipulaba a todos.

Julien Mayfair, brujo poderoso que había regresado del otro mundo. Él, el líder real de la familia, había decidido que ella y todos volvieran a resplandecer como en los viejos tiempos. La ambición llamó a sus puertas y él supo elegir sabiamente, pero en su beneficio. Muchos lo adoraban, pues estaban llenándose los bolsillos con una gran fortuna, pero ella se sentía rabiosa por todo lo que había decidido a sus espaldas. Tener al demonio bajo su poder, o como guía, había sido una gran equivocación. Estaba segura que ese ser quería algo más a cambio. Ella lo sentía. Por eso mismo intentaba apartarse del juego y seguir siendo ella misma. Michael no sólo la apoyaba, sino que siempre se hizo a un lado de esos macabros planes.

—Llevas días encerrada aquí y sólo te mueves para ir al hospital. Todo no es trabajo, Rowan—su tono de voz y su ceño fruncido denotaban que estaba preocupado.

—Vuelvo a ser estéril. Tan sólo hizo que el demonio me otorgara feminidad para que ella volviera a la vida en mi seno, para que volviera a sentirla—dijo clavando sus ojos en él—. Ella está bien, está siendo cuidada por los restantes Taltos. Todos están bien.

—¿Y eso te consuela o te derrumba?—preguntó aproximándose a la mesa.

—Me consuela—dijo.

—¿Y por qué te noto derrumbada?—se sentó frente a ella observándola con cariño. Siempre la miraba con amor y dedicación. Estaba enamorado de ella desde el primer día. De esos amores que hablan las revistas, libros de cuentos y las mujeres que aún tienen esperanza en encontrar a alguien.

—Lestat me ha echado a un lado por mi bien. Ha decidido que debo vivir mi vida, a tu lado, lejos de todo lo que él es. Me ama, le amo y no puede ser—contestó echándose hacia atrás, dejando su espalda apoyada en la silla.

—¿Me sigues amando a mí?—dijo con pesadumbre.

—Siempre. Siempre te he amado. Pero, a él también. Ya sabes mis sentimientos, Michael—dijo a punto de echarse a llorar—. No se puede tener todo, pero yo quise creer que sí. Me ilusioné con poder tener todo, igual que una niña caprichosa. No pensé en las consecuencias y ahora me doy cuenta. Fue un error, pero lo cometería de nuevo. Cometería ese error tantas veces como fuese posible...

Michael sólo suspiró mirándola sin saber que decir. Ella se incorporó del asiento, salió de detrás de la mesa y se sentó a su lado, en la silla que tenía contigua, para tomar sus enormes manos entre las suyas. Era un hombre fuerte, en todos los sentidos, y ella a veces decaía. Realmente no estaba confundido Lestat, él la cuidaría bien. Sin embargo, sentía que merecía algo mejor que ella. Él merecía tener una familia normal. Una de esas familias típicas con hijos correteando por el jardín. Si bien, Michael no deseaba nada de eso. Él quería tener a Rowan entre sus brazos y se conformaba con ver una tímida sonrisa en sus labios.

Se inclinó hacia delante y la besó. Ella no lo detuvo. Se dejó besar dulcemente por aquel hombre. Podía ser brusco, por su aspecto, pero aquellos enormes ojos azules eran tiernos y amables. Nunca había visto un hombre como él, que antepusiera todo a la familia y, sobre todo, a ella. Era de ese tipo de hombres que construía sueños con sus manos y que la hacía soñar con un futuro sólido. Sabía que la decisión de permanecer a su lado, alejada del vampiro, había sido honesta y certera. Pero, algo en ella se moría. La ilusión de tener un poco de aventura en su vida, quizás. Tal vez era la fascinación de ver la noche como vida y no sólo como horas muertas en la cama. Sin embargo, él estaba ahí sosteniendo sus manos y mirándola a los ojos con esa ternura que tanto le fascinaba.

Había vuelto a casa. Ahora sí que estaba en casa. Sin necesidad de hechizos o mandamientos venidos de un antiguo fantasma. Ella había regresado por sí misma. El mundo entero volvía a girar lentamente al lado del hombre al que le dio su corazón cuando lo conoció.

Michael decidió levantarse y tiró de ella, de sus manos, para después abrazarla en medio de aquella habitación. Nada importaba más en el mundo que protegerla de los monstruos, incluso de sí misma, para ofrecerle la felicidad y la libertad que tanto deseaba. Él no podía controlar ese amor, era algo que surgía con fuerza como la esperanza. Besó su frente, acarició sus pómulos y sonrió notando que ella también sonreía.

De improvisto la tomó en brazos, como el día de su boda, y caminó con ella hasta el pasillo, para ir a la habitación que ambos compartían. Ella sintió su colonia, hundió su nariz en su cuello y se abrazó a su ancho pecho. Y como si fuera una niña, cansada de tantos días sin dormir, cerró los ojos y comenzó a soñar con ese futuro que le había indicado Lestat. Un futuro para envejecer junto al hombre que realmente importaba en su vida y que no era otro que su esposo, un brujo de hermosos ojos azules.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt