Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de octubre de 2014

A mi muchacho

¡Dios mío! ¡Manuscrito de Santino! Hay que ponerlo en buen recaudo antes que Marius lo destroce... 

Lestat de Lioncourt 


No puedo evitar pensar que mi vida pudo tener un cambio, un inicio distinto, y conseguir al fin un rumbo más acorde a mis planes iniciales. Pero la vida jamás te da la oportunidad de enmendar tus pasos, una vez los das ya no puedes hacer nada. Por mucho que deseemos, o ansiemos, poner marcha atrás a nuestras huellas ya es imposible. El plan trazado, las marcas acotadas, el discurso elaborado y cada noche nueva que se añade a tus siglos se convierte en una carga, aunque hay ocasiones que esa carga se vuelve liviana y eres capaz de cargarla con una sola mano.

Siempre creí en Dios todopoderoso. Una entidad con defectos y virtudes, como todos nosotros. Un ser que había hecho al hombre a su imagen y semejanza, con sus debilidades y sus pequeñas fortalezas. Seres apasionados, incluso irresponsables, que se dejan llevar por sus instintos más primarios como el miedo, el deseo sexual o el apetito. Pero a su vez, él es sensato y sabe elegir. Nosotros, sus hijos, somos torpes y terminamos errando. No podemos juzgarlo por habernos dado la oportunidad de elegir un camino u otro. Los senderos están para cruzarlos, del mismo modo que para elegirlos. No podemos centrarnos en decir que queremos ser buenos, pero luego querer el sendero más fácil hacia la victoria usando tretas que causarán dolor a otros.

Cuando era casi un niño solía mirar los textos sagrados. Pocos existían. Eran fragmentos diseminados. El mundo entero crujía por guerras, eran crujidos de armas una contra otra. Podía escuchar las espadas, el grito de muerte de alguien herido y sus cánticos hacia sus dioses. Era la época en la cual aún se perseguía a los que eran diferentes. Conseguí estudiar cada piedra que era tomada por santa gracias a los escritos y dibujos. Pude vivir en el interior de las ciudades, o más bien sobrevivir, y un día me transformaron en lo que soy.

Tan sólo tenía un par de siglos cuando me topé con Marius. Él era más fuerte que yo, pues su maestro era un milenario que habían atrapado como Dios en rituales celtas. Era un ser hermoso, de cabellos rubio pajizo y ojos fríos como el hielo. Juro que jamás he visto a un ser tan hermoso envuelto en tanto orgullo y ceguera. No quiso ver mis buenas intenciones. Ni siquiera escuchó mis ruegos. Él simplemente quemó mi túnica y humilló mis ritos. Nunca he sido vengativo, no me gustaba esa parte de mí, pero con él lo fui. Esperé que se confiara, que tuviese una vida brillante y deliciosa, y con paciencia urdí un plan terrible.

Destrocé sus obras, aniquilé a todos los que amaba y le quemé hasta casi la muerte. Pero algo bueno surgió de entre las cenizas, la sangre, el dolor y las pinturas quemadas. Era él. Un ángel. Un ser de cabellos de fuego y ojos castaños que te rompían el alma. Suplicaba por su vida. Era joven. Vi en él la fe. Leí en su mente los viejos recuerdos de una tierra fría que siempre estaba cubierta de blanco en los meses más terribles. Un niño, prácticamente un niño, que con su inocencia creyó todo lo que Marius le enseñó. Pero era tan inocente que no sabía quienes eran los que custodiaba con fiereza, igual que todos nosotros desconocíamos algo más allá de la mera leyenda.


Amé a ese muchacho porque me vi reflejado en él. Me conquistó con su deseo de ser amado. Lo llevé lejos de todo lo que él conocía, lo convertí en mi discípulo y le di una nueva vida. Él siempre albergó esperanzas de redención, sueños turbadores sobre su viejo maestro y ciertos deseos de conseguir ser feliz. Sin embargo, creo que jamás lo ha sido. Ni siquiera ahora puede considerarse que ha logrado hallar un pedazo de felicidad. Siempre llevará consigo el desasosiego de haber sido abandonado a su suerte, torturado miles de veces y convertido siempre en lo que otros deseábamos para él. Me equivoqué, pero jamás he dejado de quererlo. No es la primera vez que lo confieso, pero quizás este documento algún día llegue a sus manos y pueda comprender hasta que punto me siento culpable de su amargura eterna.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt