Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 3 de octubre de 2014

Teatro

Un fragmento de conversación Nicolas vs Armand. ¡Coño como se matan! Y yo que llegué a pensar que se iban a llevar bien... 

Lestat de Lioncourt

—No, no puedes hacer eso. ¡Como osas hacer estas cosas! ¡Quemarán el teatro!—gritaba a punto de tomar mi violín para estrellarlo en mi cabeza.

De mi puño y letra había creado varias obras increíblemente retorcidas. Saldrían allí fuera, con pintura que marcara aún más sus crueles y encantadores rasgos, para encandilar al público con los horrores de un guión fabuloso. Serían vampiros pasando por humanos que disfrutan interpretando a vampiros. Marionetas que pierden los hilos y persiguen a su creador con un hacha, la misma que usó para talar el árbol del cual surgieron. Fantasmas, demonios y toda la prole de monstruos que pudiese imaginar. Pero él gritaba por los vampiros. ¡Él no quería mostrar quien era!

—¿Acaso importa?—dije con una sonrisa burlona.

—¡Te ordeno que cambies la obra!—dijo tomando un puñado de papeles lanzándolos a mi cara.

—Ya es imposible—respondí con una sonrisa malévola.

—¡Cómo! ¡No es imposible!—exclamó agarrándome del chaleco que llevaba esa noche. Uno de tantos que me había regalado Lestat. Deseé apartar sus sucias manos de mí, de aquella prenda, pero después recordé con rabia que me había abandonado para viajar por el mundo como un explorador impaciente.

—Lo siento, pero es así—mi tono de voz quedo quedó con un toque íntimo que le hizo retirarse, y prácticamente tropezar con la pared contigua—. ¡El telón se alzará y todos verán la oscuridad de nuestras almas! ¡Somos demonios! ¡Danzaremos en el infierno!—grité levantándome de mi silla mientras abría mis brazos hacia ambos lados de la habitación.

—¡Maldito violinista enloquecido! ¡Serás mi ruina!—decía a punto de llorar.

Pero mientras él se quejaba todos aclamaban la obra. Ni siquiera había entrado en escena con mi violín y ya aclamaban el primer acto, en el cual apenas se escuchaba música. Era un pequeño discurso dado por un ser oscuro, de hermosa figura, con una capa negra que caía hasta el suelo. Vestía ropas de gran calidad, como una camisa de chorreras con un encantador encaje de rosas recién abiertas. Todos gritaban ante semejante belleza y horror.

—¿No los escuchas?—pregunté con una sonrisa triunfal—. ¿No escuchas sus aplausos? Escúchalos, Armand—dije tomándolo de los hombros—. Escucha como todo París se rinde a nosotros.

—Bastardo...—dijo apartándome de un empellón.

—No, genio—respondí con una pose de dramaturgo de taberna, alzando un brazo hacia el techo y dejando la mano izquierda sobre mi cadera.

—Esto traerá consecuencias nefastas—murmuró.

—Sí, que tu ego de pobre imbécil quede en la ruina—dije echándome a reír.

—¡Loco!—me espetó.

—Todos los artistas estamos locos, así que cuéntame algo que no sepa—susurré negando suavemente mientras tomaba mi violín—. ¡Me encantaría!—grité.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt