Cada noche es una nueva canción que
sólo se interrumpe con los primeros rayos del sol. La oscuridad
puede seducirnos hasta provocar que nos perdamos por las diversas
sendas del jardín salvaje. Nos movemos como si fuéramos ángeles,
pero no somos más que demonios esclavos de las pasiones más
mundanas. Sigo buscando la belleza como si fuera un oasis. Me fascina
la capacidad humana para sobrevivir y vencer sus miedos. Quedo
anonadado por la increíble inventiva. Si bien, siguen siendo
frágiles y se deshacen fácilmente entre mis colmillos. Son unos
encantadores soñadores de los cuales extraigo sueños, recuerdos y
sangre. Me deleito con sus últimos momentos, saboreo el punzante
sabor de la maldad que ellos contienen como si fuera su escapatoria
fuera de este mundo, y finalmente, cuando ya no queda nada, los dejo
a un lado como si soñaran.
Suelo viajar solo. Me gusta ser un
rebelde. Soy el rebelde de siempre. Llevo conmigo mis propias leyes y
pactos, las cuales quebranto únicamente por mera diversión y
contradicción a mí mismo. Jamás me gustó los altos muros que
otros han ido colocando. Me gusta derribar cualquier frontera, sea
cual sea, y desafiar incluso a la muerte. Una vez coqueteé y luché
contra quien dice ser el Diablo. Reconozco que no fue del todo
agradable, pero no me fue mal.
Sin duda, si tuviera que confesar ahora
mismo alguno de mis pecados, los más terribles y crueles, es que me
encanta ser malo. Me gusta mentir para atraer a mis víctimas
seduciéndolas hasta perder completamente la cabeza. Sus almas se
convierten en mis mejores presas. Ellos sonríen embelesados por mi
belleza, la sutileza de mis palabras y el trato amable que les
ofrezco. Camino entre ellos como un joven más, lleno de rebeldía y
con una perfecta sonrisa. Nadie puede imaginarse que soy la muerte
misma.
Esta noche ha sido diferente, pero tan
común como cualquier otra. He decidido romper todas las normas de
tráfico, conduciendo como un auténtico descerebrado, mientras la
música de Bon Jovi sonaba a todo volumen. Creo que me obsesiona. Su
música es pegajosa, fascinante y tiene un aire rebelde que me
entusiasma. He perdido la cuenta de los conciertos a los que he ido,
como cualquier otro mortal, disfrutando del sudor, los pisotones y el
chillido general. Pero hoy tan sólo he conducido durante horas
recordando a todos los que he amado, estén o no conmigo, y me he
dado cuenta que soy afortunado.
Aunque soy el mismísimo demonio, por
mis actos y caprichos, he logrado amar y ser amado. Muchos me llaman
Príncipe, pero yo me siento Rey. Soy el Rey de millones de
corazones. He llegado a dominar los sueños de cientos de jóvenes y
provocar que decenas de vampiros me aclamen. Ningún otro vampiro
puede compararse a mí en ese sentido.
Ahora, cuando está a punto de
amanecer, me tumbo en mi cama y pienso en todos ellos. La última
sonrisa del día no es para enamorar, sino para dar las gracias.
Gracias por un amor que tanto deseaba y que al fin poseo. Sin
embargo, aún extraño los días en los cuales mi inocencia me hacía
ser aún más imprudente. Hay momentos que no aproveché como debía,
dejé escapar a Rowan, permití que Claudia se alzara en mi contra o
acepté, sin más, que Nicolas quedase atrás. Debo pagar por esos
pecados, pero no puedo dejar de sonreír. Tengo lo que merezco y es
el amor de aquellos que realmente han deseado conocerme, seguirme
como a un Mesías y convertirse en mi voz a lo largo de los años.
Mi canción prosigue aunque mis
párpados cedan. Mi voz continua. La verdad se alzará como una
bandada de murciélagos en pleno anochecer. La lluvia llorará por
todos lavando el pecado de los cuerpos que he dejado atrás. Y yo, el
príncipe de todos, volveré a alzarme en la siguiente noche
dispuesto a conquistaros.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario