Khayman ha decidido escribir algo sobre el final de la aventura. Un final que ahora tiene.
Lestat de Lioncourt
Aún puedo escuchar la calma envenenada
del desierto, el calor sin tregua tostando aún más mi piel dorada,
el sudor recorriendo mi frente, el lento caminar del camello entre
las dunas y la convicción, terrible convicción, que íbamos a
provocar un desastre. Habíamos empezado la expedición la noche
anterior. Llevábamos horas sin descansar. El destino estaba echado,
como si fuera un terrible juego de azar, y yo no podía impedirlo. El
aire caliente golpeaba con fuerza mi rostro cuando apareció el valle
donde ellas se encontraban. Rocas altas, algo picudas, pocos cultivos
y varias chozas. El ritual estaba a punto de comenzar.
Todo pasó tan rápido. Los días
parecían tener alas y convertirse en pájaro, volar alto y caer al
suelo desfallecido por falta de agua y alimento. Prácticamente
muerto.
Mi vida como sirviente quedó atrás,
como un viejo recuerdo que ya nadie conoce, del mismo modo que las
ciudades que voy recorriendo con mi deportivo. Mis ojos cafés miran
el retrovisor con cierta esperanza, pero mi alma parece tomar fuerzas
al acelerar acompañado de su mano junto a la mía. No hay un destino
claro. Ya el peligro ha pasado y estamos a salvo. No existe la voz.
No hay nadie que incite a otro a matar. Somos libres de nuevo.
Tener a mi lado a Maharet, cuidarla
junto a su hermana, se ha convertido en el único propósito de mi
vida. Las selvas de Brasil han sido parte de nuestro hogar. Es el
mundo que bien conocíamos, igual que el desierto africano del cual
surgimos como si fuéramos un milagro sobre la vida. Somos muertos
que caminan, nosotros llevamos el germen. La fuente es nuestra
silenciosa compañera, del mismo modo que lo es la muerte.
Durante estos siglos he aprendido a
perdonar, pero jamás a olvidar. Nunca he podido dejar atrás el amor
que profeso a la mujer intensa, seductora y firme, que se encuentra a
mi lado. Tiene una belleza única. Su cabello parece una llamarada en
plena oscuridad. Viajar en un deportivo descapotable le confiere
puntos extras. Puedo ver como ocasionalmente alza sus brazos,
extiende sus dedos y cierra sus ojos disfrutando de la música sutil
que hay en la radio, el aire meciéndola y la noche rodeándola. La
velocidad es vertiginosa, pero no nos afecta. No hay miedo. Tampoco
hay tiempo que esté cayendo sobre nosotros. Viviremos para siempre.
El guerrero y la bruja, el hombre leal y la sincera hechicera que se
alzó en contra de la reina.
Más de seis mil años y para mí aún
sigue siendo la misma mujer, sabia y ligeramente salvaje, que me
conquistó el corazón.
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