Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 26 de diciembre de 2014

El alma de un Mayfair

Julien vuelve a dejarnos algunas palabras memorables. Algo, por muy poco que sea, le quiero.

Lestat de Lioncourt


Recuerdo aquella época en la cual era sin duda uno de los solteros más cotizados. Mis ojos claros perseguían prestigio familiar, no faldas y bares. Me dedicaba constantemente a mis proyectos. Era un hombre de futuro, no de pasado. Las cadenas que aún pendían de mí se habían perdido hacía tiempo. La risa estruendosa de mi madre aún hacía mella, pero era un dolor leve y nada más. Mi abuela había desaparecido hacía décadas, pero aún recordaba sus manos acariciando mis tupidos rizos mientras decía que era un chico muy listo.

Los libros que ya había leído se amontonaban cada vez más. Ya no eran frases sueltas, sino historias completas. Conocía los autores clásicos como los vanguardistas eruditos que surgían por doquier. La literatura se estaba llenando de sangre nueva. La vida no era plácida, pues era dura y llena de trabajo sobre la mesa. Sin embargo, recuerdo que disfrutaba cabalgando por las calles de la ciudad. Todos pensaban que llegaría lejos y que mi sombra ya era alargada. Era amado por mis esclavos, pues más bien eran hombres libres a mi servicio y beneficio. Eran buenos hombres, muy trabajadores, y jamás morderían la mano que les alimentaba.

Mis cabellos seguían siendo oscuros, tupidos y rizados. Tenía unos encantadores ojos azules sin una arruga. Mis labios eran seductores cuando sonreía y mis manos parecían ser de seda. Muchas mujeres suspiraban cuando pasaba. Me gustaba ser un caballero, de esos que ayudan a cruzar a las ancianas y se porta con decencia. Si bien, por las noches comenzaba a ser el lado oculto de la luna. Lasher me poseía y empezaba a beber desde temprano, coqueteaba con cualquier mujer de generoso escote y propagaba mi semilla allá donde iba. Nadie lo comprendió jamás.

Me casé con una mujer, como debía ser, pero ¿la amaba? De forma egoísta. Quería retenerla a mi lado, que me diese hijos fuertes y hermosos, aunque amar no estuviese en mi vocabulario. ¿Ella me amó? Lo dudo. Dudo que me amara más allá del dinero, pero sí puedo llegar a creer que me tenía cierta estima que se fue desgastando. Terminó abandonándome, contando historias terribles sobre mí e intentando que nuestros hijos se apartaran del mismo modo que ella lo hizo. No logró nada.

Mi hermana estaba cada vez más frágil. Se marchitaba como un lirio. Sus labios ya no sonreían, sus ojos no tenían fuerzas y sus manos parecían diminutas. Moría. Moría envenenada por el amor y la locura. Me amó como jamás me ha amado nadie. Ni siquiera mi adorado anticuario o Evelyn. Lo sé. Sin embargo, mi amor hacia ella era el típico de un hermano mayor que quiere protegerla incluso de sí misma. Hubiese dado cualquier cosa porque mi corazón latiera por ella, pero no fue así.

En la calle me esperaba mi amante. Llevaba una camisa simple de algodón, unos pantalones muy elegantes a juego con sus tirantes y una gorra que yo mismo le había regalado. Un chico mulato, muy alto y esbelto. Caminaba a mi lado hablando de mil sueños que parecían no despegar nunca. No fue el único hombre de su condición que acabó entre mis sábanas, seducido por el calor de mi cuerpo y el deseo de mi alma. Si bien, fue de los pocos que no le importaba sonreír descarado cuando yo lo hacía. Murió noches más tarde, en una pelea, y mi corazón se rompió durante algún tiempo. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Entonces, empecé a verlo por todas partes. Su fantasma me perseguía intentando protegerme, pero se cansó y desapareció del mismo modo que llegó.

Esa noche fue una de las mejores de mi vida. Gané una de las partidas más rocambolescas en las que he participado. Manfred Blackwood parecía no tener rival, pero llegué yo con mi astucia y me quedé con todo lo que había ganado durante la noche. Creo que ahí empezó la amistad. Una amistad que duró mucho tiempo.

Glem, como se llamaba el muchacho, me pidió algo del dinero ganado para comprar un caballo. No dudé en regalárselo. Era para él, para disfrutarlo junto a mí, ¿por qué no iba a ser generoso? Lasher lo miraba con envidia. Una envidia desmesurada. Creo que hice mal en demostrar cuanto me importaba Después de su muerte siempre fui terriblemente discreto con mis sentimientos y, por increíble que parezca, mis amantes dejaron de caer como moscas. Aún así, alguno que otro murió. Cambié de aires muchas veces, me dejé besar por cuanto hombre me diese una pizca de libertad y un poco de ritmo en la cama. Disfrutaba siendo la furcia de arrabal que tanto ansiaba aquel maldito monstruo que me perseguía, para luego ser usado como un trapo sucio cuando él aparecía. Lasher me encendía, pero no me llenaba. Él no lo comprendía. Si bien, jamás dejó de decir que me amaba.

Si me preguntaran por Lasher no sabría que decir. Sólo sé que lo he usado tanto como él me ha usado a mí. ¿Amarlo? Puede. ¿Odiarlo? Depende. Todo es demasiado complejo en el alma de un Mayfair. Tal vez fui un estafador de sueños, un ladrón de buena condición y un ambicioso empresario con grandes portentos ocultos. Sin embargo, algo de mí era humano y deseaba sentir el amor. Un amor que no vino. Un amor que si llegaba era agridulce. Porque el amor es algo que no podemos tener. Lo único cierto es la muerte y los millones que heredarán nuestros descendientes.


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt