Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 26 de diciembre de 2014

Noche de Paz

Quinn y los villancicos, los villancicos y Quinn... y un litro de lágrimas. 

Lestat de Lioncourt 


He derramado miles de lágrimas en cada Navidad que he pasado en la distancia. Me he ocultado como si fuera un monstruo cobarde, pero aún así recuerdo las brillantes luces y las cálidas canciones. Aún puedo recordar lo agradable que era sentarme en el sillón de orejas, muy próximo a la chimenea, mientras abría el libreto de canciones. No muy lejos los huéspedes agradecían a Jasmine y su familia las atenciones, dulces y la amabilidad intrínseca en aquellas agradables sonrisas típicas de mujeres fuertes, hermosas y llenas de luz. Las escasas fiestas que pasé con Nash, frente a frente, fueron perfectas. Él me hablaba de canciones, poemas desconocidos y viejos clásicos de la literatura. Creo que era el único que comprendía el extraño sentimiento que germinaba en mi corazón cuando Noche de Paz sonaba.

Desde pequeño he llorado emocionado ante la belleza de los villancicos. Jamás he podido contener mis lágrimas. Me embarga una emotividad imposible de controlar. Recuerdo vivamente como Sweet Heart, mi abuela, me sostenía en brazos y besaba mis mejillas mientras Pops aplaudía entusiasmado. Nadie en Blackwood Farm desperdiciaba los eventos navideños. Los huéspedes disfrutaban de nuestra compañía y nosotros de ellos. Los primos lejanos, los parientes más cercanos y un sinfín de amigos nos acompañaban en la cena. Lo mejor era los interminables brindis, las alegres canciones y las ovaciones que siempre se llevaba el pavo que encabezaba la lista de delicias que encabezaba la opípara cena.

No importaban los regalos. Creo que jamás me detuve a preguntarme si eran buenos o malos. Los libros me parecían importantes, en consecuencia eran siempre aceptados con una enorme sonrisa. Los juguetes eran escasos, aunque me parecían pequeñas obras de arte. Mi abuelo prefería regalarme juegos educativos, artesanos y con una laboriosidad indescriptible. Recuerdo un trenecito de madera con una cuerda de la cual tirabas para arrastrarlo, de ese modo se movía y mostraba su colorido con una belleza asombrosa. La ropa hecha a mano era sin duda peculiarmente adorable. No me importaba el color. Lo importante era el detalle, la calidez que emanaba no sólo de las fibras y tejidos con las cuales estaban confeccionadas.

Extraño todo eso. Echo de menos el pasearme por los pasillos abarrotados de caras nuevas y viejos conocidos. Abrazarme a unos y a otros, besar sus mejillas y cantar con ellos era un ritual que ya no puedo hacer. La única navidad que viví como vampiro fue un horror. Tuve que contener mis lágrimas sanguinolentas, alejarme de más de uno y huir. En el jardín, abrazado a mí mismo, miré las profundas aguas oscuras del pantano y me pregunté si me ahogaba en ellas por cada lágrima que no podía mostrar libremente. Un nudo extraño se formó en mi garganta y quise llorar amargamente. Tras tantos años lejos era duro regresar y no poder vivir esas entrañables fechas como acostumbraba.

Las estrellas brillaban con fuerza ese día. Pensé en Mona, su amor y su sonrisa desgastada. Me hundí en la miseria. Recé por mi alma corrupta y por su recuperación. Rogué un milagro, pero no ocurrió nada. Así que tan sólo canté a viva voz Noche de Paz dejando que mi alma se liberara al fin.


Navidad... nunca ha sonado tan terrible y dolorosa en mi boca esa celebración de amor y paz.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt