David vuelve a recordar a su viejo amigo Aaron. Creo que yo soy el único que le queda. Uno de esos que siempre están aunque sea metiéndolo en líos.
Lestat de Lioncourt
La amistad es una hermandad elegida,
seleccionada de entre cientos de miles de almas que a diario se
cruzan contigo. En ocasiones nace fácilmente, pero en otras se
resiste. Es el vínculo que muchos extrañan cuando viajan. La
necesidad de reunirse entre los brazos de un amigo es inmensa cuando
se encuentra fuera del hogar. Pues la amistad es todo cuando se
conviertes en un hombre solitario que pocas personas conocen
realmente, aprecian tu compañía y saben como te llamas. Él conocía
todos mis miedos, ilusiones, pasiones, devaneo, sensaciones y
emociones más puras. Comprendía cada uno de mis pasos por el mundo,
mis viajes extraños, mis ojos cansados y finalmente mi cuerpo
adolorido.
Éramos prácticamente de la misma
edad. Nos habíamos conocido cuando tan sólo éramos unos novicios.
Él era mucho más persistente, enfocado constantemente en mejorar
sus cualidades, mientras que yo me dedicaba a ser como Indiana Jones.
Iba a templos perdidos en el Amazonas, me hundía en el fango para
conocer los misterios de un mundo desaparecido, caminaba entre las
gentes de Brasil escuchando el ritmo de los tambores del Candomble y
conversaba con los espíritus que me visitaban como si fueran viejos
amigos. Él no me consideraba un patán, ni un loco y ni mucho menos
un engreído. Sabía que vivía por y para las sensaciones que el
mundo me ofrecía. Sin embargo, los años me fueron doblegando y fue
él quien empezó a tomar riesgos.
Recuerdo como miraba los archivos de
las Brujas de Mayfair. Pasaba lentamente sus dedos por cada hoja de
los informes. Elaboraba copias constantemente para conocer cada
párrafo. Añadió investigaciones propias. Visitó muchas veces la
sureña ciudad de New Orleans. Se dejó guiar por el ritmo. Él decía
que era placentero llevar trajes de lino blanco, sonreír de forma
gentil y saber que te apreciaban por la elegancia británica. Se
sentía cómodo allí. Igual que yo me sentía cómodo en Brasil y
sus mares de árboles, religiones ocultas y música escandalosa.
Jamás pensé que unos separaríamos de ese modo.
Una vez tuve que ocultar un secreto, el
cual conoció provocando que temiera por mi vida. Había conocido a
Lestat en mi despacho. Era el director de la orden en la cual nos
“alistamos” para defender la verdad, el conocimiento y los
tesoros más increíbles de este mundo. Talamasca era nuestra vida,
emblema y apellido. Él no era un hombre rico, pero yo sí. Era hijo
de un lord. Se suponía que llegaría lejos en la política, aunque
decidí ser distinto. Mi padre también poseía dones, colaboró en
alguna ocasión con la orden, y me permitió ser lo que era. Tal vez
era el destino. Eso dijo Aaron, que el destino me llamaba. Un destino
que me hizo ser director justo en la época en la que Lestat salió
de entre la tierra, escarbándola con sus huesudos dedos, para tomar
un micrófono y pasearse por el escenario gritando “Soy un vampiro,
miradme.”
Él no aceptaba esa amistad. No era por
celos. Temía por mí. Del mismo modo que yo temía por él cuando se
acercaba demasiado a la familia. En aquella época ambos corríamos
riesgos. Él se aproximaba a Deirdre, la hermosa heredera de los
Mayfair, y yo a un vampiro muy peculiar. Sus ojos eran un abismo de
preocupación cuando los vi por última vez. Sus peores sospechas se
confirmaron.
—D... David—dijo aproximándose
hasta a mí—. David...
—Aaron, necesito tu ayuda—expliqué
intentando mantenerme firme en cada palabra que pronunciaba.
Sus manos eran viejas, muy pálidas,
perfumadas y de uñas cuidadas. Mi piel tenía un ligero tono
tostado, mis ojos eran cafés, casi completamente oscuros, y
profundos y mi rostro era el de un joven que él no conocía. Sin
embargo, mi mirada estaba ahí. Él se echó a llorar aferrándose a
mi chaqueta mientras yo lo sostenía. Juro que me rompió el corazón.
O quizás yo le rompí en mil pedazos el suyo. Aún así, pese a que
le pedí un imposible, me ayudó.
Quería encontrar al joven que había
habitado mi cuerpo. El dueño, por así decirlo. Simplemente fue una
tarea imposible. No encontrábamos su espíritu por ninguna parte.
Había desaparecido, cruzando a otro plano. Posiblemente lo hizo
confuso y entristecido. Si bien, pudo crear para mí el funeral más
especial que jamás hubiese visto. Logró convencer a todos. Sus
lágrimas no eran falsas. Él me despedía para siempre. Siendo un
vampiro no podría tener comunicación fluida con él. Ni con él ni
con Merrick. Jesse, un par de años atrás, cruzó la línea y
desapareció para muchos en la orden.
Sólo descubrieron la verdad cuando
Lestat lanzó sus memorias, pero la mayoría creía que era una forma
de limpiar su nombre. No obstante la duda cayó y comenzaron a
sospechar. Aaron se volvió más rebelde. Él decidió alejarse e
investigar más a fondo. Supongo que si yo no estaba, ¿para qué
regresar constantemente a la que fue nuestra casa?
Me alegra saber que sus últimos días
sirvieron de mucho. Conoció la verdad de los Mayfair. Pudo hablar
con una criatura única. Se casó y fue feliz al lado de una buena
mujer. Murió en la ciudad que más amó jamás y con el ritmo del
blues y el jazz de fondo. Fue trágico. Mi corazón lloró durante
meses su pérdida. Aún hoy me siento conmovido al ir a visitar su
tumba. Él no está ahí. Su espíritu pasó a otro plano. Sin
embargo, me gusta imaginar que puedo hablar con él como hacía hace
décadas. Un hermano no se olvida. Un soldado no cae, sólo duerme
eternamente.
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