Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 27 de diciembre de 2014

A un gran hombre

David vuelve a recordar a su viejo amigo Aaron. Creo que yo soy el único que le queda. Uno de esos que siempre están aunque sea metiéndolo en líos. 

Lestat de Lioncourt


La amistad es una hermandad elegida, seleccionada de entre cientos de miles de almas que a diario se cruzan contigo. En ocasiones nace fácilmente, pero en otras se resiste. Es el vínculo que muchos extrañan cuando viajan. La necesidad de reunirse entre los brazos de un amigo es inmensa cuando se encuentra fuera del hogar. Pues la amistad es todo cuando se conviertes en un hombre solitario que pocas personas conocen realmente, aprecian tu compañía y saben como te llamas. Él conocía todos mis miedos, ilusiones, pasiones, devaneo, sensaciones y emociones más puras. Comprendía cada uno de mis pasos por el mundo, mis viajes extraños, mis ojos cansados y finalmente mi cuerpo adolorido.

Éramos prácticamente de la misma edad. Nos habíamos conocido cuando tan sólo éramos unos novicios. Él era mucho más persistente, enfocado constantemente en mejorar sus cualidades, mientras que yo me dedicaba a ser como Indiana Jones. Iba a templos perdidos en el Amazonas, me hundía en el fango para conocer los misterios de un mundo desaparecido, caminaba entre las gentes de Brasil escuchando el ritmo de los tambores del Candomble y conversaba con los espíritus que me visitaban como si fueran viejos amigos. Él no me consideraba un patán, ni un loco y ni mucho menos un engreído. Sabía que vivía por y para las sensaciones que el mundo me ofrecía. Sin embargo, los años me fueron doblegando y fue él quien empezó a tomar riesgos.

Recuerdo como miraba los archivos de las Brujas de Mayfair. Pasaba lentamente sus dedos por cada hoja de los informes. Elaboraba copias constantemente para conocer cada párrafo. Añadió investigaciones propias. Visitó muchas veces la sureña ciudad de New Orleans. Se dejó guiar por el ritmo. Él decía que era placentero llevar trajes de lino blanco, sonreír de forma gentil y saber que te apreciaban por la elegancia británica. Se sentía cómodo allí. Igual que yo me sentía cómodo en Brasil y sus mares de árboles, religiones ocultas y música escandalosa. Jamás pensé que unos separaríamos de ese modo.

Una vez tuve que ocultar un secreto, el cual conoció provocando que temiera por mi vida. Había conocido a Lestat en mi despacho. Era el director de la orden en la cual nos “alistamos” para defender la verdad, el conocimiento y los tesoros más increíbles de este mundo. Talamasca era nuestra vida, emblema y apellido. Él no era un hombre rico, pero yo sí. Era hijo de un lord. Se suponía que llegaría lejos en la política, aunque decidí ser distinto. Mi padre también poseía dones, colaboró en alguna ocasión con la orden, y me permitió ser lo que era. Tal vez era el destino. Eso dijo Aaron, que el destino me llamaba. Un destino que me hizo ser director justo en la época en la que Lestat salió de entre la tierra, escarbándola con sus huesudos dedos, para tomar un micrófono y pasearse por el escenario gritando “Soy un vampiro, miradme.”

Él no aceptaba esa amistad. No era por celos. Temía por mí. Del mismo modo que yo temía por él cuando se acercaba demasiado a la familia. En aquella época ambos corríamos riesgos. Él se aproximaba a Deirdre, la hermosa heredera de los Mayfair, y yo a un vampiro muy peculiar. Sus ojos eran un abismo de preocupación cuando los vi por última vez. Sus peores sospechas se confirmaron.

—D... David—dijo aproximándose hasta a mí—. David...

—Aaron, necesito tu ayuda—expliqué intentando mantenerme firme en cada palabra que pronunciaba.

Sus manos eran viejas, muy pálidas, perfumadas y de uñas cuidadas. Mi piel tenía un ligero tono tostado, mis ojos eran cafés, casi completamente oscuros, y profundos y mi rostro era el de un joven que él no conocía. Sin embargo, mi mirada estaba ahí. Él se echó a llorar aferrándose a mi chaqueta mientras yo lo sostenía. Juro que me rompió el corazón. O quizás yo le rompí en mil pedazos el suyo. Aún así, pese a que le pedí un imposible, me ayudó.

Quería encontrar al joven que había habitado mi cuerpo. El dueño, por así decirlo. Simplemente fue una tarea imposible. No encontrábamos su espíritu por ninguna parte. Había desaparecido, cruzando a otro plano. Posiblemente lo hizo confuso y entristecido. Si bien, pudo crear para mí el funeral más especial que jamás hubiese visto. Logró convencer a todos. Sus lágrimas no eran falsas. Él me despedía para siempre. Siendo un vampiro no podría tener comunicación fluida con él. Ni con él ni con Merrick. Jesse, un par de años atrás, cruzó la línea y desapareció para muchos en la orden.

Sólo descubrieron la verdad cuando Lestat lanzó sus memorias, pero la mayoría creía que era una forma de limpiar su nombre. No obstante la duda cayó y comenzaron a sospechar. Aaron se volvió más rebelde. Él decidió alejarse e investigar más a fondo. Supongo que si yo no estaba, ¿para qué regresar constantemente a la que fue nuestra casa?


Me alegra saber que sus últimos días sirvieron de mucho. Conoció la verdad de los Mayfair. Pudo hablar con una criatura única. Se casó y fue feliz al lado de una buena mujer. Murió en la ciudad que más amó jamás y con el ritmo del blues y el jazz de fondo. Fue trágico. Mi corazón lloró durante meses su pérdida. Aún hoy me siento conmovido al ir a visitar su tumba. Él no está ahí. Su espíritu pasó a otro plano. Sin embargo, me gusta imaginar que puedo hablar con él como hacía hace décadas. Un hermano no se olvida. Un soldado no cae, sólo duerme eternamente.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt