Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 7 de diciembre de 2014

Mi primer amor.

Un viejo escrito de Nicolas ha llegado a mí... y yo sólo os hago eco de él. 

Lestat de Lioncourt 



La melodía de ese violín llegó a mí despertando mi alma. Abrió las alas ocultas que jamás creí poseer. Me convirtió en un alma errante buscando el pecado que yacía en cada partitura, ese que se convertía en delicioso manjar en mis labios. Las lágrimas brotaron, mi nerviosismo aumentó, el pulso quedó convertido en un sonido intenso de tambores alocados, y comprendí que me había enamorado de un demonio de cuerdas y arco. Quise saber tocar para fundir de ese modo mi alma. Durante semanas practiqué sacando sólo chirridos a mi hermoso amigo. Un amigo que conseguí por unas monedas, las cuales debían servirme para pagar cobijo y algo de alimento.

Durante meses viví desahuciado de techo alguno, caminando por las calles con las ropas sucias y el pelo desacomodado. Mi padre creía que pagaba por una buena educación en París, pero su hijo se convirtió en un demonio bohemio completamente enganchado al Hada Verde y a las partituras apolilladas que lograba aprender.

Sabía que me despreciaría, odiaría y me anularía nada más saber que mi alma vibraba con cada roce del arco sobre las cuerdas. Comprendía su dolor, pero no así la amargura. Pues había vivido ciego en soledad, náufrago del bien y no del camino de la libertad, y en esos momentos había encontrado la salida hacia la felicidad. Sólo era feliz junto al violín. Si pasaba calamidades no me importaba. Lo único que quería era tocar el violín aunque fuese un muerto de hambre.

Cuando logré realizar el pizzicato o el trémolo me sentí vivo. Mis dedos sobre las cuerdas, del mismo modo que si tocara una hermosa y seductora guitarra, o ese movimiento rápido del arco arriba y abajo convirtiéndome en un Dios frente a todos, frente a mí mismo y el reflejo en los charcos, me hacía sentir en el paraíso. Pero mi mano izquierda, la mano del diablo, comenzó a moverse arriba y abajo sobre las cuerdas realizando el más fabuloso gilssando, para luego hacer vibrar los dedos sobre las cuerdas igual que si fueran las patas de una araña hasta tocar la parte del arco del arco o el puente. Todos los movimientos fueron dándose. Mis dedos tenían vida propia. Mi cuerpo se retorcía. El violín me hablaba y recitaba poemas de amor.

La clave de violín iniciaba las partituras, pero yo intenté miles de locuras para comenzar a componer por mi cuenta y riesgo. Me convertí en un bufón, en un simple músico callejero, y eso me hizo derramar lágrimas de felicidad. Cuanto más miserable era, menos tenía y más dolor me llegaba, mejor componía y más libre me sentía. No tenía que dar explicaciones a nadie. Mi única familia era el violín. Peor tuve que regresar a ese funesto pueblo y enamorarme de algo que tenía vida más allá de su cuerpo de madera. Dejé que él me besara, me atara a su cuerpo y me convirtiera en su músico de cabecera. Dejé de ser la fulana de la música, para convertirme en la cualquiera de un noble sin caudales.

«Ámame, hazlo. No pasará nada. Mi alma será tuya y tuya será la mía. Ambos caminaremos por caminos más afortunados que estos senderos de barro y mediocridad. Verás la luz, amor mío, más allá del valle donde se alza el sol. Conoceremos la libertad, te lo aseguro. La libertad no nos cegará, el mundo no nos odiará, y podremos decir que estamos por encima del Bien y del Mal. Créeme. Ámame.»

Debí huir. Debí resistirme. La música era mi único consuelo y cuando él me dio la espalda, guardando ese triunfo sobre la muerte, como si fuera únicamente el placer de unos dioses, dioses que no me deseaban a mí como hijo, enloquecí. Ya no había consuelo. Él me arrancó las alas como si fuera una mosca. Lo hizo.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt