Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 15 de diciembre de 2014

Stop a mirar la vida sin más

Daniel parece querer contar cosas ¿lo hará? Esto puede ser el inicio de algo interesante.

Lestat de Lioncourt 

Siempre me enfrentaba al mismo dilema. El papel en blanco para cualquier escritor, sea del tipo que sea, se convierte en una pesadilla que te persigue allá donde vayas. Cuando tienes una gran historia, pero no sabes por donde empezar, se convierte en una tortura. El humo del cigarrillo me ayudaba a pensar, aunque estuviese más tiempo en el cenicero que en mis labios, y la botella de whisky quedaba prácticamente vacía. En otras ocasiones, las escasas, la verborrea es tan intensa que no puedes detenerte.

Extraño pasar las noches en vela recostado en una silla incómoda, frente a una máquina de escribir con las teclas desdibujadas y envases de take away por el escritorio. Los hoteles de mala muerte quedaron atrás, igual el ruido del motor y el equipaje liviano. Todo quedó suspendido en un sueño que no logro retener. Es como si fuese la vida de otro.

Durante años he permanecido en silencio observando todo a mi alrededor, escuchando montones de historias y esperando poder contar la mía. Porque yo conté la vida de otros, narré una epopeya casi milagrosa de sangre, destrucción, lágrimas, fuego y cenizas. Ayudé a un vampiro a sollozar en mitad de una larga noche. Sin embargo, de mí se sabe poco. Tan sólo soy un borrón en la historia de un creador que se cansó de esperar, un amor fugaz y un montón de maquetas amontonadas en diversos lugares del mundo.

Hoy, como en las últimas noches, me encuentro rodeado de cientos de lienzos pintados con pasión. Esa entrega apasionada, legendaria y única es de Marius. Él es mi compañero. Observo como deja su alma en cada pincelada y me pregunto cuando fue la última vez que yo mostré la mía. Por eso hoy he buscado una libreta, un bolígrafo con algo de tinta y un hueco en la habitación donde sentarme y escribir. Sólo quería demostrarme que aún es posible que exista algo en mí. No lo sé. Un poco del hombre que fui. Ese hombre que parece perdido entre el humo, el sabor del whisky barato y las luces de hoteles donde se convive con cucarachas.

Nací en una familia convencional, fui a un instituto cualquiera, viví una vida digna hasta llegar a la universidad donde los sueños me consumieron. Me convertí en un periodista nato. Quería saber, sólo eso. Siempre perseguía historias. No me importaba sacrificar mis horas de sueño, comida o simplemente un breve descanso. Caminaba entre hombres sintiéndome inmortal porque sentía que algún día mis escritos sobrevivirían. Pero fue la inmortalidad la que me hizo un trato de favor auténtico.

Aún recuerdo sus labios pegados a mi cuello, succionando mi sangre como una sanguijuela, mientras mis manos se aferraban a su chaqueta. Un ángel de cabellos rojizos y ojos castaños. Era hermoso, condenadamente hermoso, pero ambos nos dividimos como si fuéramos dos extraños. Toda esa complicidad, las viejas discusiones, las miradas intensas y las conversaciones trascendentales dieron paso al silencio y el dolor.

No sé como llegué a este punto. Ahora estoy aquí, contemplando a Marius pintar ese ángel que tanto ama y rechaza. Armand aparece en cada cuadro. Parece que él no puede olvidarse de ese maldito querubín. Pero también hay otros rostros. Rostros que me recuerdan a la diosa que es Pandora, pues es una mujer con una fuerza terrible y un dominio de la palabra imposible de controlar.

—Daniel, deberías salir a buscar alguna víctima—me dijo hace rato, pero no me he movido.


No puedo dejar de mirar como las pinceladas dejan surcos únicos. ¿No son los mismos surcos que ahora dejo sobre el papel? Ya era hora que volviese a mirar cada folio como un lienzo. Sí, ya era hora. Quizás debería escribir mis testimonios, pero por el momento me reservo el derecho de narrar este pequeño brote de pasión entre mis dedos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt