Arjun y Pandora hablando tras la muerte de algunos de los nuestros. Un encuentro esperado.
Lestat de Lioncourt
—Todo parece haber pasado...—susurró,
mirándolo con franqueza.
—Así parece—respondió tomando
asiento a su lado.
Todo había acabado de algún modo.
Aunque todavía había estragos, divisiones, lágrimas, sufrimiento y
dolor. La historia no es algo que esté finalizado, sino que sigue
escribiéndose lentamente. La suya estaba derramándose de nuevo con
letra rápida, aunque firme. Él la contemplaba como lo había hecho
en sueños. Ella simplemente apretaba sus manos contra las suyas. Al
fin estaban juntos frente a frente.
La ropa blanca, de una pureza similar a
la nieve antes de tocar el suelo, de Arjun parecía destacar en mitad
de la noche. Era como la espuma del mar. Se movía suavemente con la
brisa. Las flores le ofrecían una fragancia maravillosa a su
colonia, una mezcla única, mientras que ella permanecía en silencio
contemplándolo él dudaba en hablar. Quería romper el silencio de
nuevo. Sus maravillosos cabellos negros rozaban la tela de aquel
vestido rojo, tan apasionado como su alma.
—¿Al fin rompiste el miedo que me
guardabas?—intervino.
Ella contuvo sus palabras, agachó su
mirada unos instantes y clavó sus ojos como si fueran balas en los
de él. Eran dos dardos envenenados de imposible belleza. Cafés,
como los mejores granos con los cuales se hacen los capuchinos
italianos, y perfectos, como las gemas que ocasionalmente él le
regalaba.
—No te temía a ti—explicó—.
Temía a tus sentimientos.
—No los comprendías, ¿y ahora sí?
Ella rió fresca, como los lirios que
cerca de ella florecían. Una risa agradable. La mejor de las risas.
Tenía una voz hermosa y una risa aún más bella. Su rostro se
iluminaba como las pequeñas velas que se solían poner en los
altares a dioses y santos.
—Ahora he abierto los ojos,
Arjun—respondió apretando un poco más sus dedos.
—¿Y qué has visto, señora
mía?—preguntó.
—A un príncipe que lo dejó todo por
seguir mis pasos, un hombre que nunca me detuvo, un ser maravilloso
que decidió dormir porque no podía soportar mi marcha y un guerrero
que no dudó buscar la verdad—su voz no temblaba y no había un
ápice de duda, miedo, resentimiento o mentira. Ella decía la verdad
tal cual nacía de su pecho.
—Hermosas palabras, pero no tanto
como tu voz. Tu voz siempre es hermosa, Pandora. Una voz hermosa
retenida en un cuerpo maravilloso que expresa los sentimientos de un
alma pura, antigua y fuerte—respondió tan sincero como siempre,
justo antes de sentir un cálido beso de sus labios en su mejilla.
Arjun había soñado con ese encuentro,
esa paz y ese beso durante más de cinco siglos. Lo había soñado y
al final los sueños se hicieron insignificantes comparado con lo que
había logrado.
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