Arjun habla de nuevo del amor por Pandora... Marius lo tiene crudo.
Lestat de Lioncourt
Los sueños son momentos que revivimos
para no sentir la cruel soledad, el desaliento o simplemente una
verdad demasiado terrible. Son mundos donde podemos reflejarnos en un
remanso de paz o simplemente hundirnos en las terribles consecuencias
de nuestros actos. Nos convertimos en héroes o villanos, luchamos
contra cualquier terrible catástrofe y siempre somos recompensados.
Al menos, mis sueños son siempre similares.
Ella aparece frente a mí tendiendo sus
manos. Parece que el tiempo no cambió su peinado ni su atuendo. Sus
enormes ojos cafés parecen dos diamantes negros. Sus labios,
carnosos y sensuales, se mueven suavemente llamándome e invitándome
a pasear con ella. El cabello cae en una cascada negra, muy tupida,
como si fuera una de esas vírgenes cristianas de Europa. Su piel,
tan tersa y marmórea, parecía la de una muñeca eterna.
Logramos conversar, como cuando la
acompañaba allá donde iba, entrelazando nuestras manos mientras
escucho sus periplos eternos. Una mujer de mundo, franca y diferente.
Alguien que no sigue los consejos de nadie, pero los escucha porque
de todo puede tomarse cierta experiencia. Analítica y sincera.
Desperté en varias ocasiones, pero no
tuve fuerzas. Ella, mi creadora, había desaparecido. Yo era fiel a
sus deseos, aunque no los compartía. Siempre quise custodiarla como
si fuera un soldado, pese a mi título de príncipe. No me importaba
mis tesoros, ni palacios y tampoco el designio de mi vida. Únicamente
quería estar cerca de ella, a su lado, siendo fiel y constante.
Sabía que había sufrido y por eso la retenía. Los espíritus que
me acompañaron en ciertos momentos persistían. Ellos me traían
noticias de su vida, susurraban en mis oídos la verdad confusa que
yo tanto temía, y regresaba a los jardines donde prácticamente
bebía cada una de sus lágrimas.
Me tenía miedo... porque temía el
amor. Temía no comprender lo que yo sentía. Notaba cierta
desesperación en cada uno de mis actos. Sin embargo, jamás alcé la
voz, gesto o mirada que pudiese dañarla.
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