Khayman y sus recuerdos. Viejos misterios que no desaparecieron y una carta no muy antigua.
Lestat de Lioncourt
Si la arena del desierto pudiese
hablar, más allá de lo que todo el mundo cree que esconde, quizás
mi historia podría narrarse con toda seguridad. Pero no. Aún hay
magia en mis recuerdos. Una historia narrada a pequeños pedazos,
cosida con malas artes y expuesta a cientos como si fuera el triunfo
permanente sobre la muerte. Nací en las tierras de África, lo que
se conoce ahora como Egipto, y me convertí pronto en un hombre fiel
al reino.
Los soldados que destacan entre la
multitud, ya sea por su astucia o por el valor, siempre están más
cerca del rey. Yo destacaba por mi conocimientos tácticos y porque
no temía ser el primero en arrojarme a la batalla. No había
encontrado el amor, mi familia era escasa y mis pasos eran poco
profundos en las orillas del Nilo. Siempre había caminado por
palacio, pues mi padre era uno de los consejeros del antiguo monarca.
Su hijo, Enkil, decidió nombrarme su segunda mano.
Admiraba la valentía de Enkil, su buen
trato y grandes modales. Pero de él no ha quedado mucho. El paso del
tiempo lo convirtió en un monstruo y después quedó petrificado en
mármol. La ambición de ser valiente, defendiendo a su pueblo, lo
arrastró a una espiral extraña de poder y silencio. Todos conocen
su historia. La historia más básica de los más antiguos. Son más
de 6.000 años. Hay muchos recuerdos enterrados bajo las arenas.
Esos mismos recuerdos que son
sacrificios al recordarlos. Los rememoro como si fueran terribles
aguijonazos de culpa. Tal vez pude hacer algo más. Quizás debí
pedir mayor respeto para los espíritus. Sin embargo, provocó que la
conociera a ella. Maharet apareció frente a mí triunfante,
mostrando su poder, junto a su hermana. Comprendí mejor el mundo y
sus reglas. El amor se apoderó de mi pecho y mi lealtad tuvo que
cambiar. Sin embargo, cuando eres tan viejo siempre reflexionas sobre
las cosas que nunca debieron ocurrir... sobre todo... cuando una voz
te habla insistentemente de aquellos tiempos...
Pero jamás me arrepentiré de mi amor.
Jamás de mi legado. Nunca de la bondad que intenté ofrecer.
Khayman, 2012
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