Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 22 de enero de 2015

Si alguien lo amó...

Akasha nos desvela parte de su historia, de su dolor, y ahora comprendo algo que vi una vez y no quise hacer caso. Sabía que en el fondo ellos se respetaban y querían, pero no se comprendían y era por culpa de Amel. 

Lestat de Lioncourt


“Cuando los dioses hablan el silencio corta el cielo, las profecías bañan los cuencos destinados al sacrificio y el Nilo se desborda. Cuando los dioses hablan las antorchas flamean y las puertas a otros mundos se abren. Penetran hasta nosotros los recuerdos, algo borrosos, que creen haberse quedado dormidos. Cuando el mundo olvida, los dioses recuerdan. Recuerda el canto a los dioses... recuerda tus promesas y la profecía que pendía de tu cabeza.”


Él me sirvió bien desde el primer día. Sus ojos oscuros y rasgados, tan profundos y misteriosos como la noche, me perseguían allí donde iba. Su tez dorada, marcada por las guerras salvajes y el destino de un pueblo extraño, me atraían. Aprendí a dar rienda suelta a mis caprichos y ofrecerle mi compañía. En silencio, sin que nadie se percatara, su fidelidad se desquebrajaba y sus besos eran tan calientes como el fuego de las lámparas. Sus caricias eran pétalos de rosas que caían sobre mis senos y vientre. Mis piernas se adormecían entorno a su impresionante figura. La bravura de la batalla quedaba reducida a puro instinto salvaje entre las sábanas de lino blanco.

Aprendí a callar. Obvié mis sentimientos. Encerré mi dolor en una caja dorada. Permití que él sostuviera mi cuerpo y me diese lo que otros eran incapaces de comprender. En mis entrañas surgió la vida como un grito de libertinaje. De entre mis piernas brotó la sangre que bañaría las costas de Kemet. Mi hijo, mi Seth, tenía la fuerza de un guerrero indomable y no de un pánfilo que creía ser rey de todo lo que alcanzaba la vista.

No soy mujer de corderos, sino de leones. Él no vendió su piel, sólo sus garras. No me dio su corazón, pues sólo disfrutaba de su compañía y no de su amor. Las miradas indecentes jamás fueron su fuerte, sólo las palabras arrojadas con dignas promesas de una serpiente. Su veneno se introdujo en mi alma y creí volverme loca cuando descubrí que quería a esa maldita bruja. Ordené que cometiera actos bárbaros contra Maharet, una de las salvajes que se interponían en mis caprichos, pero cuando acabó no hubo satisfacción en él, sino llanto. Un llanto amargo. El llanto de un hombre que ama. El llanto de los justos. Yo me sentí pecadora y ave sin alas. Me sentí culpable de mi dolor.

Si alguien amó a ese guerrero: fui yo.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt