Lestat de Lioncourt
“Alza tus ojos hacia el cielo, ¿ves
la libertad? Pues la libertad física no debe ser tan preciada si tu
alma no está dispuesta a convertirse en Ícaro y arriesgar. Mírate,
eres el reflejo de miles de poemas que nadie escribió para ti.
Obsérvate en los ríos de tus lágrimas ¿y qué ves? Dime, ¿qué
ves? ¿Un hombre desarmado? ¿Un ser grotesco? ¿Un inválido? Quizás
ves todo y nada. Puede que la oscuridad consuma cada recóndito lugar
de tu alma. Dime, ¿a qué esperas? ¿Una invitación? ¿Eres un
cobarde? Tal vez... tal vez...
Recuerda el pasado, Flavius, como si
fuera un amanecer presente. Quédate ahí inmóvil y respira su
esencia. Puedes notar las caricias de las esclavas, los besos
bondadosos de tu amo, el júbilo de aquellos que te dieron el don de
ser culto y la pasión de los poemas que tanto devorabas hasta
conocerlos a la perfección. Sigue la línea de las letras, recita
una vez más y despierta. Estamos en el hoy, no en el ayer.
Despierta.
Puedes buscarla a ella. Puedes ir tras
sus sueños. Herir sus pesadillas. Sumirte quizás en su dolor. Pero
jamás podrás ser el hombre que la ame como un hombre. Nunca serás
capaz de abrir sus piernas y danzar con ella entre las sábanas
llenas de sudor, suspiros y sueños derramados. Nunca. Pandora vuelve
a ti. Pandora te recuerda. Tú la recuerdas. ¡Flavius!”
Despertó alzándose del escritorio.
Frente a él estaba la última carta que había escrito. Ahora sabía
donde se encontraba y con quien. Era un hombre afortunado ese hindú,
pero su señora podía necesitarle. Él siempre estuvo dispuesto a
darle consuelo, aunque nunca el amor pasional que ella en ocasiones
requería. Aquello siempre le dañó. Deseaba complacerla como
cualquier hombre, pues mirando bien en su corazón ella fue la única
mujer a quien amó.
Tomó la estilográfica y empezó a
rasgar en el papel unas nuevas líneas. Aquel sueño debía quedar
plasmado, pero nunca de forma tan desordenada. Debía darle sentido.
¿O había perdido también el juicio? Sólo podía decirse así
mismo: ¡Pandora! ¡Mi señora! ¡Debemos vernos aunque sea nuestro
último encuentro!
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