Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 23 de enero de 2015

Pasión encendida

Pandora... tan apasionada. Me pregunto si Marius sabía esto y por eso odiaba a Flavius... 

Lestat de Lioncourt

No puedo olvidar sus brazos rodeándome, haciéndome sentir mujer con sus caricias y sus besos. Aquellos poemas inocentes en sus labios parecían encender en mí un fuego que nadie supo encender jamás. Un fuego que ardía cada noche y me consumía con fervor. Él, que con sus enormes ojos oscuros me escrutaban con cariño, parecía perderse en la jungla de mis dedos cuando jugaban con sus cabellos. Cada mechón era sin duda alguna un trozo de tela preciada. Parecía seda. Él por completo parecía un dios esculpido en mármol, pero con el toque suave de la seda y el calor de la carne.

Besé en más de una ocasión aquellos suculentos labios. Me perdí en su lengua y olvidé por completo la decencia. Mis piernas se enredaron con las suyas y mis pechos se pegaron a su torso. Podía sentirme sin ropa bajo las sábanas de lino. Él, que era sólo un esclavo, me convirtió en su prisionera cada noche. Sentía su cuerpo temblar, emocionarse como un niño, por cada muestra de amor que yo convertía en veneno de placer.

Jamás me consideré una mujer seductora, pero podía ver en sus ojos la dicha que sentía al tenerme cerca. Él no movía un dedo por conquistarme, aunque sí hacía todo lo posible por cumplir mis caprichos. Y él era mi mayor capricho. Flavius era sin duda el capricho de cualquier mujer, pues todas deseamos a un hombre que las haga sentir una hembra, un ser salvaje, sobre un colchón en mitad de la noche.

Buscaba con indómita necesidad su miembro entre sus piernas, tomándolo entre mis manos, mientras él intentaba poner cualquier excusa. Sin embargo, mis deseos eran órdenes. Se veía sometido a mi necesidad y al amor que me profesaba. Sus labios se volvían fuego y mi boca era la mejor pira para ser encendida. Mis piernas rodeaban las suyas, apretando mis mulos entorno a sus caderas, y mis mejores movimientos eran como los de una serpiente. Él podía sentir mis uñas arañando su torso marcado y yo podía notar su apetito de hombre, un apetito que sólo mostraba conmigo porque lo llevaba al límite.


Y cuando acabábamos ya no existían pesadillas, ni mundos tortuosos y, por supuesto, la agónica soledad desaparecía. Sólo quedaba nuestro sudor, su flequillo revuelto y mis ganas de tenerlo por siempre secuestrado ante mi mandato. En ocasiones me odié por ello, por obligarlo a darme más de lo que estaba permitido por sus necesidades, pero después lo veía dormido a mi lado y sentía la impúdica necesidad de repetir mi crimen a la noche siguiente.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt