Sybelle vuelve con un texto llamado Sinfonía. Un texto que habla de la vida y de su melodía.
Lestat de Lioncourt
La vida pasa muy rápido frente a
nosotros sin darnos tiempo a captar los momentos más dulces. Los
recuerdos se van acumulando, como los sueños en la almohada y las
lágrimas en el borde de nuestras pestañas. Vemos el mundo como una
caja mágica llena de pecados, pero también cargada de ilusiones en
figuras extrañas, letras emborronadas y un futuro que desconocemos.
Podemos tener cierta aprensión, aunque eso no basta para detenernos.
Todos queremos vivir. Pese a todo, queremos vivir. Podemos ser
golpeados salvajemente por el destino, el cual nos encierra en sus
fieras garras, pero a la vez sabemos que podemos seguir luchando.
Tenemos armas, aunque no las veamos. Poseemos alas, aunque no sepamos
usarlas.
Mi vida era un cuento de terror
inspirado en las peores premoniciones. Sabía que cuando mis padres
faltaran sería terrible. Mi hermano había caído por el barranco de
la estupidez, estampándose duro contra la inmundicia de los bajos
fondos. Era un tipo listo, pero demostró ser estúpido. Las drogas,
las mujeres fáciles y el dinero manchado de sangre era su auténtico
delirio. Yo sólo era una carga, alguien que alimentar y un ave
musical que tocaría incansablemente para mejorar, pudiendo algún
día debutar para limpiar con mi arte, tan noble como inocente, el
dinero negro que ganaba. Los golpes, gritos y murmullos humillantes
eran diarios. Podía notar sus manos acariciando mi cuello, para
estrangularme nuevo hasta hacerme perder el aliento.
No tenía límites. Fox desconocía que
era un límite.
Cuando murió a manos de ese ser, el
cual no comprendí bien en su momento, me sentí aliviada. Era como
si Dios hubiese escuchado mis plegarias y hubiese enviado a uno de
sus ángeles. Tan hermoso era, con ese cabello castaño rojizo y esos
ojos castaños tan cafés, que no tuve duda que era un ángel. Un
ángel de muerte y destrucción, pero un ángel. Creí en los
milagros, pues él era uno.
Junto a mí se hallaba un siervo de mi
hermano, uno de sus esclavos más recientes, que usaba como pequeño
camello y símbolo del pecado. Hacía que vendiera su alma, robara
para él y vendiera drogas en puntos determinados de la ciudad. Él
era Benjamín. Creo que hasta ese momento era mi único consuelo
junto al piano. Pero él, desde que entró en nuestras vidas, se
convirtió en otro de los motivos primordiales.
Mi vida era una caja de música llena
de dolor y pecado, pero sabía que mi futuro podía cambiar. No
siempre se puede llorar. Una vida no es todo lágrimas y dolor. Yo
comprendía bien que podría salir viva de todo lo que sucedía a mi
alrededor. Confiaba en que algún día llegaría a ser feliz. Esos
soñados días llegaron y mi mundo se convirtió en el suyo.
Sin duda lo amo. Y mi amor será eterno.
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