Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 12 de febrero de 2015

Felicidad fugaz

Vaya, vaya... ¿se puede ser feliz? Yo creo que sí. La felicidad es un suspiro y hay que tomarla. 

Marius y Daniel, amigos míos...

Lestat de Lioncourt

Esperaba pacientemente que la última casa se mantuviese en pie. Había tardado varias noches en terminar aquella gigantesca maqueta. Las montañas las había pintado con cuidado dando el aspecto más natural a la nieve. Las pequeñas casas, lejanas y pintorescas, parecían hundidas en mitad de aquel frío y bucólico paisaje. Fuera el viento soplaba, la ventisca golpeaba el grueso portón y la noche era completa. Llevaban allí encerrados más de un mes. Todo había sucedido rápido, pero se mantenían firmes.

—¿Has vuelto a tus maquetas?—preguntaba, acercándose a él.

—Te noto preocupado—dijo, sin siquiera mirarlo. Sus ojos no se alzaban de los tejados asimétricos y las perfectas paredes que los sostenían.

—Sólo estoy asombrado—susurró.

Sus delicadas y gigantescas manos se colocaron en los hombros de Daniel. La pequeña camisa, arrugada y sucia, parecía ser un muro insignificante. Su piel se erizó y los ojos del antiguo periodista, amante del riesgo y las noticias, brillaron en una chispa de deseo que se apagó del mismo modo que se inició.

—¿Motivo?—ni siquiera movió los labios, pero su voz sonó. Lo hizo en un tono quedo. Parecía un murmullo, o quizás un suspiro.

—Tu tenacidad.

Daniel se giró para verlo bien. Confrontó su mirada y se echó a reír. Ambos rieron por unos minutos. Ni siquiera sabían porque lo hacían. Simplemente reían. ¿No era eso maravilloso? ¿No era eso lo que hacían algunos mortales? La felicidad viene en contadas dosis y esa era una dosis perfecta.

—Me halagas de sobremanera, ¿qué deseas?—preguntó esbozando una ligera sonrisa.

—Tu compañía—. Apoyó su frente en la suya y lo tomó del rostro. Amaba ese rostro. Era un rostro perfecto. Sus ojos, casi violáceos, lo enloquecían. Marius estaba enamorado de Daniel y de sus palabras, así como de la dedicación que tenía hacia sus maquetas.

—Eso ya lo posees. ¿Dónde estaría mejor que aquí?—dijo incorporándose.

Marius abrió sus brazos y aceptó que él se quedara sobre su pecho. De inmediato lo abrazó. Sus labios buscaron los suyos y acabaron unidos en un pequeño beso. Uno de tantos.

—¿Es cruel sentirse feliz pese a la desgracia de tantos?—murmuró Marius.

—No—negó—. Es un alivio—añadió—. Podemos sentirnos dichosos pese a todo, aunque...

—¿Aunque?—sus cejas doradas se alzaron y Marius esperó con paciencia su respuesta.

—No creo que haya terminado—afirmó aferrándose a la túnica borgoña que el maestro de las pinturas, el antiguo Guardián de los Que Deben Ser Guardados, o el Romano poseía.

—Opino lo mismo—susurró, justo antes de volver a besarlo.


La nieve seguía cayendo amontonándose. El mundo rugía en silencio. La Voz parecía una pesadilla, pero no era así. Todo ocurría por un motivo.  

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Lestat de Lioncourt