Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 13 de febrero de 2015

Caballero impetuoso

Tenía entre sus manos una taza de café proveniente de Brasil. Era un café fuerte, con mucha cafeína y de un olor intenso que recorría la cafetería embriagando a los más adeptos. Su aspecto era desenfadado, pues estaba recostado sobre el sillón de cuero negro y las piernas ligeramente flexionadas. Sus largos, aunque gruesos, dedos acariciaban ligeramente el borde. Los vampiros amamos el calor de las bebidas. Sin embargo, él era más de ponche y té. Aunque, en esos momentos, todo valía para recordar aquellos días en Brasil. Sus ojos eran tan oscuros como el contenido de la taza y su sonrisa era muy atractiva. Me porté mal. Fui un villano. Sin embargo, él se mantuvo a mi lado y me dio su apoyo incondicional. Incluso ahora, que todo parecía apuntar a mí, seguía apoyándome pese a que muchos rumores aún continuaban.

—Te veo bien—dijo.

David había convertido aquel cuerpo joven, y eterno, en el recipiente perfecto de un alma antigua, aunque no tan vieja y malévola como la mía. Sus ojos no se apartaban de los míos y me provocaba ciertos escalofríos.

—Mejor que nunca—añadió tras una larga carcajada—. ¿Qué ocurre? ¿En qué lío andas sumergido'

—¡En ninguno!—exclamé vehemente—¿Acaso no puedo venir a ver a un viejo amigo?

—Bueno...—se encogió de hombros y tomó una pose más formal. Estaba cómodo en ese cuerpo, que para mí fue una cárcel de piel y huesos, y parecía divertirse conmigo. Se divertía con mis ojos clavados en los suyos, mi notable inquietud y mis deseos de conocer. Quería conocer algo que él me negaba. Quería saber—. Dilo.

—Llevo algunas décadas soportando la visita de fantasmas—expliqué—. Necesito tu consejo...

—¿Consejo o experiencia?—alzó su ceja derecha y luego la izquierda, después simplemente relajó el rostro y aproximó la taza a sus labios aunque no dio sorbo alguno.

—Tu compañía—respondí—. Estoy cansándome, David, de escuchar y ver fantasmas. Estoy harto de discutir con Louis. Necesito que estés tú ahí, tu figura y tu apoyo. Necesito al amigo incondicional, ese que aprecio y admiro.

—No soy tu niñera—replicó.

—No lo eres, lo sé. Tampoco mi amante—susurré bajo—. Pero te extraño.

—Y yo a ti, amigo—dijo estirando sus brazos, soltando la taza, para tomar mis manos. Tenía las manos algo más ásperas, calientes y grandes.

Me pregunté que pensarían de nosotros los demás. Tal vez seríamos dos viejos amigos, dos amantes o simplemente hombres que intentan coquetear. Aunque no me importaba lo que pudieran decir. Sólo quería sentirlo cerca.

De improvisto se incorporó, tomó asiento al lado mía y me besó. No lo rechacé. Me aferré a él y subí mis brazos sobre sus amplios hombros. David me besaba aceleradamente haciéndome sentir viejas sensaciones. Al apartar su boca de la mía, dejando de sentir la presión de sus labios y la incursión de su lengua, jadeé y bajé la mirada como un quinceañero. Era extremadamente atractivo y tenía una impetuosidad que carecía cuando nos conocimos. Sin embargo, esa serenidad y caballerosidad seguía ahí.

—Te quiero. Siempre te he querido—dijo hundiendo su rostro en mi cuello—. Jamás he podido odiarte. Nunca he dejado de amarte. He confiado ciegamente en ti siempre. Siempre, Lestat.

Esa confesión no era nueva. Sin embargo, me sentí intimidado. Rápidamente me aparté de él, corrí hacia la puerta del local y me marché. Quería regresar al café, pero a la vez necesitaba poner tierra de por medio. De nuevo esa tentación. Otra vez esa sensación. Quise hacer mío a David.  


Lestat de Lioncourt 

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt