Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 25 de febrero de 2015

Odio, rencor...

Claudia sufría y yo lo sabía, sin embargo intentaba negarlo. Louis y yo... siempre lo negamos. 

Lestat de Lioncourt 

París es hermosa cuando las flores aparecen en sus vistosos balcones, provocando una sensación extraña y encantadora. Es como una mujer recién perfumada. Puedes ver como coquetean cada rosa, jazmín o violetas. No importa cual sea la flor, pues deslumbran incluso bajo la luz de las lunas y las farolas. Recuerdo bien cada rincón como si hoy mismo pusiese mis pequeños pies sobre las baldosas. Siento el frescor de la madrugada acariciando mis cálidas mejillas. El rubor sutil de mis carrillos se difuminan quizás para él, en sus recuerdos, pero no para mí.

Me tomaba de la mano como si fuese una niña. Se inclinaba para besar mi frente, acariciar mis largos y dorados rizos, y me decía que me amaba. Sí, amor. Yo lo detestaba. Tanto amor barato, lleno de la sutil fragancia de la culpabilidad, disparaba mi rencor. Quería destruirlo, pero a la vez me veía con miles de impedimentos. Aún lo necesitaba. Él era mi Louis, mi pobre diablo de ojos verdes.

Una noche me escapé de su lado. De ese tormento. Me sentía hundida. Siempre estuve perdida. Jamás logré encontrar un camino entre tantas sombras. El dolor se anquilosaba en mi corazón. Nunca sería como las dulces criaturas de ojos soñadores, frágiles cuellos y elegantes piernas. Envidiaba sus vestidos, los gantes hasta el codo, las perlas que decoraban sus escotes y sus suculentos pechos a punto de salir del corsé. Tenían los labios de un carmín tan intenso como las fresas o las manzanas. Parecían pequeñas muñecas caprichosas salidas de cuentos de hadas. Las detestaba. Verlas a mi alrededor provocaban que me hundiera. Siempre sería una niña frente a todos, jamás una mujer. Nunca sabría que es ser amada, hacer el amor o escuchar a un joven susurrar lo encantadora que era mi risa. ¿Yo reía? No lo recuerdo.


Los cafés estaban llenos de jóvenes revolucionarios, tan apasionados como hermosos, y los artistas hablaban de lo sufrido que era no ser comprendidos. Los observaba. No importaba sus edades. Deseaba ser estrechada de forma carnal, amada como una mujer, y olvidarme de mi pequeño tamaño, diminutas manos y encantadora mirada infantil. Quise llorar, pero me aguanté las lágrimas. Decidí escuchar atentamente los pensamientos de todos y cada uno, disfrutando de cada instante, y cuando regresé junto a Louis lo contemplé con asco. Odiaba su presencia, la virtud de mirarme como un cordero y su cínicas palabras de amor.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt